Cuando un incendio se adentra en la reserva natural del Lago de Sanabria: “Somos la España vaciada y la quemada”
El fuego de Porto sigue activo en tres focos. La zona acusa la despoblación y los problemas por la limpieza de los caminos

El agua del Lago de Sanabria está turbia, amarillenta. En la orilla, donde se acumula la ceniza, es incluso negra. Y está templada. La imagen contrasta con la de hace una semana, o más bien con la de siempre en este paisaje zamorano. La del agua transparente, propia de un lago de origen glacial con una superficie de 350 hectáreas de extensión, el más grande de España. La zona, dentro de un Parque Natural, está acordonada bajo unas estrictas medidas de seguridad y el sonido de las sirenas es constante. También el ruido de los motores de los hidroaviones. Un helicóptero sobrevuela el embalse, envuelto en humo. Desciende, se carga de agua y se dirige a uno de los tres focos del incendio de Porto (Zamora) que aún este viernes están activos.
La incertidumbre recorre los pueblos de Sanabria desde hace una semana. El jueves 14, un rayo cayó en la Sierra de Valdeinfierno, envolviendo a los vecinos de la comarca —muy pocos de toda la vida, muchos veraneantes cuyas familias nacieron aquí o foráneos en busca de un enclave sinigual para el turismo rural— en su propio averno. Desde entonces, todos han estado hasta las cejas de humo, bajo un sol al que podían mirar fijamente durante largo rato por el velo gris y con el desasosiego por ser evacuados en cualquier momento —8.000 personas han sido desalojadas de 12 localidades durante los últimos días—. Siete jornadas en las que han estado sobre todo imbuidos del miedo por las consecuencias de las llamas para el Parque Natural.
La Sierra de Valdeinfierno pertenece al término municipal de Porto de Sanabria, en el noroeste de la provincia de Zamora, en el límite con Ourense. El pueblo tiene censados 156 habitantes, pero apenas niños. No hay colegio. El último menor iba y venía en taxi hasta A Mezquita (Ourense) para ir a clase tras un trayecto de más de una hora por una carretera de curvas.
La atención sanitaria también es un problema para los vecinos por el difícil acceso. “Aquí llega antes un helicóptero que una ambulancia”, ironiza Ángel Rodríguez, de 65 años, este miércoles, mientras observa a lo lejos la superficie quemada que han dejado las llamas y las columnas de humo aún activas. Hubo incluso una vez que los servicios médicos, tras aterrizar en Porto, se dieron cuenta de que el marcapasos que habían traído no era el que necesitaba una paciente.
Rodríguez sí fue a la escuela en su pueblo. Pero el centro hace 30 años que el centro ya no existe. “Somos la España vaciada y la quemada”, se lamenta, al tiempo que explica todo tipo de circunstancias adversas que reflejan el “abandono”, a su juicio, de las Administraciones públicas. Una despoblación que ha contribuido a la devastación de los fuegos este verano.

Casi el 90% del centenar de localidades afectadas por los incendios forestales de este mes de agosto —con terreno arrasado por el fuego o evacuaciones o confinamientos de población— han perdido habitantes en lo que va de siglo: en algunos municipios del noroeste peninsular por encima del 50 %, según datos recogidos por la agencia Efe. Tanto Porto como los 15 municipios —integrados a su vez por pequeñas aldeas— que conforman la comarca de Sanabria acusan la pérdida de habitantes.
La localidad de Quintana se encuentra en uno de esos municipios, Cabreros. Justo antes de la entrada a las casas, unas 130 vacas están concentradas en una finca de 8.700 metros. Junto a las reses, Ángela Membrive, de 29 años, cuida del ganado. Las reses pastaban en la Sierra de Valdeinfierno, durante la trashumancia, cuando cayó el rayo que generó el incendio. Mantuvieron a las vacas agrupadas, viendo cómo se quemaba el campo del que se alimentan en verano, e incluso pasaron la noche durmiendo en el coche para vigilarlas. Pensaron que las llamas no avanzarían tanto. Pero lo hicieron. Y decidieron bajar a los animales hasta la finca. “En cuestión de siete días, el fuego se llevó nuestra sierra por delante”, relata Membrive, que lleva toda la semana sin dormir. Algunas reses siguen arriba y se coordinan con otros ganaderos, que vigilan el estado del fuego, por si también tuvieran que bajarlas.
Membrive se queja de que muchos dueños de las fincas —principalmente los que ya no crían ganado ni cultivan el campo, no limpian los hierbajos ni la maleza. También asegura que los Ayuntamientos no hacen lo propio en las zonas que son de su competencia. Y censura que los infractores no sean multados. Fuera de la época de calor, se distribuyen bandos entre los municipios ordenando a los vecinos el desbroce. Membrive critica a su vez que el Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León tampoco limpien los caminos de los pueblos o de los bosques que le corresponden, lo que contribuye a la propagación del fuego, sostiene. “Ahí arriba es la selva”, subraya, aludiendo a los montes.

El problema de la falta de limpieza de bosques y campos como una de las causas de propagación de los incendios es una constante que se repite en los focos de las comunidades más afectadas por este insólito agosto de incendios: Extremadura, Galicia y Castilla y León. En Sanabria, la polémica se acentúa porque es un Parque Natural, y muchos de los vecinos consideran que hay innumerables trabas para pedir permisos. Ángela Alonso, de 70 años, coincide con esa tesis. “Medio Ambiente no nos deja limpiar. Cuando la dana de Valencia pensé: ahí ha sido la riada y aquí va a ser el fuego, con todos esos robles y la maleza”, asevera Alonso a las puertas de Quintana. Ella camina sin mascarilla, pero hay quienes, aún este miércoles, se tapaban boca y nariz por el humo. “Tengo pánico, tengo miedo. Ya era una pena cuando se quemó la Sierra de la Culebra. Y ahora esto, nuestro lago”, lamenta la septuagenaria. “Lo que ahora son robles antes era sembrado. Y se podían hacer quemas controladas”.
Fuentes de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León explican que la responsabilidad de la limpieza de los caminos es de los dueños de los mismos. En su mayoría son los Ayuntamientos u otras entidades locales o mancomunidades de propietarios, restando algunos espacios bajo demarcación autonómica. En cuanto a la posibilidad de cortar o no la vegetación, detallan que los parques naturales, como el Lago de Sanabria, “son lugares con especies protegidas y no se puede desbrozar sin conocimiento de lo que se elimina”. Cada espacio natural protegido tiene su propio plan de ordenación, que busca proteger los valores naturales que originaron la declaración de ese espacio como protegido. En el Lago de Sanabria se puede desbrozar, pero con una autorización que los vecinos consideran que llega muy tarde.





El experto en Prevención de Incendios Forestales Paco Castañares indica que no liberar de matorral y hierbajos los campos y las zonas que rodean los pueblos contribuye a la propagación del fuego, aunque no es la única causa. “Las cargas de vegetación que hay, que llamamos combustible, influyen en cómo se propagan las llamas. Pero también hay condiciones atmosféricas que provocan las altas velocidades de propagación”, explica Castañares.
Exdirector de la Agencia de Medioambiente de la Junta de Extremadura con el PSOE, Castañares pone el foco, además, en que los pequeños ayuntamientos no tienen capacidad para la prevención de los incendios forestales y pide a las comunidades implicarse. “Dejen de enredar con las cosas que son tan importantes”, reclama. El experto también apunta a la despoblación como otro de los motivos de la crítica coyuntura vivida este año, porque hay menos tierras labradas o destinadas al ganado, lo que se traduce en más “combustible forestal”. Y además porque ya no se extrae leña, lo que influye en la proliferación de matorral, aduce.
En Sanabria, las medidas de seguridad impuestas por el dispositivo coordinado por la Junta de Castilla y León tras iniciarse el fuego de Porto, la semana pasada, han ido in crescendo. Además de los municipios evacuados, el área del Lago de Sanabria está acordonado y bajo unas estrictas medidas de control. Ni siquiera la prensa puede acercarse con una autorización especial.
En uno de los senderos rurales que parten de uno de los pueblos, la falta de limpieza del camino es palpable. En muchos puntos, las hierbas cubren la vía. Y en sus márgenes hay muchos arbustos. Al final del camino, aparece el Cámping Los Robles, que fue desalojado. Por la carretera contigua, en un lapso de 10 minutos a las 16.00 horas de este miércoles, circula una patrulla de la Guardia Civil, un coche del Ejército Aéreo, varios de Protección Civil y uno de la Unidad Militar de Emergencias (UME). La mezcla entre el ruido de las sirenas y el del helicóptero, sobre el agua turbia del lago, y el cierre al paso de los ciudadanos, genera la imagen de un campo de batalla.
Las fuerzas de extinción continúan trabajando sobre los tres focos activos del incendio de Porto. “Que se controle no significa que se apague”, señala Esther Iglesias, directora del Operativo de Extinción, a última hora de este miércoles en el puesto de mando avanzado de Casa del Parque Natural Lago de Sanabria y Sierras Segundera y de Porto. Detrás de Iglesias, varios brigadistas manchados de ceniza acusan el cansancio y denuncian falta de medios. El rayo caído en Porto quedó latente, es decir, con el calor debajo de la tierra, y eso terminó ocasionando el desastre. Hubo dos reactivaciones y finalmente se expandió. Varios vecinos señalan que no se actuó a tiempo.
Desde entonces, efectivos de Castilla y León, del Ministerio de Transición Ecológica, de la Unidad Militar de Emergencias, de la Diputación de Zamora, de Cataluña y franceses se baten para evitar su expansión. El viento y la ubicación de los focos, de muy difícil acceso, han generado condiciones muy desfavorables. Además los medios aéreos han tenido que parar en algunos momentos por el intenso humo.
A unos kilómetros del centro de mando, en Paramio, vecinos de esta aldea se concentran en la plaza, junto a la iglesia del pueblo, en la que aún se puede tirar de la cuerda para alertar con la campana que viene el fuego —lo que se conoce como llamar a fuego—.
En julio, Sanabria estaba hasta los topes, con turistas atraídos por el enclave rural y el clima —el aumento de las temperaturas incrementa sus visitantes, paradójicamente—, que se suman a quienes en verano marchan al pueblo de sus padres. Pero en las últimas jornadas, el tiempo se ha parado. Algunos se fueron por los desalojos. Otros se quedaron, pero sin poder bañarse en las pozas o realizar actividades acuáticas en el lago. También con dificultades para dormir. Las fiestas de Paramio empezaban este viernes, y aunque la situación está más controlada, lo más probable es que se cancelen. “No estamos para celebrar nada”, señala María Maisonave, de 44 años, que vive en Pozuelo (Madrid). Su familia es de Paramio y cada agosto desde que era niña regresa a su pueblo. Ahora con su marido y sus dos hijos. “El agua siempre ha estado cristalina desde que entrabas en las playas que hay. De hecho, podías ver peces nada mas entrar desde la orilla. Veremos si cuando caigan las primeras lluvias sigue siendo igual”, concluye Maisonave.
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