Ir al contenido
_
_
_
_

El fuego castiga el santuario de osos y robles de la Montaña Palentina

Las llamas devoran una extensión similar a la ciudad de Valladolid en el parque natural

Varios agentes dan la batalla contra el incendio en Montaña Palentina.
Jacobo García

La Montaña Palentina cumplió a primeros de agosto 25 años de haber sido catalogada parque natural. Para celebrarlo se organizaron charlas divulgativas, talleres, conferencias y hasta el grupo Los Secretos ofreció un concierto. Era el punto álgido de un ambicioso programa coordinado por la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de Castilla y León. Con esta celebración, decía la nota de prensa, la Junta buscaba “acercar a la ciudadanía los valores naturales, culturales y sociales de un espacio que simboliza el compromiso de Castilla y León con la conservación del patrimonio ambiental. Con una inversión cercana a los 20 millones de euros en un cuarto de siglo, el parque no solo ha protegido su rica biodiversidad, sino que también ha revitalizado los pueblos de la comarca, convirtiéndose en un modelo de equilibrio entre el cuidado del medioambiente y el bienestar de sus habitantes”.

Una semana después, todo esto ―el compromiso de las instituciones, el modelo de equilibrio y una parte importante de su biodiversidad― ardió siguiendo la macabra concatenación del resto de los fuegos que arrasan Castilla y León. Cuando empezó en la montaña palentina, se estaban quemando las Médulas y cuando se sofocaron las Médulas ardió la zona de La Bañeza.

Ubicado en la frontera entre Cantabria y Palencia, los 12 pueblos que alberga el parque natural en Palencia, con joyas como el valle de Pineda, uno de los glaciares mejor conservados de Europa, siguen con el corazón encogido tras la llegada de un fenómeno nuevo a la zona: los incendios.

Sentado en una mesa del bar del pueblo, al alcalde de La Pernía se le escapan las lágrimas imaginando al medio centenar de osos pardos que habitan estas montañas caminar a la deriva sobre un suelo color carbón aún caliente. Pero no solo se trata de osos. Rebecos, lobos, ciervos, nutrias, búhos o buitres leonados se han visto afectados por un fuego que ha arrasado más de 3.300 hectáreas de hayas, robles, encinas, sabinas y pinos y extensos pastizales de brezo y pudio que hacen de la Montaña Palentina un lugar único.

Castilla y León habla estos días de hectáreas calcinadas con la naturalidad de quien cuenta kilos de manzana en la frutería. Para dimensionar el tamaño de la devastación el periódico palenciaenlared.es calcula que las 3.300 hectáreas quemadas en los municipios de La Pernía y Cervera equivalen a todo el casco urbano de Valladolid, a dos veces la ciudad de León o tres veces la superficie quemada en la localidad madrileña de Tres Cantos. A la importancia en flora, fauna y geología se suma el valor de una tierra donde nacen ríos como el Carrión y el Pisuerga que alberga algunos ejemplos del románico más puro y bien conservado del mundo. Así que cuando el jueves corrió entre los vecinos la noticia de que nuevos focos estaban operativos, la desazón se extendió entre los vaqueros como el rocío en la mañana.

“¿Dónde estaban los bomberos, los aviones, las brigadas de extinción de incendio entre el domingo cuando a las tres de la tarde se detectaron las primeras llamas y el lunes por la tarde que llegaron los primeros efectivos?”, se preguntaban muchos vecinos indignados por la falta de respuesta durante unas primeras 24 horas que permitieron que el fuego fuera creciendo.

El alcalde de La Pernía, Mariano San Abelardo, del PP, tiene la sensación de que se tardó en actuar y que faltó coordinación con Cantabria a solo unos kilómetros de distancia. “Nos batimos el cobre echando agua, desbrozando, llevando comida…”, dice sobre sus exhaustos vecinos que llevan varios días sin pegar ojo. La noche en la montaña en la que nació, habitualmente negra y silenciosa, ha sido en los últimos días una sucesión de líneas naranjas incandescentes donde el silencio fue reemplazado por quejido de la madera consumida por las llamas.

A las puertas del bar del pueblo, los lugareños comparten la experiencia acumulada estos días sobre las dos formas que hay de atajar un fuego: cortafuego o contrafuego. En el primer caso, se marca y moja una vía para separar la vegetación y en el segundo se quema de forma controlada para que cuando avancen las llamas ya no quede nada que haga de combustible. Y a eso se dedicaron hasta la extenuación los vecinos.

El hijo de Mariano, Álex San Bernardo, pasó aquellos días subiendo y bajando montaña arriba, regando la zona, salvando vacas y parando un fuego que ya alcanzaba la abadía de Lebanza, del siglo XVIII, y que pararon prácticamente a las puertas. Detrás de la abadía, aguardaba la iglesia de San Sebastián, del siglo XVI, exponente del mejor románico.

Álex trabajó aquel día sin descanso hasta que la Guardia Civil le impidió el paso porque habían llegado los primeros efectivos. “Los equipos de incendios deben trabajar con la gente del pueblo. Nosotros sabemos los caminos, dónde es posible cargar agua o cómo llegar más rápido a los picos”, se lamenta. “Respeto mucho el trabajo que hicieron, pero si vienen equipos de Palencia o Valladolid es muy difícil ser rápido y eficaz en horas tan cruciales”, dice señalando Peña Carazo, el impresionante pico que tiene delante.

Para el alcalde de Cervera de Pisuerga, Jorge Ibáñez, del PSOE, aunque luego llegaron cientos de bomberos forestales y aeronaves, se perdieron muchas horas “porque no se le dio la relevancia que tenía. No se valoró bien y hasta la coordinación con Cantabria no funcionó bien”, explica. Un acuerdo existente entre ambas comunidades autónomas permite actuar libremente hasta dos kilómetros dentro de cada provincia, pero más allá, el asunto se atora en trabas, competencias y niveles de alerta.

“Ha desaparecido la ganadería y los campos están abandonados”, dice San Bernardo sobre un fenómeno nuevo como son temperaturas que superan los 30 grados. En este caso está convencido que el origen del fuego fue un rayo.

Sin embargo, vecinos y autoridades coinciden en que la nueva climatología incorpora mayores riesgos que antes y ya no se trata solo de flora y fauna, sino de vidas humanas y pueblos amenazados. Para un futuro mejor, los alcaldes preparan una batería de propuestas que presentarán a las autoridades, entre ellas obligar a perimetrar los pueblos para que estén totalmente limpios de maleza, al menos 100 metros alrededor. Ambos alcaldes, del PP y del PSOE, coinciden en que ningún plan saldrá bien sin contar con ellos y, en realidad, tampoco es necesario que lo aclaren. Cuando se refieren a su casa, nunca queda claro si hablan de su vivienda o de la montaña.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_