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Mestres: cien años de una bodega que salió de la bancarrota y arriesgó dejando de vender en supermercados

Está presente en la alta restauración, vende a 22 países y cada vez prolonga más la crianza de sus vinos

Joan Aura, propietario y gerente, y su hijo David Aura, director de exportación de Bodegas Mestres, posan en la cueva donde envejecen el cava.
Paz Álvarez

“La sequía está siendo brutal. Se está perdiendo mucha cepa”, anuncia Jaume Vial, director comercial de Mestres, frente a unos viñedos que la bodega tiene en régimen de alquiler desde este año en la zona de El Garraf (Barcelona). Tres hectáreas plantadas, con idea de llegar a ocho, en vaso, con más de 30 años de antigüedad, —son las premisas para aceptar uva ajena a la bodega— de las variedades de parellada y xarel·lo —la primera, que usan cada vez menos, es la que da vivacidad al vino, mientras que la segunda aporta cuerpo y es la que más necesitan en este momento, a la que se añade una tercera variedad de uva, macabeo, que otorga elegancia—. “Esta tierra es magnífica. Tiene el mar cerca, las montañas, hay microclima y las vides están plantadas en suelo calcáreo. El resto lo tenemos en suelo arcilloso, que es peor para la sequía”, prosigue Vial, orgulloso de este hallazgo, situado a unos 40 kilómetros de distancia de donde se encuentran las viñas de Mestres —45 hectáreas en total— en Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona). Allí comienza esta historia, que a punto estuvo de fracasar a mediados de los años noventa, cuando la bodega entró en suspensión de pagos y fue rescatada en un auténtico acto de amor.

Los cimientos de esta casa han resultado fuertes. Se empezaron a colocar en 1312 cuando se comenzó a elaborar vino. Y ahí sigue la bodega Mestres, en el mismo lugar, en el corazón de Sant Sadurní d’Anoia, y en manos de la misma familia. El paisaje ha cambiado: donde antes había campo, ahora está la plaza del Ayuntamiento, con sucursal del Banco Sabadell, frente al imponente edificio, en el que trabaja la última generación de los Mestres, una estirpe arraigada al Penedés.

La bodega se inauguró en 1861, cuando Rosa Mas i Rovira, viuda de Antoni Mestres Mir, comenzó a vender vino embotellado con el apellido del marido. Pero fue en 1925 cuando se tomó la gran decisión, la que marcó el rumbo hasta hoy: hacer la primera vendimia enfocada a elaborar vinos espumosos, lo que originó la construcción de una cava subterránea, un santuario donde reposan durante años las botellas de esta casa. Una de las señas de identidad de Mestres son las largas crianzas, una apuesta que comenzó en la década de los años 50 y que han ido perfeccionando a lo largo de los años.

De hecho, en 2022, la familia presentó La Cavateca, un concepto innovador que surgió por el deseo de ver la evolución de las mejores añadas una vez hecho el degüelle —eliminación de las levaduras concentradas en el cuello de la botella, que aquí realizan de forma manual, con el fin de controlar el posible olor a corcho—, que se centra en la tercera crianza, tras la elaboración del vino base y la segunda fermentación en botella con tapón de corcho natural. Todo esto añade complejidad, cremosidad y refinamiento al vino. “Nuestras crianzas tienen un mínimo de cuatro años y llegan hasta los 19 años, mientras que los de La Cavateca parten de 20 años de crianza en botella. Hay algunas que llegan a los 40 años”, afirma Jaume Vial, director comercial de la bodega, durante la visita a la cava, donde reposan unas 700.000 botellas de siete añadas, y a la que se accede por una empinada escalera. Hay silencio, calma, oscuridad y telarañas en el techo que certifican el paso del tiempo.

No ha sido fácil cumplir el siglo de vida, hito que culmina con una celebración este lunes con una cata especial, que se celebrará en el Esperit Roca, el restaurante de los hermanos Roca, en Girona. En la década de los noventa, la empresa entró en suspensión de pagos. La lideraba entonces Antonio Mestres Sagués, fallecido en 2019 e hijo de Josep Mestres, artífice de haber embotellado el primer espumoso de la casa en 1928. Fue entonces cuando se produjo el milagro: el yerno de Elena Mestres, hermana de Antonio, Joan Aura, de 65 años, casado con Elena Font Mestres, y dedicado al sector textil en Terrassa, acude a salvar la empresa, donde ejerce de gerente y donde ahora también trabaja su hijo, David Aura Font, de 31 años, responsable de la exportación. “Vengo de una familia dedicada al textil, pero mi padre era muy aficionado a ir a restaurantes con estrella Michelin, y alguna vez hice de conejillo de indias con él probando cavas de Mestres porque conocía a Josep. Y acabé casándome en 1988 con una sobrina suya”. Estaba predestinado, sobre todo cuando recibió una llamada con alerta un 26 de diciembre, día de San Esteban, en la que le avisaban de que la bodega había entrado en concurso de acreedores. “Me interesaba el vino, no como negocio, pero si había que ayudar, iba a hacerlo. Desde ese día estamos aquí, resguardando y aprendiendo. Porque quien crea que lo sabe todo está perdido”.

Una de las decisiones de las que más se alegra es la contratación de Vial como responsable comercial. El profesional se había curtido en bodegas como Moët Chandon, donde trabajó ocho años, y el grupo Masaveu, en el que permaneció el mismo tiempo. Una vez finiquitada la experiencia con el grupo asturiano, regresó a Cataluña. Alguna vez, incluso, hasta llegó a pensar “en volver a poner a Mestres en su sitio”. Fue en un salón de Gourmets cuando cató los vinos que estaban haciendo y lanzó su veredicto a la propiedad: “Tenía buena entrada en boca, pero el final era muy seco. Parecía un cava de los años 90. Les dije que tenían que achampanarlo más, tenía que ser más cremoso. A costa de perder frescura ganarían en complejidad”. Esta transparencia y que era de Girona —“que son buena gente acostumbrada a escuchar”— cautivó a Joan Aura.

Lo fichó a finales de 2017. “Me contrató por cinco años y le dije que me jugaba el sueldo, pero que saldríamos adelante si me dejaban tomar medidas que eran necesarias”, relata Vial. “En aquella época facturaban poco. Sin embargo, cerramos el año pasado con una facturación cercana a los 1,8 millones de euros. Este ejercicio va a ser complicado, pero en dos años estaremos en los dos millones”, añade. Confiesa que venden las mismas botellas —elaboran unas 150.000 botellas al año, aunque la cifra varía en función de cada vendimia— que entonces, pero han elevado el precio y han hecho limpieza de clientes. Cambió toda la red de distribución.

Jaume Vial, director comercial de Mestres, posa en la cueva donde envejece el cava.

“Nos hemos especializado en un nicho, como es la alta restauración. Desde principios de 2019 no vendemos a supermercados, solo en tiendas especializadas, aquellas que explican el vino que venden. Hemos reducido también las referencias y apostamos por envejecer algo más los vinos para darles más de cremosidad. El cambio ha sido muy radical, porque también estamos abandonando la venta online”, relata Vial. Podía parecer que iba de farol. “Pero dije que me responsabilizaba de todo y me comprometí a que nunca facturaríamos por debajo del año anterior”. Y así ha sido. Aunque el 80% de la producción se bebe en España, ahora exportan a 22 países, entre ellos Estados Unidos, Argentina, México, Perú, Brasil, Reino Unido, Suiza, Alemania, Filandia, Japón y Singapur. De estos mercados se ocupa el más joven de la familia. “Vamos a seguir creando marca fuera”, cuenta David Aura, que se incorporó a la empresa a finales de 2017, tras su paso por el mundo de la publicidad. Tiene arrojo. Le preocupa, como a todos en la bodega, la sequía —“no estamos produciendo lo que deberíamos”, dice el padre—, pero no la política arancelaria de Trump. “Le veo ventajas para nosotros porque habrá espumosos que se van a disparar de precio y será una oportunidad porque podremos entrar en la carta de muchos restaurantes. Sufrirán más los vignerons de Champaña que nosotros". El futuro, añade, pasa por seguir “siendo nicho y radicalizarnos más en esta posición”.

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.
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