El alivio del calor atenúa la voracidad de los fuegos
La situación mejora ligeramente en Extremadura y Castilla y León, pero en Galicia los equipos de extinción advierten de que solo la lluvia puede apagarlos

El fin de la ola de calor ha atenuado la voracidad de los incendios que llevan más de una semana arrasando aldeas y parajes de gran valor natural en el noroeste de España, pero nadie se atreve a vaticinar cuándo se controlarán y apagarán las llamas. El alivio del calor ha mitigado su avance y la amenaza a núcleos habitados, pero se trata de fuegos de gran magnitud y comportamiento impredecible que siguen a merced del viento y de la sequedad del terreno. Entre los miembros de los equipos de extinción reina la cautela. “Puede que no surjan nuevos focos, pero con la envergadura que han tomado, esto solo lo para la lluvia”, advierte Xoan Lois Cabreira, bombero forestal de una de las brigadas de la Xunta que acumula jornadas extenuantes en Ourense. “Como no llueva pronto... Son incendios que han cogido vida propia”, apunta un experto agente forestal gallego sobre unos pronósticos meteorológicos que no prevén precipitaciones a corto plazo. Interior ha informado de que 21 focos de nivel 2, el máximo nivel de riesgo, continúan activos en España.
Los presidentes de Galicia, Extremadura y Castilla y León, las tres comunidades del PP asoladas por las llamas, dejan asomar su optimismo. La extremeña María Guardiola confía en el control de los fuegos “porque la meteorología va a ser cada vez más favorable”, y el gallego Alfonso Rueda ve en el aumento de la humedad “una ventana de esperanza”. En Castilla y León, el presidente Alfonso Fernández Mañueco también subraya la mejoría de la situación, aunque la Junta mantiene el nivel de “alarma extrema” de incendios en León, Zamora y Salamanca hasta el viernes. Hasta ese día se prevé que persista el riesgo por las condiciones meteorológicas extremadamente adversas.
En Ourense, el número de focos activos pasó este martes de nueve a siete y, gracias a la caída de las temperaturas, las brigadas antiincendios han logrado estabilizar otros cinco, entre ellos el de Maceda, que llevaba más de una semana ardiendo con 3.500 hectáreas devastadas. Con todo, los fuegos más graves siguen fuera de control. El que no deja de crecer es el del municipio de Larouco, que en seis días ha quemado 20.000 hectáreas, según la Xunta.

Esta cifra, que el satélite europeo Copernicus eleva a 43.000 hectáreas, sitúa al incendio de Larouco como el más grave de la historia de Galicia, donde este año van 67.000 hectáreas calcinadas. Sobre la enorme diferencia entre la superficie de su balance y la que recoge por satélite el Sistema de Información de Incendios Forestales de la Comisión Europea (EFFIS, por sus siglas en inglés), la Consellería de Medio Rural esgrime que las suyas son cifras provisionales que además no incluyen el terreno agrícola, solo el forestal (monte raso y arbolado). El fuego de Larouco, que amenaza la Reserva de la Biosfera de la sierra de O Courel, ha rebasado en destrucción al de Chandrexa de Queixa, que los cálculos publicados por el Gobierno gallego mantienen desde hace dos días en unas 18.000 hectáreas sin que se dé por estabilizado.
En Castilla y León aún se mantienen 29 fuegos activos, pero Mañueco sostiene que ninguna población está en riesgo por las llamas. La orden de desalojo para los vecinos de la decena de pueblos del Valle de Valdeón, en la vertiente leonesa de los Picos de Europa, se ha desactivado. Los residentes que se quedaron para ayudar a los cuerpos de extinción se desplazarán ahora al municipio de Riaño, a 28 kilómetros. Allí colaborarán en las tareas de desbroce de esa localidad porque aún preocupa el flanco del fuego llegado de Barniedo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó este martes otro de los fuegos más graves, el de Jarilla (Cáceres), que ya se ha llevado por delante 15.500 hectáreas al norte de Extremadura tras cruzar a la provincia de Salamanca. Este incendio, sin embargo, ya no da tanto miedo a los residentes de los pueblos cercanos. Todos los vecinos de municipios desalojados han podido volver a sus casas este martes por la tarde. Mientras tanto, las llamas siguen activas y descontroladas en lo alto de la montaña, pero sin riesgo de que penetren en ningún casco urbano. En este momento hay dos focos localizados, uno que baja lentamente por la ladera del Valle del Jerte y otro en lo alto de la Sierra de Béjar, ya en la provincia de Salamanca, en un pico llamado Pinajarro.
En Jerte y Tornavacas, los municipios hacia los que avanza el fuego a varios kilómetros de distancia, el ambiente es casi de normalidad. Los estancos están abiertos, los talleres de coches funcionando, hay una hormigonera preparando cemento para una obra y grupos de gente tomando algo en las terrazas. Lo único que hace sospechar de que hay fuego cerca es una densa niebla de humo blanco que se ha quedado estancada entre las montañas.
Mientras que algunos vecinos no se quitan la mascarilla, otros aprovechan la bajada de temperaturas para echar mano a la bicicleta e irse a hacer kilómetros por carreteras de montaña cercanas al fuego.

Las pavesas, trozos de ceniza incandescente que viajan por el aire, son una de las principales preocupaciones. Aunque las condiciones han mejorado respecto a los días anteriores, la temperatura sigue estando por encima de los 30º, la humedad relativa por debajo del 30% y las rachas de viento por encima de los 30 kilómetros por hora. Eso hace que haya un riesgo alto de que se reactiven zonas del incendio que a simple vista parecen extinguidas o que se propague por zonas aún no quemadas. Sin embargo, las previsiones meteorológicas mejoran de cara a la noche y serán favorables para los trabajos de extinción de este miércoles.
Varios vecinos de la Garganta (Cáceres) han cruzado los pocos metros que les separan de la provincia de Salamanca para mirar el incendio que hay en la Sierra de Béjar, que estos últimos días ha amenazado con extenderse a Candelario y a su municipio. Miran las llamas a lo lejos, con la preocupación de que se destroce un entorno natural muy valorado para la gente de la zona, pero al mismo tiempo con la tranquilidad que da tener los deberes hechos. Durante los últimos tres días, los vecinos del pueblo se han coordinado con los de alrededor para trabajar en un cortafuegos improvisado que se extiende casi un kilómetro de largo. Allí han sudado por igual ganaderos y alcaldes de municipios cercanos a los que no movía hacerse la foto que nunca llegaron a hacerse, sino la voluntad de salvar sus casas y las de sus vecinos. “Si el fuego pasa a La Garganta, los siguientes somos nosotros”, explica Ángel Miña, alcalde de Puerto de Béjar.

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