Ir al contenido
_
_
_
_

La polarización política por los incendios llega a los pueblos

La sensación de abandono entre los vecinos afectados por los incendiados reproduce la tensión de Madrid

Varias personas trabajan en la extinción del fuego en Abejera, Zamora.
Jacobo García

El jueves pasado, en Zamora, un alto cargo de la diputación llegó a Castromil, un pequeño pueblo de 90 habitantes en invierno y 150 en verano, en la frontera con Ourense y con Portugal. Desde el martes, el fuego cercaba peligrosamente el pueblo y las autoridades habían ordenado su desalojo. A 48 kilómetros de ahí, en Puebla de Sanabria (Zamora) estaba todo preparado para recibir a los evacuados, principalmente niños y veraneantes. En el local habilitado por el alto cargo de la diputación había camas para todos, comida, médicos y hasta psicólogos. El funcionario estaba convencido de que lo había hecho todo bien, así que al día siguiente se acercó al pueblo para interesarse por los incendios. Y las protestas fueron contra él.

Un hombre caminando con dos guardias civiles pegados a la espalda sin estar detenido solo puede ser alguien importante. Así que, cuando los habitantes de Castromil, que llevaban tres días sin pegar ojo dándose relevos para vigilar las columnas de humo de la ladera, lo reconocieron, se fueron contra él. “Déjate de fotos y ponte a apagar el fuego”, gritó uno. “Mucha foto, pero luego no volvéis”, dijo otro. “Estaréis contentos, eh, y ahora, a seguir cobrando”, añadió un tercero. El caso es que la Guardia Civil terminó aligerando el paso al alto funcionario para dar por concluida la visita cuanto antes.

El recorrido en helicóptero de Pedro Sánchez este domingo por las zonas afectadas fue otro termómetro de lo que se cuece abajo. El temor a un segundo Paiporta obligó a controlar cada milímetro de una visita muy delicada. En Ourense, Sánchez siguió la evolución de los incendios en las pantallas del centro de coordinación, y en Villablino, León, eligió a un alcalde socialista para que le guiara por un monte inaccesible del Valle de Laciana alejado de cualquier bombero o vecino. Un grupo de vecinos logró ver, a unos 200 metros de distancia, al presidente mientras recorría los 20 pasos que separaban el coche del helicóptero. De entre los curiosos se escuchó un grito: “Sánchez estamos contigo…” y el presidente sonrió y saludó. Acto seguido se escuchó otra voz: “Anda y vete para Cataluña”. Y ahí terminó todo. Una vez que despegó el helicóptero de Pedro Sánchez y el ministro Grande-Marlaska, la gente siguió a lo suyo, que en Villablino era ponerse la mascarilla, quedarse en casa y cerrar puertas y ventanas.

Aunque los bomberos forestales de las comunidades autónomas y la Unidad Militar de Emergencias (UME) se dejan la piel tapando fuegos, al pie de las llamas, una sensación de orfandad recorre Cáceres, Zamora, Ourense, Palencia, León. La visita de Alberto Núñez Feijóo al centro de control de Palacios del Sil se mantuvo en la misma línea al visitar una caravana de Protección Civil por la que solo pasó unos minutos para hacerse la foto. Mientras tanto, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso daba una rueda de prensa junto a bomberos de Madrid, a la misma hora que el presidente llegaba a León.

La realidad política en pueblos de 30 vecinos es muy diferente a lo que se vive en la política nacional. La gente vota “a Ramón, que lo conocemos de toda la vida, a Ernesto, que siempre ha sido muy honrado, o a Carmen, hija del último maestro”. Las siglas ocupan un lugar secundario frente al nombre o el apellido de un vecino de toda la vida. Sin embargo, “la polarización que se vive a nivel nacional está llegando también a los pueblos, a nivel local”, se quejaba este sábado una concejal de Oliva de Plasencia, en Cáceres, donde el fuego de Jarilla ha arrasado casi 11.000 hectáreas, al ver que la contienda política que se vive en Madrid se ha trasladado también a sus vecinos, con pugnas a nivel local, en medio de la oleada de incendios. Y la carga de culpas entre administraciones. “Todos los políticos son iguales, me dan igual unos que otros”, vociferaba otra vecina de Hervás (Cáceres) mientras veía las llamas encima de su casa, este domingo.

Vista del área quemada en Cabezabellosa, Cáceres.

Aunque no siempre es así. En la montaña palentina, en la frontera con Cantabria, las llamas devoraron una superficie similar al casco urbano de Valladolid, más de 3.300 hectáreas del parque natural. Sin embargo, dos alcaldes, uno del PP y otro del PSOE, hablan, movilizan a sus vecinos y coordinan propuestas movidas por una idea tan básica como sencilla: el enemigo es el fuego y la casa de ambos es la montaña.

Mariano San Abelardo, alcalde de La Pernía, del PP, opina que se actuó tarde y faltó coordinación, dice con los ojos entre lágrimas pensando en los osos que ahora caminan desconcertados sobre una montaña color carbón. Para el alcalde de Cervera de Pisuerga, Jorge Ibáñez, del PSOE, aunque llegaron cientos de bomberos, se perdieron muchas horas “porque no se nos valoró”. Los alcaldes, del PP y del PSOE, coinciden en que ningún plan a futuro saldrá bien sin contar con ellos para enfrentar veranos de más de 30 grados, donde antes no superaba los 25. “Cuando pase todo esto”, dicen sobre el fuego que ahora llega a los vecinos Picos de Europa, “presentaremos una lista de cambios urgentes para que esto no vuelva a repetirse”.

“Ya sé que la competencia de los incendios es de la Junta de Castilla y León, pero por qué no están aquí todos los militares”, protesta un vecino de Castrotierra, a 12 kilómetros de La Bañeza, en León. A la sensación de falta de medios se suma un descontrol competencial difícil de entender sobre el terreno.

En el incendio que se declaró en las montañas que separan Zamora de Galicia, debido a un acuerdo entre las comunidades autónomas, los bomberos forestales solo pueden actuar en caso de incendio dos kilómetros dentro de la comunidad vecina. Para ir más allá, el asunto se atora en trabas, competencias y el nivel de alerta declarado, aunque les separe la misma montaña. En otros casos, la descoordinación entre comunidades del mismo signo político roza lo absurdo. La orden de desalojo que el pasado jueves llegó a Castromil solo aplicaba para el lado zamorano pero no para el Castromil gallego, aunque las llamas ya entraban al pueblo y solo está separado unos metros del primero.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_