Las memorias del emérito irrumpen en plenos preparativos del 50º aniversario de la monarquía
‘Reconciliación’ se publica hoy en Francia y la editorial Planeta lo lanzará en España el 3 de diciembre, pasada la efeméride


Las librerías en Francia levantarán la persiana este miércoles con un esperado ejemplar: Reconciliación (Stock, 2025). Pese a que la semana pasada se empezaron a filtrar algunos extractos del libro de memorias de Juan Carlos I, hoy el público ya podrá desgranar a lo largo de más de 500 páginas lo que fue la vida de Juan Carlos I, desde su infancia en el exilio hasta su retiro voluntario en Abu Dabi, pasando por episodios trascendentales en la historia del país como la Transición, el 23-F o su abdicación.
Para comprar el libro en España y en español, sin embargo, habrá que esperar hasta el 3 de diciembre, cuando la editorial Planeta lo publique dejando pasar así la celebración del 50º aniversario de la monarquía parlamentaria. Unos fastos a los que La Zarzuela, en previsión del cóctel que representa todo esto, no ha invitado al que fuera su máximo representante durante casi cuatro décadas. A lo anterior, además, se suma que Juan Carlos I se encuentra de regatas en Sanxenxo (Galicia), lo cual genera una mayor expectación a las posibles reacciones que desate la publicación. En La Zarzuela ya avisan: no se habla del tema.
El libro tiene siete partes, en las primeras el emérito aborda el primer drama que irrumpe en su vida y que le “marcará para siempre”, la muerte de su hermano mayor, Alfonso de Borbón, mientras ambos jugaban con un arma. “No me gustaba hablar de ello y es la primera vez que lo hago”, escribe. “No teníamos ni idea de que quedaba una bala en la recámara (…) Murió en los brazos de mi padre. Hay un antes y un después. Me resulta todavía difícil hablar de ello y pienso en ello todos los días (...) Sin su muerte, mi vida habría sido menos oscura, menos desgraciada”, escribe.

Los recuerdos de Juan Carlos I comienzan en Portugal, donde vivía exiliado con su familia. Franco envió a Lisboa su vagón personal ―el mismo en el que el dictador español fue a visitar a Adolf Hitler en su famoso encuentro en Hendaya (Francia)― para que le recogiera y le llevara a Madrid, donde ingresaría en un internado. “Sentí un nudo en el estómago, ya tan inquieto por ir a ese país que era el mío pero que no conocía, del que apenas hablaba el idioma, sin ningún miembro de mi familia, hacia una nueva escuela que me intimidaba”, recuerda el rey emérito. Ahí comenzó su contacto con España. Y con Franco.
Fue el general el que se empeñó en que el que luego designaría como sucesor no solo recibiera formación militar en los tres ejércitos, sino también una educación religiosa, política e intelectual determinada, lo que para Juan Carlos significaba que Franco “tenía planes” para él. En el libro, el rey emérito habla de su buena relación con el dictador, casi paternofilial ―él no tenía hijos varones―, y escribe negro sobre blanco que, cuando Franco agonizaba, él estaba “convencido” de que ni sus “peores enemigos” le deseaban semejante final.
Sin duda uno de los capítulos más esperados de Reconciliación es el del intento de golpe de Estado, pese a que no revele nada que ya no se sepa sobre la asonada militar del 23 de febrero de 1981. “Es una de las noches de las que me acordaré siempre. Y creo que también todos los españoles. Tengo aún dudas y preguntas sobre cómo se desarrollaron los hechos y la implicación de algunos. La única certeza es que los militares intentaron, con las armas, burlar la joven democracia española, mi obra, y no podía tolerarlo”, escribe.

Cuenta Juan Carlos I que aquella noche un príncipe de Asturias que tenía tan solo 13 años empezó de verdad a prepararse como futuro Rey; también que el general Armada lo traicionó; o la famosa anécdota de que cuando apareció en las televisiones de todos los españoles para frenar el golpe solo llevaba puesto la chaqueta verde militar de Capitán de los Ejércitos y que el resto (pantalones, zapatos...) era vestimenta de civil. Es un dato que el propio Rey atribuye a la voluntad de no perder el tiempo en un contexto tan lleno de tensión. La realidad es que Juan Carlos I tardó unas seis o siete horas en salir en la televisión desde que aquella tarde el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero secuestró el Congreso de los Diputados hasta que se dirigió a la nación, a media noche.
El título de sus memorias, Reconciliación, no es casual. Juan Carlos I ha ido colocando el mensaje, a través de la coautora Laurence Debray, de que su intención es reconciliarse con su país. “A través de esas páginas he ido a lo esencial. He intentado que se me entienda mejor, se me conozca, y disipar los malos entendidos. Lo que más me importa es que la Corona me sobreviva y siga haciendo brillar a España, que el espíritu de la Transición que nos ha unido persista por el bien del país, donde querría encontrar mi lugar”, se lee en el libro.
Que permanezca su legado como jefe del Estado y muñidor de una democracia avanzada frente a los escándalos personales y financieros que acabaron con su reinado en 2014, cuando abdicó en su hijo Felipe VI, es una de sus obsesiones. “Medité esta decisión durante mucho tiempo sin confiarla a nadie. Una vez tomada, fue irrevocable”, confiesa. “La España que dejaba (...) no tenía nada que ver con la España que heredé en 1975″, presume. Así que, ya con la “conciencia tranquila” y la institución en manos del “príncipe heredero mejor preparado de Europa”, dice, Juan Carlos I comenzaba una “nueva etapa” de su vida con el “espíritu sereno”.
Una tranquilidad que, sin embargo, explosionó con el capítulo de su vida personal: amantes, amigas íntimas, regalos millonarios de las monarquías del Golfo, donativos, una infanta en el banquillo, un yerno en prisión... Y así, hasta que en verano de 2020, cuando el mundo estaba inmerso en plena pandemia de coronavirus, anunció que se marchaba de España.
El rey emérito dice sentirse abandonado, herido, pero resignado en su retiro en soledad en la capital de Emiratos Árabes Unidos y critica la actitud personal como hijo, no como Rey, que tomó Felipe VI al respecto.
—¿A dónde vas, jefe? ¿A Londres? —le pregunto Felipe VI.
—No, a Abu Dabi.
—Cuídate.
El rey emérito lleva cinco años en Emiratos, aunque visita España de manera intermitente ―y cada vez con más frecuencia― para hacerse chequeos médicos en Vitoria y participar en regatas, fundamentalmente en Sanxenxo, desde donde hoy espera si, pese a todo, se consigue reconciliar, o no.
“Sé que he podido decepcionar a algunos (…) Lo he reconocido en estas páginas. No soy un santo", concluye.
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