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El fuego vuelve a la sierra de la Culebra, el epicentro de los incendios en 2022: “¿Alguien sabe rezar? Que rece lo que sepa”

Los incendios de Zamora reaparecen en la zona arrasada en 2022 entre la frustración de los vecinos por el abandono

Varios jóvenes de las comarcas de Alba y Aliste cargan con los batefuegos para luchar contra las llamas, este martes en Losacio (Zamora).
Juan Navarro

En la sierra de la Culebra (Zamora) ya no había nada: ni vida ni árboles para alimentar al fuego. El paraje, fúnebre en lo ecológico y lo emocional, revive la catástrofe de 2022, cuando se quemaron 60.000 hectáreas y murieron cuatro personas. El incendio iniciado en Puercas este lunes por la tarde ha cruzado parcialmente el umbral sur de la sierra y galopa hacia Losacio (89 habitantes), donde cayó el rayo maldito que redondeó la tragedia de hace tres años. Los lugareños condenan el “abandono” y miran al cielo como rogando a Dios o a los hidroaviones que contengan las llamaradas. Los vecinos han jugado sus bazas arando los terrenos alrededor de los pueblos para entorpecer al fuego, pero saben que los milagros se ejecutan con manguera, helicóptero y política, lo que faltó en 2022. “Estamos desatendidos y nos dejan tirados en la España vacía”, lamentan.

El viento despeina a los vecinos que contemplan con impotencia las llamas, a ratos controladas, a ratos asalvajadas, en una ola de calor fatal para Castilla y León, particularmente Zamora y León, víctimas de un carrusel de incendios. Varios, intencionados, sospechan los vecinos de Puercas. Lunes, seis y media de la tarde: calorazo y viento. De repente, chispas junto al cementerio. El aire hizo el resto, lamenta Rocío Macho, de 28 años, desesperada porque hace tres años también sufrió el humo envolviendo Zamora. “Sabíamos que iba a pasar esto”, denuncia la joven, porque ni los montes se han limpiado, ni se ha mejorado el dispositivo de bomberos, ni se revierte la despoblación, lo que priva de ganado y atenciones a la sierra. “Este año nos toca a nosotros”, suspira, pues Puercas se libró en los anteriores embates. También ayudaría, enfatizan, que el alcalde se tomara en serio las peticiones vecinales de controlar los terrenos no desbrozados, yesca para cualquier mecherazo: “Estamos cansadas”.

Esos focos que a mediodía consumían, perezosos, el monte bajo de estos parajes, pronto se desperezan merced al viento que agita las aspas de los molinos eólicos. Los 35 grados de la tarde se combinan con las rachas de viento para resucitar los rescoldos. Vuelve el olor a quemado, vuelve el cielo a ratos negro, a ratos gris, a ratos morado, a ratos naranja, vuelven repentinas nubes de humo envolviendo carreteras, vuelve la impotencia. Francisco Javier Enríquez, de 50 años, contempla a las cuatro de la tarde el desastre. Los medios aéreos que por la mañana refrescaban la zona y domaban el fuego han desaparecido, quizá requeridos en otros puntos calientes de la comunidad, como en el no tan lejano incendio de Molezuelas de la Carballeda (Zamora), que ha avanzado hacia el sur de León. “El problema es que no hay medios, no hay nada”, habla Enríquez muy cerca de una vieja estación ferroviaria tomada por la vegetación. Al lado observa Karla Luis, de 20 años, frustrada porque en su pueblo, Olmillos de Alba, el alcalde tampoco se pone serio para que la gente limpie sus parcelas. Raúl Aparicio, de 21, alude directamente al “abandono”, mantra rural especialmente cuando arde el monte: “No queda ganado, las praderas y los valles estás así de altos…”.

Un bombero lucha contra el fuego en la localidad de Losacio (Zamora), este martes.

Cinco de la tarde, carretera hacia Losacio. A la derecha, un nubarrón de humo se convierte en una lengua rojiza de fuego. Va a más ante la impotencia de los presentes. Ninguno es bombero forestal, no hay ningún medio oficial ante este flanco derecho, no resuena el motor de los hidroaviones, tan solo hay un retén de cinco personas vestidas de amarillo, con cubrebocas y a la espalda “Junta de Castilla y León”. Acuden como voluntarios y tapan sus nombres porque si salen en las fotos habrá reprimenda o algo peor. La presencia de bomberos de verdad contiene a los vecinos que iban decididos a encararse con el frente, uno sobre una moto y con una sulfatadora a la espalda.

-¡Dicen que igual llueve! Llamad al cura y que saque los santos. Es lo único a lo que podemos agarrarnos.

La ventolera que empujaba el frente hacia Losacio cambia de repente y apunta en dirección contraria, hacia una Abejera que en 2022 sirvió de refugio para las localidades colindantes y hacia la que ahora se encamina el mal. Seis heridos, un coche ardiendo, pajares y patios arrasados. La ola de fuego devasta el pueblo y deja a una brigada aficionada, vecinos voluntarios, sustituyendo a esos bomberos autonómicos inexistentes armados con batefuegos y ramas de roble que cortan junto a unas viñas. El azote ardiente ha zurrado a Abejera a cambio de dejar tranquilo a Losacio pese a lo que parecía.

El municipio, evacuado, aún conserva algunas almas. Seis se sientan a la repentina y relativa fresca en la terraza del bar cerrado. Comentan que a uno se le han acabado las sandías de huerto, otro ofrece pepinillos. Pronto hablan de futuro y pasado. Uno cree que no hay esperanza, otro matiza: “Se acaba la gente, no los pueblos”. Su interlocutor duda: “¿Quién quedará aquí en 20 años?”. Luego se acerca a los periodistas y comenta las promesas políticas con el pesimismo de quien ya se las creyó y nunca disfrutó: “Pues al [presidente de Castilla y León por el PP, Alfonso Fernández] Mañueco se le ha llenado la boca con que pagarán los daños de todos los incendios. Aquí había 10 zonas afectadas, han pagado solo dos, a uno 5.000 euros, a otro 2.000 y a una casa le han limpiado los escombros”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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