Los tres años de María sin su marido, el bombero Daniel Gullón: “De su traje y botas solo quedaron las punteras y no ha cambiado nada”
La esposa del brigadista fallecido en los incendios de Zamora de 2022 reclama mejorar las condiciones del sector


Las últimas palabras que escuchó María Fuentes de su marido, el bombero Daniel Gullón, fueron: “Estamos en el infierno”. Era domingo por la tarde, el 17 de julio de 2022, y pocos minutos después el brigadista murió en el fuego. El mensaje de audio quedó como último recuerdo sonoro de este padre de dos hijas arrasado por el segundo incendio de la sierra de la Culebra (Zamora). Fallecieron tres personas más y se quemaron 60.000 hectáreas. De Gullón quedaron la cantimplora calcinada, las puntas metálicas de sus botas y unos centímetros de la manta que cubrió su cuerpo. También su indeleble memoria en la familia que lo llora y en sus compañeros de base, implicados con María y sus hijas para asistirlas en el proceso. “No ha cambiado nada”, lamenta la viuda, quien entre el dolor saca fuerzas para reclamar mejoras para los bomberos, verano tras verano peleando contra las llamas y la precariedad.
“Me sonríe desde el cielo”, reza un tatuaje en el brazo de María, de 56 años, a quien le daban miedo las agujas y la tinta hasta que decidió grabarse en la piel lo que le alimenta el corazón. La casa familiar de Daniel Gullón en Ferreras de Abajo revela que Dani, como lo llaman cuando aluden a él como padre y marido, continúa más que presente: su esposa sigue cuidando del huerto por el que él se deslomaba, la bicicleta con la que entrenaba permanece colgada en el garaje, un cojín con su figura acompaña a María cada noche y varias fotos del hombre, manguera en ristre, adornan la vivienda. La imagen lo muestra concentrado y sonriente, ajeno a la cámara, feliz trabajando con ese traje amarillo que no sirvió para contener la llamarada.

Los restos materiales hallados en la colina de Ferreruela de Tábara donde falleció permanecen en una caja de cartón cuya apertura reabre las heridas y la frustración de la mujer, particularmente indignada por los medios que pone la Junta de Castilla y León (PP), competente en materia forestal, para sus trabajadores. “Me quema mucho el tema de los uniformes que llevaban y llevan, nada ha cambiado”, reprocha la zamorana, antes de reflexionar sobre miserias cotidianas que ella misma sufría: trajes llenos de ceniza que no podían lavarse porque perdían propiedades, dificultades para conseguir repuestos cuando una bota o casco se perdían, guantes impropios de sus labores… Más allá de la precariedad de boletín oficial: en los convenios laborales no los llaman “bomberos” sino “peones forestales” para racanear en sus condiciones, ganan poco más de 1.000 euros mensuales por jugarse el pellejo en el fuego y los contratos apenas duran la campaña de verano.
Daniel Gullón tenía 62 años y era fijo discontinuo: “Daniel se quedó sin nada”. La Junta, tras el revés de 2022, ha aumentado ligeramente los fondos para gestión forestal, pero el gremio insiste en que continúan las estrecheces, sin contratos suficientes ni condiciones dignas. Hace unas semanas se viralizó en redes sociales un mono amarillo donde de la serigrafía “Junta de Castilla y León” solo quedan “NT”, “E”, CTA” “E”.

María Fuentes sabe de lo que habla. Los integrantes de la base de Villardeciervos, donde penaba y disfrutaba su pareja, se han volcado con ella y sus hijas desde la desgracia. Le escriben a menudo, se llevan bien con las chavalas o le consultan cualquier homenaje, como cuando caminaron hasta las Cortes de Castilla y León, a 160 kilómetros en Valladolid, para reclamar mejoras junto a la foto de Daniel. También han preparado una cruz, con una zona verde y una estatua donde se quedó el manguerista. “Yo lo paso muy mal, pero que todo sea para que Daniel siga ahí”, solloza la mujer, valiente para expresar las emociones que la reconcomen y, sobre todo, para difundir la pésima situación del gremio.
Tristemente, cree que la muerte de Daniel no ha servido para que las administraciones asuman la gravedad de los incendios y la escasez de medios. Hace unos días murió otro profesional al caerse en una zona escarpada de Madrid, noticias que la atormentan tanto por la empatía hacia los allegados como por refrescar el horror.
Poco cariño ha recibido de las instituciones. Lo justo, lo protocolario, y pista. Tampoco hace falta más, incide, pero duele cuando se hacen promesas que no llegan. Lo cuenta en una esquina del piso de arriba, donde ha improvisado un altar con reconocimientos para su Dani. Está la foto antes mencionada, hay una escultura de una capa alistana típica de esta zona de Zamora con el lema “A la memoria de Daniel Gullón Vara, brigadista forestal. Dio su vida para salvar la nuestra”, también una rosa en una urna que le ha regalado uno de los bomberos amigos de su marido y un premio, el Batefuegos de Oro, de una asociación de forestales que valoró la figura de Daniel. Falta, de momento, la medalla de oro de Protección Civil a título póstumo, reconocimiento prometido a los pocos meses de la pérdida, pero que solo ha tenido fecha de entrega para este 18 de julio, en Zamora, tras la insistencia del abogado de la familia. Nada se sabe de los 18.000 euros que se conceden a cada víctima en espacios declarados Zona Catastrófica, como las cuatro de la Culebra en 2022.
“Me da igual el dinero, pero si está firmado, al menos quiero que mis hijas tengan una vida mejor”, destaca la madre, que también recibió el seguro de vida del bombero, pero ningún apoyo para asistencia psicológica. Quizá una fracción de esa partida vaya para salud mental, tal vez no, pero nadie de la Junta se ha dirigido a ella para explicarlo y ella no quiere saber más. De momento se encuentra en excedencia para cuidar de una de sus hijas, con parálisis cerebral. La vida tiene que seguir. “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”, rumia con resignación. Si llega algo de dinero se invertirá parcialmente en flores para Daniel, que reposa en el cementerio de Ferreras.

Un chico interrumpe la conversación para despedirse de ella. Es fibroso y tiene unos árboles tatuados en el brazo. Qué coincidencia: el novio de su otra hija, María, era bombero en 2022. A los tres años lo dejó. Ahora trabaja como soldador. Su suegra agradece que viva el fuego de una manera algo más segura.
-Cuanta menos gente tengas metido en eso, mejor. Se nos queda mal el cuerpo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
