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Dolce & Gabbana celebra su apoteosis artesanal en Roma

La marca italiana se inspira en la antigüedad clásica, la alta costura de ‘La dolce vita’ y la pompa vaticana en sus desfiles anuales de Alta Moda y Alta Sartoria

Dolce & Gabbana desfile en la Via Sacra de Roma
Carlos Primo

En la Via Sacra, la calle más antigua del Foro Romano, celebraban sus triunfos los generales victoriosos del antiguo imperio. Por eso tiene sentido que esta fuese la localización elegida por Dolce & Gabbana para constatar otro tipo de éxito. La nueva edición de su Alta Moda, que agrupa las prendas más lujosas y artesanales de la casa milanesa, lleva 12 años celebrándose en distintas zonas de Italia, pero nunca había tenido lugar en la capital. “Para nosotros es como un examen de reválida”, bromeaba en la rueda de prensa previa al desfile el director general de la marca, Fedele Usai. “Roma es la capital del país que amamos, donde hemos decidido producir todas nuestras colecciones, y también es un reconocimiento a las 6.000 familias a las que representa Dolce & Gabbana”.

Esas familias a las que alude corresponden a los empleados y colaboradores de la marca, y también a los talleres artesanales que, en toda Italia, han convertido esta singular forma de moda en un muestrario de oficios en peligro de extinción. En una época en que la diferencia entre prêt-à-porter y alta costura no siempre se percibe a primera vista, la Alta Moda de Dolce & Gabbana es una demostración de músculo artesanal al alcance de muy pocas casas. Sería imposible industrializar los cientos de metros de bordados, encajes, pedrería, filigranas y plisados desplegados en la pasarela. De ahí que la mayoría de las prendas sean piezas únicas, confeccionadas a medida y destinadas a una clientela exclusiva que, año tras año, acude a la llamada de la marca fundada por Domenico Dolce y Stefano Gabbana.

En los eventos de Roma —además de moda femenina se presentaba sastrería masculina, joyería y relojes— han estado presentes unos 450 de esos clientes, procedentes de todo el mundo. Son el núcleo duro de una forma de opulencia textil con pocos equivalentes y que exige desembolsos comparables al despliegue de técnicas y materiales nobles que concentra cada diseño. También son los protagonistas de los cuatro días de eventos, desfiles y cenas que organiza la marca cada verano. Aunque hay algunos famosos invitados —la cantante Cher, el futbolista Erling Haaland o los actores Christian Bale e Isabella Rossellini—, son muchos menos que en un desfile de moda convencional. Tampoco hay influencers. El foco está en el negocio, en la ciudad y en la ropa.

Tres de las propuestas de la nueva colección de Alta Moda de Dolce & Gabbana, presentada en Roma.

Las colecciones de Alta Moda y Alta Sartoria siempre se inspiran en el lugar que las acoge. En ese sentido, hay pocos formatos comerciales que sinteticen con tanta nitidez la alianza entre turismo, patrimonio cultural, entretenimiento y lujo. En el caso de la colección femenina, la que desfiló en el Foro Romano, el primer leit motiv era la antigüedad clásica. Se tradujo en vestidos drapeados de seda o gasa que evocan las túnicas de las sacerdotisas vestales, y que se combinan con piezas más o menos rígidas, casi escultóricas. Los talleres de la marca han desarrollado una singular técnica para modelar figuras tridimensionales a partir de superficies acolchadas, y las han aplicado a una suerte de corsés que recuerdan a los paños mojados de la escultura romana. Incluso las aberturas de las mangas, con detalles brocados, imitan el aspecto del mármol roto. Hay muchas prendas plisadas cuyos pliegues se sujetan a la base con miles de puntadas a mano que les impiden perder la forma. Antonio Pino, director creativo de la Alta Moda, detalló varios entresijos técnicos, como las piezas de latón modeladas sobre el cuerpo humano que evocan las armaduras que lucían los vencedores en los desfiles triunfales celebrados en la propia Via Sacra. “Fantaseamos con la idea de que estas armaduras relucirían al sol como oro líquido”, explicaba antes del desfile.

El otro eje del desfile femenino es la elegancia que surgió en Roma al albur del auge de Cinecittà, los estudios a los que acudía todo Hollywood en los años cincuenta y los sesenta del pasado siglo. Era inevitable pensar en Sofia Loren, Audrey Hepburn o Elizabeth Taylor al ver vestidos escotados con faldas generosas que no habrían desentonado en la Roma de La dolce vita. En una colección plagada de imaginería —incluidas reproducciones bordadas o estampadas de monumentos romanos—; el ejercicio de corte y costura de muchos de estos vestidos era algo mucho más serio que mera nostalgia. Más allá de su espectacularidad y de ciertos guiños a la estética del souvenir, sus prendas son favorecedoras de un modo clásico e instantáneamente comprensible. No exigen grandes piruetas conceptuales. Responden al canon estético. Son barrocas y comerciales al mismo tiempo.

El desfile de la nueva la colección femenina de Dolce & Gabbana se celebró en el Foro Romano, en Roma.

La noche previa al desfile de Alta Sartoria para hombre, Domenico Dolce comentaba que cuando hace un año empezó a plantear una colección inspirada en la sastrería eclesiástica no se imaginaba que la pompa vaticana iba a tener tanto protagonismo en los meses siguientes. Pero esta vez la actualidad le ha favorecido. Antes del desfile, celebrado en el Ponte Sant’Angelo, decenas de modelos de todas las edades con gafas de sol y vestimentas cardenalicias —sotana, faja, muceta y solideo rojos— hacían pensar en el cónclave que designó el pasado mayo a León XIV, pero también en la exitosa película protagonizada por Ralph Fiennes. No en vano las prendas procedían de Tirelli, la sastrería eclesiástica de donde salió buena parte del vestuario de Cónclave.

El desfile de Alta Sartoria para hombre se celebró en el Ponte Sant’Angelo, en Roma.

Apuntaba Dolce que su homenaje a la estética vaticana es una demostración de respeto y una celebración del patrimonio artístico de la Iglesia. Por eso el desfile, aunque incluía versiones de indumentaria litúrgica concreta —capas pluviales, mantos papales, variaciones de la sotana, muchísimas estolas de seda e incluso roquetes de monaguillo sobre lujosos pijamas rojos o violetas—, supo huir del disfraz para proponer prendas que, más allá de los crucifijos, inciden en las claves de la lujosísima sastrería a medida de la marca. Son trajes principescos, llenos de bordados, damascos y encajes, hechos de seda, mohair o cachemir, pero con colores y motivos de origen eclesiástico. Andrea Marchesi, responsable creativo de Alta Sartoria, explicaba antes del desfile que su equipo ha estudiado a fondo la prolija tipología del armario vaticano para extraer detalles, formas y adornos. Incluso había chaquetas de lujosa lana negra cubiertas con fragmentos de auténticos paños litúrgicos reutilizados. De cerca, son pura arqueología textil y una muestra de oficios casi olvidados. De lejos, siguen siendo prendas inteligibles, sin manual de instrucciones.

Tres de las propuestas de la colección Alta Sartoria de Dolce & Gabbana.

“La belleza siempre se hace entender”, apuntaba Dolce a la hora de justificar su apuesta por una estética tan marcada. Tal vez sea una buena explicación para un fenómeno, el de la Alta Moda de la marca italiana, que ha sabido crear algo al alcance de muy pocas empresas: un nuevo modelo de negocio para una clientela muy tangible.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM
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