Planes para esperar a San Isidro: un festival de alta gastronomía, un miércoles de bingo y pilates con sauna
El festival Alta Cuchara, Olimpia y Villa Capri son tres eventos imperdibles en la ciudad en mayo


Hay semanas que no piden permiso: llegan con todo. En Madrid, en ese mayo que anticipa el verano, los claveles, los organillos en las plazas y las primeras rosquillas en las vitrinas solo pueden significar una cosa: San Isidro, que ya asoma, pero todavía no llega. Por eso, estos días tienen algo de previa, de ciudad que se prepara, que prueba.
Por poder, se puede comer alta cocina en una finca sin dejarse el sueldo, concretamente en el festival Alta Cuchara, que tendrá un especial castizo el día 15; hacer pilates con máquinas futuristas y luego meterse en una bañera de hielo en Olimpia para quemar los excesos del finde; o gritar bingo mientras llega una pasta con trufa y un buen vino en Villa Capri. La ciudad ofrece planes que mezclan lo antiguo y lo nuevo, lo relajado y lo festivo, tradición y nuevas tendencias. Todo es posible si uno se deja enredar.
Alta cocina por seis euros
Bárbara Gant, más conocida como la chica de los planes en Madrid, ha pasado años recomendando los mejores lugares y volviendo virales otros. Ahora, lanza su primer festival junto a su pareja, Kino Jerez, que se dedica a entrevistar a algunos de los mejores chefs de España. De esa unión nace Alta Cuchara, un encuentro que junta lo castizo y lo fino. El festival se celebrará el 13, 14 y 15 de mayo en La Casa de Mónico (situado en la calle de Cabeza de Manzaneda, 105).
“Un menú degustación no tiene por qué ser un lujo inalcanzable. Es solo probar muchas cosas. Eso es lo que proponemos”, dice Jerez. Aquí se prueban 12 restaurantes distintos, con platos entre 6 y 10 euros. “Pedimos a los restaurantes seis propuestas y seleccionamos dos castizas para el día de San Isidro. No queríamos que todos trajeran croquetas”, afirma.
Brioche de picaña, empanada de ropa vieja, torta de anís con sobrasada, ostras, vieiras, y propuestas de Insurgente, Varra, Santerra, Marmitón o Tetsu. Todo servido desde food trucks, sin colas, con libertad para que cada uno se monte su recorrido.
Las entradas (29 a 40 euros) incluyen copa de bienvenida, catas, talleres de coctelería, pódcast en directo y after party en los salones del palacete. “Hay muchos festivales, pero todos están orientados a hamburguesas y comida rápida. Faltaba uno como este”, dice Gant, que recuerda, como buena influencer, que, aunque no hay código de vestimenta (eso que llaman dress code), el festival será en una finca con palacete, lo que invita a emocionarse arreglándose.
Pilates y sauna

En pleno barrio de Justicia, ha abierto sus puertas Olimpia (en la calle de Hortaleza, 110), un santuario de bienestar que va más allá del típico estudio de pilates. Antes, cuidarse consistía solo ir al gimnasio o ponerse una mascarilla de pepino. Olimpia llegó para romper con eso y proponer otra narrativa: una que mezcla máquinas de pilates, saunas de infrarrojos, bañeras de agua helada y presoterapia.
La cosa empieza con el Dynamic Reformer Pilates —solo tienen ocho alumnos por clase— y sigue con lo que llaman The Wellness Circuit, un recorrido pensado para quienes quieren moverse y parar, activar y soltar. Ahí es donde entra la recuperación muscular (hola, contraste térmico) y los llamados Wellness Boosters, que no son otra cosa que gadgets de autocuidado con nombre de cosmética del futuro: luz roja terapéutica, presoterapia... Esas cosas que dan ganas de decir “sí, por favor”.
Patricia De Aristegui y Andrea Flores, fundadoras de Olimpia, decidieron montar un refugio urbano donde prevenir valga más que curar. Y, aunque suene sofisticado, no hay postureo: aquí se viene a sudar, a respirar, a reordenar el cuerpo y salir con mejor cara. El ticket medio por una sesión ronda los 50 euros.
Bingo y pasta
Los miércoles por la noche no tienen por qué ser aburridos. En Villa Capri (en la calle de Hortaleza, 118) lo saben, y por eso, una vez al mes, convierten el restaurante en un bingo musical donde se puede cenar pasta, beber vino y salir con un premio bajo el brazo. La idea surgió casi por casualidad, durante una fiesta de aniversario, y funcionó tan bien que se quedó. Cartones a tres euros, hits que van de los 2000 a hoy, y un comedor convertido en pista de juego.
El restaurante, del grupo Big Mamma, recrea una escapada a la costa amalfitana con detalles pensados para el disfrute: cócteles, platos para compartir, postres gigantes y una decoración que es puro estímulo visual. Todo acompañado por una carta italiana con precios razonables (el ticket medio ronda los 28 euros) y una energía al mejor estilo italiano.
El plan funciona en grupo y en pareja. Lo habitual: una burrata, una pasta con trufa, un spritz y muchas ganas de ganar el bingo. El lugar es ideal para tomarse las mejores fotos para redes, por su impresionante decoración. Se recomienda reservar.
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