Dos incendios en una semana ponen en jaque a Tarifa en plena temporada alta : “No se podía casi respirar”
Los fuegos obligan a desalojar a 3.500 vecinos y visitantes y enseñan las costuras de un crecimiento turístico que no cesa pese a la falta de infraestructuras clave y vías de evacuación

La sinuosa carretera que se desliza por la ladera que da a la playa de los Alemanes de Tarifa apenas da pistas de lo que se cuece detrás de los setos y altas tapias de piedra. A vista de satélite, la perspectiva es casi abrumadora. A ambos lados de la vía y con vistas al Atlántico se despliega una sucesión de amplias parcelas con piscinas, lujosas villas y cuidados jardines de bosques medidamente antropizados. Una de esas casas, dignas de revista de arquitectura, es la de Jose Fernández y por poco la pierde en el incendio que, desde entre el mediodía del lunes y la noche ayer ha arrasado parte de la cercana Sierra de la Plata. “Estuvo muy cerca”, explica el propietario, ya de vuelta a esa vivienda en la que pasa temporadas desde hace 20 años.
Fernández y sus cuatro familiares fueron unas de las 2.000 personas que los bomberos forestales de la Junta de Andalucía tuvieron que desalojar a la carrera de ese paraíso turístico de villas, urbanizaciones y hoteles, surgido tras una recalificación franquista en los años 60, conocido como Atlanterra. El incendio, originado en una paraje conocido como Cueva del Moro y en el que los efectivos se han afanado hasta la noche de ayer hasta estabilizarlo, es el segundo que cerca a Tarifa en apenas una semana. El primero fue en la playa de Valdevaqueros, otro edén, este para los amantes de los deportes de viento, la acampada y un ambiente cuidadamente hippie. Entre uno y otro, el municipio de 419 kilómetros cuadrados de término municipal —en los que se extienden montes y playas casi vírgenes— ha perdido 583 hectáreas de masa forestal, en su mayoría monte bajo.
En plena temporada alta para el sector turístico, cuando la localidad pasa de 18.600 habitantes a una media de 50.000, el municipio ha vivido escenas de tensión y miedo para desalojar a unas 3.500 personas en tiempo récord (1.500 en el primer suceso y 2.000 en el segundo) y ha puesto en solfa el crecimiento turístico constante del municipio, pese a la falta de infraestructuras claves, como carreteras o vías de evacuación. “Lo estamos advirtiendo, pero hasta que no ocurra una desgracia no nos harán caso. Esta vez no ha sido porque el fuego comenzó más arriba”, se queja Juan Clavero, histórico portavoz de Ecologistas en Acción en Cádiz.
Fernández empezó “a oler a quemado” a eso de las dos de la tarde y, apenas en una hora, las llamas ya estaban cercando a las casas y les estaban desalojando. Ana Coscollar, turista en la cercana localidad de Zahara de los Atunes —tan próxima que Atlanterra está más cerca de ese pueblo que de Tarifa—, vio la primera columna de humo cuando estaba paseando en la playa. Apenas le dio tiempo a llegar a casa y ya estaba toda la entidad local autónoma llena de humo. “En pocos minutos, no se podía casi respirar”, recuerda la mujer, este martes impactada al contemplar toda la ladera de Atlanterra “negra”.

Zahara y su vecina urbanización de Atlanterra se han afanado este martes en volver a la normalidad como podían. El fuego ha complicado la faena a los centenares de bomberos desplegados en el flanco más cercano al bosque, donde han tenido que atajar hasta dos reactivaciones, y hasta el final del día no han podido regresar todos los desalojados. Diego Álvarez, del restaurante Terraza de los Jardines de Atlanterra, ha cambiado el día de descanso en su local para emplear toda la jornada en limpiar “toda la ceniza que ha llegado”. “En 15 años hubo otro incendio muy grande, pero este se ha acercado mucho a las viviendas”, apunta el hostelero.
Esa proliferación de fuegos en poco margen es una de las claves que, precisamente, marca Clavero para que los incendios sean más virulentos: “Cuando el monte se quema mucho proliferan las jaras y aulagas, que son pura resina, y se pierde la vegetación que arde menos como el lentisco”. El ecologista apunta a otras claves, como el constante incremento de las temperaturas del cambio climático, la menor presencia de personas que viven en el monte en cortijos haciendo aprovechamientos de la naturaleza y la ausencia de ganado. “Hemos pasado de bosques adehesados con partes de bosques cerrados a que todo sea cerrado”, añade Clavero.
Pero el mayor riesgo que enerva a los ecologistas de Agaden-Ecologistas en Acción está en los crecimientos urbanísticos asociados al turismo y la segundas residencias que llevan años denunciando, en cada zona con su idiosincrasia. En el caso de Atlanterra, solo una vía hace posible el desalojo, mientras que las nuevas promociones de viviendas se han ido sumando, pegadas al bosque. “Si metes una urbanización en el monte con una única salida es una irresponsabilidad ambiental y también política porque pones en riesgo a las personas porque aquello es un paraíso y no reparan en el peligro”, se queja clavero. Fernández se queja de eso y de más servicios que faltan: “El año pasado fue el de los cortes de agua, este el de los fuegos y los cortes de luz. Anoche regresamos a casa a oscuras. Estamos abandonados, pero pagamos 1.500 euros de agua y 4.500 de IBI”.

En Valdevaqueros, la proliferación de campings, hoteles y chiringuitos a lo largo de la carretera sin apenas ordenación urbanística, también complica las vías de evacuación. “Aquello se ha colapsado de instalaciones turísticas pese a ser no urbanizable, es un cúmulo de irresponsabilidades”, denuncia también Clavero. En esta zona, la prueba de estrés se vivió hace apenas una semana, cuando los técnicos de la Junta de Andalucía tuvieron que desalojar a la carrera a 1.500 personas, después de que el incendio de se declarase en una furgoneta estacionada en un camping y corriese hacia el monte cercano. En ese caso, el fuego parece haber sido fortuito, en el de la Sierra de la Plata se investiga la posibilidad de que sea intencionado.
“Cuando hablamos de seguridad no podemos achacar los hechos a una sola causa. Que sea una zona turística solo implica que aumenta la probabilidad de que ocurra un accidente fortuito”, apunta Jorge Benítez, primer teniente de alcalde Tarifa, del partido Nuevos Aires que gobierna en coalición con el PP. Benítez se queja de la situación de los montes, pero no escurre el bulto en la falta de infraestructuras de las que adolecen los diseminados del municipio. “Tenemos el cuarto término municipal más grande de la provincia con zonas turísticas que requieren infraestructuras en condiciones. Desalojar con una sola vía de acceso no es lo mejor. Asumimos nuestra parte, pero tenemos muchas limitaciones porque no recibimos ingresos por ser municipio turístico, necesitamos recursos acordes a esa población real”, apunta el edil.
En medio del debate, Atlanterra luchaba la tarde de este martes por volver al ritmo veraniego de plena temporada alta que el fuego le arrebató un día antes. Los esfuerzos de los bomberos forestales se centraron en controlar el frente de bosque azuzado por constantes reavivados del fuego por el fuerte viento de levante. “Se dan pasos para atrás y otros para delante, sin caer en la desazón”, ha afirmado el consejero de Presidencia, Antonio Sanz, en su último parte de la noche, poco antes de que el fuego se haya dado por estabilizado a última hora de la jornada. Mientras, Coscollar se afana en disfrutar de los tres días más de descanso que le quedan, pero confiesa que le costará olvidar las escenas de contrastes vividas, con gente realojada durmiendo en un colegio y la iglesia y otra que seguía sus vacaciones como si nada. “Es super soez que la gente siguiese de copas. O que en la playa empezaran a decir que todos saliesen del agua y la gente lo hiciese protestando. Sobre todo, la sensación es de tristeza”, matiza apesadumbrada.
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