Mircea, el mecánico rumano que murió en el incendio de Tres Cantos intentando salvar a los caballos
El fallecido, de 50 años, tenía dos hijos y hace un año había montado una empresa de mudanzas
En el rancho de caballos de Tres Cantos huele a ceniza, metal fundido y carne quemada. Lo primero que se ve al entrar por un camino de tierra son dos coches totalmente siniestrados por un choque frontal. Uno se dirigía al rancho, el otro trataba de huir de él. El primero está calcinado y el metal de su carrocería se ha derretido por completo. Por sus llantas, lo único que se ha salvado, se distingue que es un Mercedes. El otro, un BMW X5, tiene dos golpes en la luna y la puerta trasera está abierta, con restos de sangre en el suelo y en la manilla interior de la puerta. Este lunes fue rescatado allí un hombre en un helicóptero de la Guardia Civil, con quemaduras en el 98% de su cuerpo y problemas respiratorios por inhalación de humo. El incendio sorprendió a Mircea, de 50 años y de origen rumano, mientras arreglaba el vehículo del dueño de la hípica. Esta mañana, se ha certificado su fallecimiento en el hospital madrileño de La Paz. El consejero de Medio Ambiente, Carlos Novillo, ha agregado que su muerte está bajo investigación judicial.
Mircea era mecánico y tenía una empresa de mudanzas desde hace un año, cuenta Emilia Cieudeu, presidenta de la asociación Rumanos Unidos de Tres Cantos. Tenía dos hijos varones de 14 y de 18 años de edad y estaba casado. “Era una persona que ayudaba a todo el mundo en Tres Cantos”, asegura Cieudeu. Ese día, junto con Mircea, en la hípica estaba Miguel de las Heras, un hombre de 83 años y dueño del negocio, que también terminó en La Paz por una contusión torácica, aunque ya está fuera de peligro.

El rancho de Tres Cantos era un lugar exclusivo, una suerte de paraíso lejos de la ciudad. Aquellos que podían permitirse tener un caballo de buen pelaje lo guardaban allí, en ese complejo con campo de tierra donde podían practicar hípica o salir a pasear por los caminos cercanos, ahora totalmente carbonizados. La construcción era de madera prefabricada, lo cual facilitó que se quemara tan rápido.
Al bajar la cuesta que hay detrás del accidente, lo que se encuentra es una masa de chapa derretida por el incendio donde antes estaban los establos. Debajo de los escombros, los cadáveres calcinados de ocho caballos que murieron sin tener una ruta de escape todavía echan humo. Esos son los que están a la vista, pero puede que haya más. “El dueño de la finca ha confirmado que han muerto 22 caballos”, asegura el dueño del restaurante La Hípica Tres Cantos, ubicado al lado de los establos. A unos metros, un olivo arde lentamente desde el interior hacia el exterior, con un agujero de ascuas en el centro que se va dilatando con el paso de las horas.

El único rincón de la finca que se ha salvado de los estragos del fuego es la casa donde vivían los guardeses. El lugar está tal como lo dejaron cuando tuvieron que salir corriendo ante el peligro inminente. En el porche, una sandía entera con un cuchillo al lado. Un cenicero lleno de colillas de cigarros de liar. Unas chanclas desparramadas por el suelo. El dueño de unos terrenos cercanos, que ahora han quedado completamente inservibles, cuenta que ayer por la noche vio como llegaba un helicóptero, aterrizaba en la el rancho, y se marchaba rápidamente.

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