El apellido más raro de España es de Soria y está en peligro de extinción: solo quedan 35 Anteportamlatinam
Aunque es originario de la ciudad de Castilla y León, se ha extendido a otras provincias, pero solo 15 españoles lo tienen como primer apellido: “A mi pareja le digo que no se flipe, si tenemos hijos mi apellido va el primero”


En España hay casi tres millones de personas con el apellido García en su nombre compuesto; dos millones portan el Rodríguez y apenas 35, solo 15 como primer apellido, presumen de ser uno de los poquísimos Anteportamlatinam. Esta vitola, originaria de Soria, pero desperdigada -a su escala- por España por la despoblación, es una de las más extrañas del país, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), que no precisa las coletillas más raras por “secreto estadístico”. Hay que buscar uno a uno para extraer las cantidades y rastrear Internet para contactarlos. Esther Anteportamlatinam Valero, soriana afincada en Madrid de 35 años, agradece el mensaje para contar la historia de su linaje: “A mi pareja le digo que no se flipe y que si tenemos hijos mi apellido va el primero al 120%”.
La aventura comenzó gracias a un debate en la red social X (antes Twitter), donde un usuario difundió el apellido vallisoletano Pamparacuatro, con apenas 98 presencias en España, y otro respondió con un órdago: “En Soria hay una veintena de diablos que se apellidan Anteportamlatinam, poca broma con esa gente”. Una primera visita al INE documentó el número exacto: sí, procede de Soria y son 35. Un sinfín de búsquedas en redes sociales, foros y escudriñamiento de la huella digital permitió comunicarse con la saga. Esther, trabajadora en la vieja Cepsa y ahora Moeve, reside en la capital desde hace 10 años y sigue sorprendiendo por su segundo nombre: “En la empresa me llaman ‘La chica del apellido bonito’ y hay directivos que no saben mi nombre pero sí el Anteportamlatinam”. La mujer sonríe al recordar sus emociones hacia lo que ahora ve una bendición, pero, de niña, sentía como una carga: “De pequeña me daba rabia, en el colegio el primer día siempre te conocen, los niños te miran… Era más inconsciente de las raíces y del impacto de que no existe nada así en el mundo. Cuanto más años tengo, más me gusta”. La soriana bromea con la estupefacción de presentarse en engoladas reuniones junto a “Ana García” o “Fernando Pérez” e irrumpir con sus 17 letras y siete sílabas: An-te-por-tam-la-ti-nam.
Los suyos han evaluado el origen y recorrido del apellido y no les consta más alcance internacional. Son los únicos y acreedores de la gran responsabilidad de darle futuro, de ahí las presiones, por no decir amenazas, sobre su pareja para que si el día de mañana tienen descendencia, poner primero el Anteportamlatinam. Él se resigna: “No tiene nada que hacer” porque se apellida Villanueva, como unos 57.000 españoles. “Le digo que le ponga el nombre que quiera, pero con mi apellido, me da muchísima pena que se pierda. De todos los primos, que somos bastantes, en primera posición solo lo tenemos tres, mi hermano, un primo y yo. Tenemos más presión, a mi hermano le digo que él va primero, que es mayor”, detalla a quien su estirpe le da energías para ser mamá: “Estando como está el mundo no sé si traer hijos, pero por el apellido vale la pena”.
La afincada en Madrid, como otras personas con apellidos raros o de escritura compleja, admite que cuando llama a un restaurante pide mesa para “Esther Valero” y no atormentar a los camareros, pero supo de la pequeña globalidad del mundo cuando, nada más llegar a la metrópoli, fue a reservar un libro en la cadena FNAC. Allí le pidieron el nombre completo y cuando confesó el Anteportamlatinam el trabajador lo escribió como quien pone “Gil”: An-te-por-tam-la-ti-nam. Asombrada, alabó su destreza y él respondió que su casero se apellidaba así: Esther aprendió que en Madrid no te encuentras a tu ex, pero sí averiguas que un primo lejano de su padre soriano alquila un piso en la capital. Más sufre cuando al viajar, su gran pasión en forma de 85 países visitados, debe rellenar exigentes visados: para Arabia Saudí no había caracteres suficientes y, ante la rigurosidad árabe, pidiendo que la visa fuese idéntica a los datos del pasaporte, pidió un trámite paralelo.
El origen del apellido se ha convertido en fijación para la familia. Etimológicamente, alude a que San Juan Evangelista fue arrestado en Éfeso durante las persecuciones romanas sobre los cristianos y conducido a Roma, condenado a morir en una caldera de aceite hirviendo. Sin embargo, salió indemne y, como el milagro sucedió ante la puerta latina, así fue rebautizado. La familia alguna vez ha pensado ser directa descendiente del santo, pero las pesquisas hacen mundana la procedencia: el padre de Esther, reacio al foco mediático, explica por audio de WhatsApp que el bisabuelo de su hija “quedó huérfano de pequeño, lo llevaron a un hospicio y le pusieron el nombre del santo del día que entró”, como era habitual y causa asimismo de nombres muy extraños en zonas rurales. Esto significa que allá llevaron al bisabuelo Juan un 6 de mayo, próxima onomástica de San Juan Anteportamlatinam. Más problemas, las imprecisas cartillas de nacimiento de hace décadas, que forzaron a los ancestros a ponerse de acuerdo y unificar el apellido, pues muchas veces era fraccionado por los términos que lo componen.
Fuentes del INE precisan que sus registros glosan más de 180.000 apellidos relativamente comunes, pero no dan más datos sobre los raros, pues “si son poco frecuentes no se muestran por preservar el secreto estadístico”, dado que sería sencillo investigar las andanzas de esas personas en documentos oficiales o públicos. La indagación periodística ha permitido encontrar pistas como una del 19 de agosto de 1892, cuando la entonces Gaceta de Madrid, boletín oficial antaño, aludió a un tal Tomás Anteportamlatinam como “vigilante de segunda clase” según una convocatoria de la Dirección general de establecimientos penales, dependiente del ministerio de Gracia y Justicia en tiempos de la reina regente María Cristina con su hijo Alfonso XIII aún niño. Una columna en EL PAÍS en 1987 bromeaba sobre la puntualidad de los trenes a cuenta del maquinista Ramón Bas Adelantado, “mosca con las guasitas de sus compañeros de trabajo y público en general” y compañero de “José María Anteportamlatinam Latorre”, que “controla trayectos de tan largo recorrido como su primer apellido”.
Este periódico ha intentado contactar sin éxito con los herederos de apellidos tan inusuales como Urriaga (16 personas lo tienen de primero y 18 de segundo) o Arrubal (15 y 14). Una de las personas apellidadas Urriaga rechazó responder al periodista temiéndose “una estafa”.
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