Joan Pons, El petit de cal Eril: “Las letras con mensaje son peligrosas”
La banda publica “Eril, Eril, Eril” un disco que marca un punto de inflexión en su carrera

Tras tres años de silencio y sin actividad Joan Pons (Guissona, 1981) ha vuelto a publicar disco con El Petit de Cal Eril. Se titula Eril, Eril, Eril, y aunque suena a autoafirmación por triplicado propone un notable cambio en la sonoridad de la banda. No hay teclados, su guitarrista habitual toca el bajo, la sencillez ha sustituido al preciosismo, el disco comienza afirmando que Joan es otra persona y concluye con Si no fos tan fàcil (Si no fuera tan fácil) y la certeza de que todo tiene un final. Letras que huyen del aleccionamiento, llenas de preguntas sin respuesta sobre el sentido de la vida y el paso del tiempo. Otra forma de hacer política con las canciones de un disco fácil de llevar al directo dada su ausencia de preciosismo.
Pregunta: ¿Este disco nace del cansancio?
Respuesta: Nace del agotamiento de una forma de trabajar, de hacer canciones, de grabarlas y producirlas, habíamos tocado techo. El método ya no daba para más.
P: Vivimos a mucha velocidad, no solemos pensar mucho en lo que hacemos, solo hacemos.
R: El caso es que nos dimos cuenta que el último disco tenía demasiado método. Saltaron algunas alarmas. Nos ayudó a verlo una serie de comentarios como por ejemplo el que nos hizo un fan al acabar un concierto: “bueno, es brutal, pero ya está bien de tanta perfección y orfebrería”. Lo vimos como un síntoma que nos empujó a perfilar de otra manera nuestra música. Necesitábamos dar un paso en otra dirección.
P: Y entonces pararon el grupo.
R: Para darnos espacio, para que cada miembro hiciese otros proyectos. Al final es una ventaja, pues hacer cosas fuera del Eril retroalimenta nuestro proyecto común, que se ha de adaptar a quienes lo forman. Lo hablamos y se adoptó la decisión drástica de parar.
P: Habla del grupo como de un proyecto del que usted forma parte como si no fuese el líder.
R: Siempre hablamos del grupo en tercera persona, el Eril. Me siento como quien lleva una marioneta. Uno se ocupa de las maderas, otros de la pintura, otro de hacer los hilos, pero no soy la marioneta, la muevo.
P: ¿Falsa modestia? ¿Una forma de protegerse?
R: No es falsa modestia, no soy El Petit, soy parte del Eril. Es una especie de coraza. Pongo mucho de mí en el grupo, en este disco quizás más que en otros, lo que me ha conectado más con el proyecto. Pero no soy Joan Pons cantautor. Es muy aburrido, me da pereza sacar algo bajo mi propio nombre. Joan Colomo, Ferran Palau, o Pau Vallbé son referentes míos y no me parece raro que trabajen bajo su nombre, pero a mí no me va.
P: Su nuevo disco es fruto de una reflexión interna, pero también resultado de que Artur Tort, su teclista, se ha volcado en el cine (recibió el César francés por su fotografía en Pacification de Albert Serra).
R: Sí, me llamó Artur dos días antes de Navidad y me dijo que no llegaba. Faltaban dos semanas para grabar. Estuve una semana dándole vueltas a qué hacer, incluso habíamos ensayado con él. La solución fue prescindir de teclados, Artur era insustituible. Y así el disco suena diferente, con más espacio para las guitarras, para la batería, para la voz. Abrazamos el cambio.
P: ¿Y no le frustra que los cambios vengan inducidos por otras voluntades?
R: Lo importante no es el instrumento que tocan los músicos del Eril, lo importante son las personas. Artur tenía peso en decisiones artísticas, pero si me dice que no toca teclados sino la pandereta se lo hubiese aceptado. Lo que me hacía sufrir es que no estuviese él. Lo de los teclados era un daño colateral. En principio iba a tocar el piano en este disco, que iba a ser más acústico, el más acústico que nunca habíamos grabado, quizás con contrabajo. Era la idea antes de que marchara Artur. Ya lo haremos.
P: Y Jordi Matas, un guitarrista con mucho peso en la sonoridad del grupo, toca el bajo y apenas la guitarra.
R: Una forma de volver a arrancar al Eril. Dani Comas no quería tocar más el bajo y sí la guitarra, mientras que Jordi Matas es muy expresivo con el bajo, un papel que no había jugado en el grupo. Este disco ha salido como fruto de estas variaciones, hemos cambiado como grupo. No ha sido un disco cerebral, sino muy impulsivo. Es nuestro salto al vacío. Tenemos otra sonoridad.

P: Sin teclados, más directa, más cruda, grabando los cuatro juntos y seleccionando las mejores tomas, sin demasiados retoques.
R: Así es. Queríamos sonar a banda, era algo que no habíamos hecho y que nos acerca mucho más al directo. Es nuestro disco más rockero, pese a que no ser un disco de rock.
P: Hoy los estudios de grabación son como un instrumento más donde se añaden múltiples efectos a la música. En su caso ha sido “simplemente” el lugar donde han grabado.
R: Sí, ha habido poca producción, digamos. Lo importante era hacer tomas hasta conseguir la que nos gustaba. Hay temas que han quedado a pelo, sin retoques, tirando hacia lo más sencillo, sin detallismos. Lo grabamos en 12 días, muy poco tiempo.
P: No todo cambia en el grupo, ¿algún día dejarán de sonar cálidos y usted a buena persona?
R: Hay un punto en el que has de aceptar cómo eres. No es fácil. No me pregunto sobre mi candidez, pero sí sobre el tipo de canciones que hago y las he asumido, me sale lo que me sale. Hay preguntas que ya no me hago.
P: Pese a ser un artista inseguro tiene claro lo principal.
R: Haciendo cualquier cosa, ser padre o componer canciones, sentirte bien haciendo tu papel es muy difícil, Y haciendo música ahora siento que hago lo que debo de hacer. No me ha pasado siempre. Hago las cosas como las quiero hacer, antes pensaba mucho cómo hacerlo, cuál era la forma… Haber solucionado esto creo que me hace ser mejor artista. Sigo siendo inseguro, pero desde mi espacio como persona encajo en mi espacio como músico, me siento cómodo, no he de impostar, me siento yo mismo. Y me siento bien así.
P: Entre otras cosas, sus letras se preguntan por el sentido mismo de la vida.
R: Sí, pero hay que considerar dos aspectos. Primero que no me tomo en serio a mí mismo, algo horrible. Segundo es que cuando escribo canciones, cosa que obviamente no hago cada día, son momentos de reflexión fruto de la búsqueda: soy yo, con mi guitarra, solo, pensando qué hago con mi vida: ¿qué me va a salir?
P: El público, en especial el joven, acepta en las letras del pop y del rock las ideas que no aceptaría de sus mayores.
R: Cierto, pero hay una cosa muy sutil que todo lo cambia, la posición desde la que lo haces, de aleccionamiento o de honestidad. Las letras no honestas me alejan del artista. Por el contrario, hay mensajes que igual no me interesan o no me llegan, pero si están formulados con honestidad, pues me interesan, me atraen. Las letras con mensaje son peligrosas. Me sorprende que haya gente que piense que eso es hacer política, mientras que las letras menos explícitas no son políticas. La política es cómo haces las cosas y cómo las explicas, no solo el mensaje. Fiarlo todo al mensaje puede conducir al populismo. Una vez me dijeron que lo bueno de mis letras es que no molestan. Me gustó, porque a veces las letras son buenas no por lo que dicen, sino por lo que no dicen.
P: Ya, pero tras tanta pregunta existencial sin respuestas, la última canción nos dice que al final todo se acaba. Lo más elemental.
R: Tenía claro que sería la última canción del disco, lo veía como un final perfecto. Fue la primera que compuse, mientras que la última que escribí es la que abre el disco, diciendo que ya no soy quien era. Todas las preguntas tienen como respuesta que todo se acaba, todo tiene un final. Da miedo pensarlo. Cuando acabé esta canción lloré de emoción, desconsolado, todo lo que amas también se acaba. La entendí y me puse triste. Pero fue revelador, pues vi que aún podía escribir canciones que me emocionasen.
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