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Incendios
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las vacas y el árbol milagro de los incendios de Tres Cantos: la historia tras la foto viral

Gracias a los voluntarios y a los bomberos, ojalá sirvan de esperanza en estos tiempos duros en los que las llamas asolan España

Unas vacas duermen sobre el terreno al día siguiente del incendio de Tres Cantos, el miércoles.

Probablemente habréis visto una foto de unas cuantas vacas debajo de un árbol en Tres Cantos con todo lo de alrededor quemado. Está presente en todas las redes sociales y muchos medios de televisión la han puesto en antena. Que esas vacas se salvasen fue un milagro, pero no fue el árbol quien las salvó: fue el milagro de la gente. Yo soy el hijo del dueño de esas vacas y, a eso de las 20:00, entrábamos mi madre, mi padre y yo corriendo en el campo donde estaban los animales mientras todo ardía. Este campo tiene una vaquería y unos corrales para guardar las reses, y cuando llegué, el fuego estaba a tres metros de la vaquería. Con los aproximadamente 2.000 kilos de paja que había dentro, habría ardido en cuestión de minutos.

En el momento en el que entramos corriendo en el campo, ya había mucha gente intentando ayudar como podía. Pero poco podían hacer: no tenían agua con la que apagar el fuego. Por suerte, teníamos más de 20 garrafas de 40 litros de agua llenas, preparadas no para un incendio, sino para el día a día en el campo. Toda esa gente que estaba intentando ayudar empezó a vaciar las garrafas en cada frente del fuego que pudiera hacer que se incendiase el campo donde estaban las vacas o incluso la vaquería.

El primer milagro se produjo aquí: además de nosotros, mi hermano y unos primos dueños también del terreno, había unas 15 personas que no nos conocían de nada —alguno que ni siquiera sabía hablar español—, que se jugaron su salud para que el fuego no llegase a tocar el edificio ni incendiase el campo. Literalmente se la jugaron: teníamos fuego por delante y por detrás, y a 10 metros un chamizo que estuvo cinco horas ardiendo con llamas de dos metros. Además, estábamos en el único sitio con pasto sin quemar, por lo que cualquier cambio de viento habría sido fatal.

Me gustaría poner el foco, sobre todo, en D., un soldado que no solo nos ayudó a nosotros, sino que cuando vio cómo ardía la hípica donde falleció Mircea intentando liberar a los caballos, fue para allá sin dudarlo, acompañado de otras personas que no conocía de nada, y se metió en el fuego para intentar ayudar en lo posible a Mircea y a las otras personas atrapadas en el incendio. Ninguna crónica que haya contado lo que pasó en la hípica habla de él, pero ahí estuvo como un héroe. Según me consta, fue el primero que fue al coche ardiendo a sacar a quien hubiese allí. Un héroe que, al día siguiente, fue de nuevo a la hípica a ver si podía ayudar en algo. Gracias, D.

Vista del terreno ardiendo durante el incendio de Tres Cantos la pasada madrugada, del 11 al 12 de agosto.

Pasado un tiempo, el único campo que quedaba sin quemar era el del árbol milagroso con las vacas, la vaquería y los desconocidos que ayudaban allí. Tuvimos que tomar una decisión con las vacas: era cuestión de tiempo que el fuego entrase en el campo y ellas no podían quedarse ahí. Podíamos llevarlas a la zona donde ya había pasado el fuego, pero esos campos están delimitados con estacas de madera que se habían quemado, por lo que las vacas podían irse a cualquier sitio con el riesgo que eso conlleva. Así que decidimos meterlas en unos corrales de cemento, donde no podían quemarse y, de algún modo, podían protegerse de las llamas, aunque no del humo, del estrés o del calor que se vivía.

El tiempo pasaba y el fuego empezó a acercarse a la vaquería con el corral donde estaban las vacas. Tras mucho dilema y con las llamas a unos 700 metros, decidimos soltarlas y obligarlas a que se fuesen a la zona ya quemada para ir a buscarlas al día siguiente. Y en el preciso momento, cuando con ayuda de la Guardia Civil íbamos a sacarlas del corral, sucedió el segundo milagro: apareció a lo lejos un camión de bomberos que protegió la vaquería. No se me olvidará nunca cómo un bombero nos dijo: “Ya estamos aquí, no os preocupéis por las vacas, esto ya lo salvamos nosotros”.

Y así, gracias a héroes anónimos, junto con los bomberos, esos 36 animales se salvaron del incendio. Es doloroso escribir esto sabiendo que, a nuestro alrededor, varios amigos ganaderos que viven por y para sus animales los han perdido tan trágicamente. Pero quería agradecer a toda esa gente que probablemente nunca más vuelva a ver en mi vida y que nos ayudó. También a los bomberos, que hicieron todo lo posible para que el dolor fuese menor. Que la imagen del árbol “milagroso” y las vacas descansando debajo pueda servir de esperanza en estos tiempos duros de incendios que están asolando España.

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