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Feijóo, el político mutante

Si en Galicia supo cambiar el birrete por la boina, en el viaje a Madrid se le fueron cayendo, una a una, las plumas de gestor y barón moderado

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante la segunda jornada del Congreso del PP. Foto: Alvaro Garcia | Vídeo: EPV
Natalia Junquera

Quiso ser juez, acabó siendo político y hubiera sido un buen actor, en palabras de otro gallego del gremio, Luis Zahera, que hizo de hermano menor de Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 63 años) en un anuncio navideño en 2020. Lo primero —la judicatura— no pudo ser porque mientras estudiaba las oposiciones, su padre, Saturnino, encargado de obra, se quedó en paro y el primogénito —Feijóo tiene una hermana, Micaela—,decidió preparar unas más asequibles del Cuerpo Superior de la Administración General de la Xunta para aliviar la economía familiar. Para lo segundo —la política—, según le gusta comentar a los periodistas, hubo que insistirle, pero su primer cargo, secretario general de la consellería de Agricultura, lo ocupó a los 29 años de la mano de su padrino, José Manuel Romay Beccaría. Y de lo tercero —la interpretación— hablan los diferentes papeles que ha encarnado en el oficio al que ha dedicado, finalmente, 34 años de su vida. Del birrete —como se conoce en el PP gallego a los profesionales urbanitas que no hablaban en la lengua cooficial— a la boina —el sector rural del partido que ejerció un control férreo de sus feudos—. Es decir, de alinearse con los grupos opuestos a la enseñanza en gallego, a presentarse como el galleguista salido de una pequeña aldea que, en su primer discurso como presidente de los populares recordaba a los suyos que las lenguas “no se combaten, se respetan” para, un año después definir su uso en el Congreso como “karaoke”. Del candidato a la Xunta que reducía a tamaño copyright las siglas del PP en la cartelería electoral; que proclamaba en cada mitin “Primero Galicia y después el partido” y que en 2018, tras la dimisión de Mariano Rajoy, comunicaba entre lágrimas que renunciaba a sucederle porque para él ser presidente de los gallegos era “la mayor” de sus “ambiciones políticas”, al que en 2022 promovió la defenestración de Pablo Casado, el primer y único líder del PP elegido en primarias. Del barón de perfil moderado que en 1982 votó a Felipe González y desde Santiago de Compostela reñía periódicamente a su jefe por arrimarse demasiado a la extrema derecha —“No hemos sabido decirle a la gente que el PP no tiene nada que ver con Vox. A veces hemos cometido algún giro que parecía que íbamos a hacer un Gobierno con Vox y eso ha preocupado a mucha gente”, decía— al que, ya en Madrid, bendijo los primeros pactos de gobierno con el partido de Santiago Abascal y aceptó la posibilidad de compartir con ellos La Moncloa.

Alberto Núñez Feijóo recibe la felicitación de su padre Saturnino, tras tomar posesión como presidente de la Xunta en 2012.

Hasta el estallido del escándalo de corrupción en el PSOE, uno de los principales argumentos de oposición del líder del PP contra Pedro Sánchez eran sus cambios de opinión (sobre Podemos, los indultos, la amnistía, los pactos...). Pero la coherencia no ha sido, tampoco, algo que defina al que este fin de semana ha sido revalidado como presidente de los populares. No hay un Feijóo, sino muchos. Los más entusiastas en el partido hablan de “transversalidad” y lo atribuyen a su origen gallego, ese viejo cliché por el que nunca se sabe si sube o baja la escalera. Los que dudaron de él, sobre todo después de que no lograse gobernar tras el 23-J, son conscientes de que el gallego siempre sabe si sube o si baja, otra cosa es que quiera que los demás lo sepan, y describen la actitud de su jefe de filas como una “ambigüedad calculada” que “a veces funciona y otras no”.

Si en Galicia, donde cosechó cuatro mayorías absolutas consecutivas, supo mutar de birrete a boina, en el viaje de 600 kilómetros a Madrid se le fueron cayendo, una a una, las plumas de gestor y barón moderado, la imagen que él mismo se había ocupado de proyectar en sus frecuentes apariciones en medios de ámbito nacional. Un exdirigente del PP recuerda que en su primer discurso como presidente del partido, Feijóo proclamó, solemne: “Yo no vengo a insultar al presidente del Gobierno. Vengo a ganarle”. Aquel día también prometió alejar la política “de la hipérbole y el enfrentamiento permanente” y fomentar un clima de cooperación: “Mi proyecto es un proyecto de entendimiento. Moderación no es tibieza. Diálogo no es sometimiento”. Todo eso ha saltado por los aires. “Los primeros ofrecimientos de pactos de Estado”, afirma este exdirigente, “se diluyeron pronto y hoy no queda absolutamente nada. Pensar otra cosa es como creer que los Reyes Católicos se casaron por amor. Nadie compra la camiseta del árbitro y en el clima político actual, menos todavía. ¿Por qué Tellado? [Miguel, que acaba de ser nombrado secretario general], porque ahora toca ladrar y morder”. La elección de Tellado en noviembre de 2023 para uno de los puestos de mayor visibilidad, el de portavoz parlamentario, ya había sido una enmienda a la totalidad al primer discurso de Feijóo como líder del partido. En este tiempo, el antiguo fontanero de los populares no solo ha insultado en repetidas ocasiones al presidente del Gobierno (“mezquino”, “capo de la mafia”, “trilero”...), del que llegó a decir que tendría que salir de España “en un maletero”, sino también a magistrados del Tribunal Constitucional, a los que ha descrito como “comisarios políticos”.

En las distintas especies que conviven en el ecosistema de un partido —el doberman, el populista, el gestor, el mitinero...—, Feijóo ha intentado camuflarse, en algún momento, en todas ellas. En el tecnócrata al que Francisco Álvarez-Cascos, otro de sus padrinos políticos, colocaba en la presidencia de Correos (2000-2003), y en el político que acudía en mocasines a un incendio para fotografiarse con una manguera. En el que elegía a un depredador, Tellado, para la portavocía parlamentaria, y al verso suelto, Borja Sémper, para las ruedas de prensa de los lunes. Quería soplar y sorber, captar votos en otros electorados, por el centro, y recuperar a los que se habían ido a Vox, pero las encuestas mostraban cómo volvía a tropezar en la misma piedra que Casado.

Alberto Núñez Feijóo, en Meis (Pontevedra) en 2006, cuando simuló apagar un incendio.

Cuentan fuentes de su entorno que “al principio, le costó adaptarse a Madrid”. “Venía del poder absoluto en Galicia, donde tenía los medios muy controlados”, afirma un veterano dirigente popular, “y esto es otra cosa, pero creo que ha sabido llevar a Isabel [Díaz Ayuso] y aglutinar al partido”. Esa comodidad y mimos de los que disfrutaba en Galicia le jugaron varias malas pasadas en la capital. Feijóo cometía errores de bulto, como confundir el título de la célebre obra de Orwell, 1984, con el año en que se había publicado (1949), porque no se preparaba suficientemente sus intervenciones públicas y no se las preparaba porque durante mucho tiempo no le había hecho falta.

La politóloga gallega Pilar Mera, profesora del departamento de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED, recuerda que desde la Xunta, Feijóo proyectaba al resto del país “la imagen de un hombre de Estado, moderado, educado en las formas, el político de derechas que gusta a los que no son de derechas. En un momento en el que el PP aglutinaba a toda la derecha, esa era la manera de ensanchar la base y en un territorio muy controlado, él podía desarrollar ese papel sin grandes sustos. Pero en el viaje a Madrid perdió el control del terreno de juego, mucho más amplio, con elementos que no podía manejar y que en teoría deberían ser afines y terminó cediendo ante ellos”. Mera pone como ejemplo el acuerdo con el PSOE para renovar, como exige la Constitución, el Consejo General del Poder Judicial, que las presiones internas, especialmente de Isabel Díaz Ayuso, retrasaron durante años.

Alberto Núñez Feijóo conversa con Isabel Díaz Ayuso en el Congreso Nacional del PP celebrado en Madrid este fin de semana.

Con los barones, afirma un veterano cargo popular, Feijóo ha sido “rajoyista”, en el sentido de “dejar hacer”, pero ahí sitúan también varios dirigentes y exdirigentes del PP consultados los principales errores de su mandato en el partido. “Los pactos con Vox previos a las generales nos costaron el Gobierno y a estas alturas es evidente que no ha sabido imponer su autoridad sobre Carlos Mazón, con todo el desgaste que eso supone en un territorio tan importante para nosotros como la Comunidad Valenciana”, resume uno de ellos. Otras veces ha sido aznarista, como cuando recientemente se apuntó, sin prueba alguna que lo refute, a la teoría conspiranoica del pucherazo electoral, que las mismas fuentes consideran “una distracción innecesaria”. “Tenemos todo el viento a nuestro favor”, señala un veterano cargo popular, “porque la corrupción del PSOE ahora se oye gracias a esos audios bochornosos de mordidas y prostitutas. Se trata, simplemente, de no cometer errores como sembrar dudas sobre el escrutinio electoral”.

Los populares consideran amortizado el impacto de las fotos, reveladas por este diario en 2013, de su presidente con Marcial Dorado, contrabandista de tabaco conocido en toda Galicia y más tarde condenado por narcotráfico. El propio Feijóo ha relatado que en 2003, cuando acudió a Manuel Fraga para confesarle que un juez había encontrado fotos suyas en un registro en casa de Dorado, el exministro franquista se echó a reír: “¡Si me contasen a mí las fotos que tengo con contrabandistas…!”. Más dudas generó el líder y candidato cuando no logró formar una mayoría suficiente para poder gobernar tras las generales de 2023. El convencimiento en la victoria, promovido, también, por algunas casas de encuestas, era tal que el partido vivió los resultados como un trauma. En los cuadros de la formación surgieron las primeras críticas por los “bandazos” de Feijóo y su habilidad para distraer la atención de la oposición con errores propios, disparando en todas direcciones, un error que ya cometía Pablo Casado, y que irritaba a menudo a los populares. El gallego heredó los mismos problemas de su predecesor, pero ha llegado a su segundo congreso nacional como líder nacional del partido con un contexto mucho más favorable debido a la crisis del PSOE. “Catorce años, como estuvieron Aznar o Rajoy”, afirma un exdirigente, “no va a estar, pero ahora estamos todos a una con Feijóo y de eso ha querido que vaya este congreso, del baño de masas, por eso todos los nombramientos los ha comunicado antes de que empiece el cónclave”.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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