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La relación con Vox se suma a la lista de dilemas sin resolver del PP

Cinco voces de los tres grandes ámbitos ideológicos a los que aspira a llegar el partido —liberal, conservador y democristiano— reflexionan sobre los retos de la formación

Manifestación organizada por la Plataforma por la España Constitucional con el lema 'Por la dignidad de España', que tuvo el respaldo del PP.
Ángel Munárriz

Si cualquier partido carga con una mochila de dilemas y contradicciones pendientes de resolver, esta es especialmente pesada en uno grande, uno que aspira al mismo tiempo al voto de un católico conservador espantado por el aborto y el matrimonio entre dos hombres y al de una liberal que ve tan irrenunciable la propiedad privada como los derechos reproductivos y la diversidad en los modelos de familia. Ese es el PP, que desde tiempos de su predecesor, Alianza Popular, lleva dándole vueltas a una serie de preguntas imposibles de responder con pleno acierto. ¿Hay que clarificarse ideológicamente o mantener cierta ambigüedad sobre los temas espinosos? ¿Hay que tender al centro o a la derecha? ¿Es posible hacer las dos cosas a la vez? ¿La oposición debe ser solo destructiva o también de mano tendida? ¿Hasta dónde llevar la relación con los nacionalistas catalanes y vascos?

A estas preguntas ya clásicas se suma ahora otra. El partido de la gaviota —en realidad, del charrán—celebrará en julio su primer congreso con aprobación de ponencia política desde 2017, en tiempos de Mariano Rajoy. Es decir, el primero desde la irrupción electoral de Vox, su gran quebradero de cabeza, al que el PP lleva más de seis años dando respuestas improvisadas. ¿Cómo lidiar con el partido de Santiago Abascal, que es su principal socio y al mismo tiempo una amenaza a su condición de formación dominante de la derecha española en un contexto de auge ultra en todo Occidente?

EL PAÍS ha recabado diagnóstico sobre la situación del PP y apuntes, propuestas o ideas para su futuro de cinco voces situadas en los tres principales ámbitos ideológicos que históricamente ha tratado de abarcar: el liberalismo, el conservadurismo y la democracia cristiana. Hay quien defiende un recetario económico inspirado por el catolicismo social y quien mira con anhelo el experimento ultraliberal argentino. Hay quien quiere entrar de hoz y coz en la batalla cultural y quien pide no quitarse el traje de gestor, evitando el cebo del rigorismo ideológico que tiende Vox.

La disparidad de los puntos de vista, de los cuales solo uno proviene de una persona con militancia en el PP, evidencia la imposibilidad de acertar al cien por cien, de complacer a todos, un problema precisamente derivado de la amplitud del espectro al que se dirige.

Valentina Martínez Ferro: no estrechar posiciones. Aunque consciente de que el morbo del congreso estará en los nuevos nombres, Martínez Ferro (Santiago de Compostela, 48 años) cree que el PP debe aprovechar para “actualizar posiciones”. Y no se refiere a los “temas manidos”, sino a los que implican mirar a 2030 y hasta a 2050. En concreto, cita la inteligencia artificial, la transición energética, el modelo educativo, la inmigración —los extranjeros explican el 80% del crecimiento reciente de la economía española, destaca— y la política exterior, sacudida por un golpe de Donald Trump al “vínculo transatlántico” que obliga, según Martínez Ferro, a una reflexión a fondo.

Exdiputada del PP, militante del partido y directora de Oikos, un think tank ecologista que propone soluciones “realistas”, esta profesora de Políticas Públicas de la UE en Universidad Francisco de Vitoria rechaza que la tan mentada “clarificación ideológica” deba hacerse a costa de “estrechar” las posiciones porque la “amplitud” de la mirada ante los temas es un secreto del éxito del PP. “Las posiciones no deben ser cerradas ni dogmáticas”, defiende como pauta para afrontar cuestiones divisivas como el aborto.

El partido se enfrenta, opina, a la dificultad de adaptarse a un entorno en el que “la gente quiere caña”, es decir, beligerancia ideológica, cuando la tradición del PP es de gestión. ¿Cómo resolver el sudoku? Como en todas sus respuestas, busca un punto medio: hay que refrescar las formas para conectar mejor con el vertiginoso entorno digital, pero no dejar que eso interfiera en el frío ejercicio del poder. ¿Y Vox? “Cuanta más autonomía tengamos, mejor”, dice la exdiputada, que afirma que con Pedro Sánchez es inviable una gran coalición con el PSOE, pero ve “lamentable” que su partido y los socialistas no lleguen a “un gran acuerdo sobre cincos, seis o siete grandes temas”.

Pedro Carlos González Cuevas: aceptar el cambio de era. Historiador especializado en la derecha española, autodefinido “conservador” sin militancia, González Cuevas (Madrid, 65 años) ve al PP en “crisis de identidad desde 2011”, cuando Mariano Rajoy ganó por mayoría absoluta pero decidió no tocar leyes emblemáticas de José Luis Rodríguez Zapatero como las del aborto y la memoria histórica y apostó por “no entrar en conflicto con los nacionalismos periféricos”. Ahí se produjo una quiebra que, a su juicio, explica el auge de Ciudadanos primero y después de Vox, que ha logrado aflorar “todas las contradicciones” de los populares. Un desafío que ahora, sostiene, obliga —o debería obligar— al PP a aceptar que el mundo en el que era capaz de dominar el centro-derecha con un discurso ambivalente sobre múltiples temas es cosa del pasado.

Aunque el PP acumula un gran poder institucional y lidera las encuestas, González Cuevas cree que su hegemonía en el campo derechista tiene los pies de barro, porque en tiempos de fragor ideológico su fórmula de la “ambigüedad” —que a él le desagrada— ha empezado a perder eficacia. Asesor sobre historia de la Fundación Disenso, de Vox, pronostica que Feijóo volverá a apostar en el congreso por “centrismo” y “semitecnocracia”, en línea con Rajoy, aspirando a proteger la condición del PP de partido “atrapalotodo”. Eso podrá funcionar un tiempo, porque “la inercia partidista” es difícil de interrumpir, dice, pero estima que acabará por fallar porque el viento sopla “a favor de los identitarios, como muestra la experiencia europea”. Los “identitarios”, en España, están representados con Vox, partido con el que el PP debe “redefinir su relación”, teniendo en cuenta que una “gran coalición” a la alemana es hoy imposible, concluye.

Manuel Milián Mestre: tratos con el PNV y Junts.“El PP ha perdido parte del alma con la que nació, el humanismo cristiano. [José María] Aznar la quitó y el partido navega entre el laicismo y el no laicismo. Hay una orfandad, y Feijóo ha aumentado la confusión”, señala Milián Mestre (Forcall, Castellón, 81 años), histórico del partido, a cuya forja contribuyó siendo un veinteañero a las órdenes de Manuel Fraga pero en el que dejó de militar en 2000, desencantado con Aznar. “Alianza Popular se fundó porque [el cardenal Vicente Enrique y] Tarancón nos prohibió fundar la democracia cristiana. Pero ese es el espíritu original y no se puede olvidar", añade el periodista y escritor, que defiende un PP centrista estricto contra el aborto y que en lo económico acompañe la defensa de la propiedad privada con la del “salario justo, la participación de los trabajadores en el beneficio y la justicia distributiva”. “A mí me llaman socialdemócrata por decir esto”, lamenta con una risilla.

A Vox le atribuye el pecado original de haber nacido por ambiciones personales, entre las que cita las de Alejo Vidal-Quadras —al que conoce desde hace décadas— y Abascal. Con la ultraderecha pide “distancia”. “Son cosas distintas”, subraya. Y lamenta que el PP haya “roto los canales de cooperación” con el PNV y con Junts, un “error” del que “se está aprovechando Pedro Sánchez”. A Feijóo, cuya estrategia de oposición ve errática, le reprocha que no recurra a la aportación intelectual de figuras como Miguel Herrero de Miñón, José Manuel García-Margallo o Alberto Ruiz-Gallardón. Y lamenta sobre todo que se “desaproveche” a Manuel Pizarro, expresidente de Endesa y vicepresidente de FAES.

Pau Vila: números por delante. Ingeniero gerundense de 29 años, Vila preside el Instituto Ostrom, un laboratorio de ideas en defensa del liberalismo, campo ideológico sobre el que afirma que en España existe un “malentendido”. “Mucha gente dice que es liberal y hace justo lo contrario de lo que haría un liberal”, afirma. ¿Incluye ahí al PP? No. Aunque más fina que la conservadora, el PP tiene una veta liberal, dice. En su “carta a los reyes magos” para el partido, incluye “más ambición” en su defensa de la libertad individual en temas como el aborto y la “gestación subrogada” y “coherencia moral” ante Vox, que defiende posiciones “iliberales”. “Esto a nivel político es complicado”, admite, porque cortar con Vox impide de facto gobernar al PP mientras el PSOE sí pacta con “los comunistas”.

Vila cree que la principal aportación que el PP podría hacer a la política española y a la causa liberal sería guiarse siempre por los datos. Defensor de lo que los anglosajones llaman "evidence-based policies“, o políticas diseñadas a partir del conocimiento de los hechos, cree que el PP debería proponer y adoptar siempre sus medidas con números por delante, sobre todo al hablar de fiscalidad, pensiones y economía en general, pero también de inmigración. “Las personas no son números. Pero todas las políticas deben calcular su coste”, afirma, reprochando al PP que en ocasiones pierda de vista el “rigor fiscal” y se deje llevar por el “populismo”, citando expresamente el caso de las pensiones.

Albert Guivernau: Milei como inspiración. Economista que se proclama “liberal” y director de la Fundación Civismo, que ha entregado sus premios anuales entre otros a Isabel Díaz Ayuso y al juez Manuel García Castellón, Guivernau (Barcelona, 35 años) quita hierro al riesgo que Vox supone para los populares. Tanto el PSOE como el PP, alega, han demostrado ya capacidad para resistir los embates de los nuevos partidos, una “excepción ibérica” que cree que se mantendrá.

¿Qué debería salir de su congreso del PP? “Un gran proyecto de país, ilusionante y claro”, afirma. Y cita como referente a una figura ajena a las grandes tradiciones políticas españolas: el presidente argentino, Javier Milei. “Más allá de estridencias”, destaca, ganó las elecciones tratando a los ciudadanos “como adultos”. “Dijo ‘no hay plata’, vamos a tener que hacer reformas que no van a ser sencillas, lo vamos a pasar mal. Aun así la gente lo votó”, señala Guivernau, que cree que el caso Milei demuestra que puede ser “un buen momento para ser valientes” y apostar por “reformas estructurales” que “solo un gobierno del PP puede ofrecer”.

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Sobre la firma

Ángel Munárriz
Ángel Munárriz (Cortes de la Frontera, Málaga, 1980) es periodista de la sección de Nacional de EL PAÍS. Empezó su trayectoria en El Correo de Andalucía y ha pasado por medios como Público e Infolibre, donde fue director de investigación. Colabora en el programa Hora 25, de la SER, y es autor de 'Iglesia SA', un ensayo sobre dinero y poder.
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