Vox aplica su ideario en Madrid gracias a pactos locales con el PP de Ayuso: ni violencia de género, ni memoria democrática, ni igualdad a secas
En el último mes, los ultras, que influyen en el día a día de un millón de habitantes de la región, firman tres acuerdos municipales con los conservadores


En medio de la guerra encarnizada por seducir al electorado conservador, una ristra de pactos municipales que permite a Vox extender su influencia por la Comunidad de Madrid gracias a alianzas puntuales con el PP de Isabel Díaz Ayuso. Ocurre en el último mes. El 4 de abril, los ultras firman un acuerdo de gobierno en Arganda (60.000 habitantes) que incluye que la concejalía de Igualdad pase a denominarse concejalía de Igualdad de Oportunidades e impulsar un servicio para atender a vecinos víctimas de la okupación de sus propiedades. El 7, Vox se compromete a apoyar los presupuestos de Collado Villalba (60.000) a cambio de que se elimine el término “violencia de género” y se sustituya por “violencia doméstica”. Finalmente, el 5 de mayo, las dos formaciones acuerdan eliminar en Pinto (56.000) la partida que financia la memoria democrática para así aprobar las cuentas municipales. Todo pese a que la relación entre los líderes Ayuso y Santiago Abascal, con la portavoz Isabel Pérez Moñino como intermediaria, parece estar peor que nunca.
“Vox Madrid sabe distinguir muy bien entre las dos relaciones”, afirma un dirigente del partido que tiene hilo directo con Abascal. “La que no tenemos con el PP de Ayuso en la Asamblea de Madrid, que desde el comienzo de esta legislatura tiene un empeño inútil en acabar con Vox para alimentar su ambición nacional, y la que sí que es posible tener con el PP de Madrid en algunos municipios, pero solo en algunos municipios”, detalla. “Vox ha marcado una línea de futuro con el magnífico pacto de gobierno negociado y firmado en Arganda”, enfatiza. “Y esa línea es la que hemos llevado a los pactos de presupuestos en Collado Villalba y en Pinto. Esos pactos marcarán la relación con el PP en aquellos municipios donde haya populares que quieran salir de las inútiles políticas izquierdistas”, añade. Y subraya: “Por desgracia, pocos”.
Ayuso llegó al poder por primera vez en 2019, y tras ser la primera candidata autonómica del PP de Madrid derrotada en unas elecciones desde 1987. Corregir ese resultado electoral adquirió inmediatamente categoría de urgencia, pues los conservadores necesitaron de Ciudadanos y Vox para gobernar. La baronesa puso primero la diana en quien fuera su socio de gobierno: no quedó ni rastro del partido encabezado por Ignacio Aguado tras las elecciones de 2021. Luego llegó el turno de Vox: la mayoría absoluta del PP en 2023 ha dejado en un papel residual al antiguo socio de extrema derecha. Sin embargo, lo ocurrido en el Parlamento regional no se ha trasladado a todos los municipios. Y allí, la realidad se ha impuesto: huérfano de otras opciones, el PP ha acabado pactando con Vox, que así ha acabado influyendo en el día a día de un millón de habitantes.
Este ha sido el precio a pagar, según un dirigente de Vox. “Todos nuestros grupos municipales ofrecen y exigen lo mismo: acabar con las subvenciones inútiles, reforzar la seguridad y la sanidad, defender las tradiciones, devolver el control a los padres sobre la educación, terminar con el gasto superfluo y con las políticas ideológicas de género, las estafas climáticas, la doble imposición de los tasazos de basura…“, enumera algunas de las propuestas más polémicas del partido, rechazadas todas ellas por la izquierda, y en algunos casos asumidas por el PP. “Y, por supuesto, rechazar menas [niños migrantes sin sus padres, cuya atención es una obligación legal de los gobiernos regionales] y todo tipo de inmigración ilegal…”
De Móstoles y Alcalá de Henares, los dos municipios más poblados de la región tras la capital, a Navalafuente, el PP y Vox firmaron tras las elecciones de 2023 coaliciones de gobierno que afectan a grandes y pequeños municipios, y acordaron defender “el derecho a la vida”, impulsar planes antiokupas, o financiar más policía y más toros. Sus grandes banderas electorales, aquellas que más movilizan a favor y en contra, y que la izquierda ve basadas en bulos (en el caso de la okupación o el supuesto problema de seguridad), quedaron así plasmadas negro sobre blanco.
Con el paso del tiempo, ha habido rupturas, desplantes y reproches públicos: de Alcalá a Pedrezuela, pasando especialmente por Torrelodones o Leganés, la alianza de los dos partidos ha vivido desencuentros puntuales. La mayoría se deben a asuntos municipales, e incluso a desencuentros personales propios de la política local. Pero ningún problema de los ocurridos ha sido ajeno a los movimientos tectónicos de la política nacional: que Vox decidiera salir de sus gobiernos autonómicos con el PP, o que el líder nacional de la extrema derecha, Santiago Abascal, y Ayuso, vivan de crítica en crítica cruzada.
Un choque que no está evitando ahora pactos municipales en los que el PP es la parte necesitada, pues es la que gobierna, lo que le lleva a tener que ceder.
“No hay imposición ideológica ninguna”, se defiende una fuente conservadora que cuenta con la confianza de la presidenta del partido, y que de esta manera acepta como propias las medidas recogidas en pactos municipales. “Son acuerdos muy locales”, dimensiona. “Lo de actividades extraescolares con autorización paterna se hace en toda la región”, ejemplifica con uno de los acuerdos de Pinto, que recoge el derecho de los padres a decidir los contenidos que recibirán sus hijos.
“Otra cosa es que Vox quiera reforzar esos mensajes”, opina, defendiendo sin tapujos ni medias tintas la decisión de eliminar el término “violencia de género”: “Al PP cambiar el nombre a una política o concejalía le preocupa menos que gastarse ese dinero en prostitutas o en chiringuitos para asociaciones vinculadas a cargos públicos como ocurrió con los puntos violetas en San Fernando”.
Y así, poco a poco, la propuestas de Vox, dirigido por José Antonio Fúster tras la salida de Rocío Monasterio, se normalizan y avanzan en Madrid de la mano del PP.
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