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Un emocionante viaje al desierto de Gobi: una joya para visitar en Mongolia

El gran desierto de Gobi es un lugar que merece la pena ser visitado una vez en la vida. Lo recorremos para conocer su historia y por qué sigue siendo, hoy en día, uno de los lugares más visitados de Mongolia

Las Flaming Cliffs del desierto de Gobi.
Sara Andrade Abad

Situado en Asia Central, abarcando el norte de China y el sur de Mongolia, el desierto de Gobi es uno de los más grandes —el quinto, concretamente— y fascinantes del mundo. Este desierto semiárido fue conocido como desierto de Gobi en el mundo occidental gracias al explorador americano Roy Chapman Andrews, quien lideró numerosas expediciones al desierto y lo popularizó en el siglo XX.

Aunque su significado (algo así como “lugar sin agua”) nos pueda llevar a pensar que esta región remota está muerta, nada más lejos de la realidad. Históricamente, el desierto de Gobi ha sido un lugar estratégico, no solo para el imperio mongol sino también durante el esplendor de la Ruta de la Seda, así como una fuente de inspiración para exploradores de todo el planeta, como Marco Polo, además del escenario perfecto para numerosas películas como El vuelo del fénix’. El Gobi de nuestro siglo convive con distintos frentes abiertos; por un lado, es el sustento de muchas familias nómadas que se dedican al pastoreo, pero también un punto turístico importante, sobre todo en Mongolia, donde se realizan rutas y distintas actividades para conocerlo.

Una de ellas se llevará a cabo gracias a EL PAÍS Viajes, que lo visitará el próximo 14 de agosto junto al guía Álvaro Planchuelo, quien será el encargado de profundizar, no solo en Gobi, sino también en el país durante 18 días. El viaje partirá desde aquí, pero después alcanzará la región del Altai Tavan Bogd, donde se encuentra la montaña más alta de Mongolia, y el extremo oeste, donde está la región de Bayan-Ölgiy, una verdadera encrucijada de culturas para conocer a los grupos étnicos del país. Si no quieres perderte este fascinante viaje, únete ya al grupo de viajeros y ve preparando las maletas. Mientras tanto, te animamos a que te adentres en las principales curiosidades de este desierto de nómadas.

Las mágicas dunas del desierto de Gobi.

El desierto de Gobi: una joya para visitar en Mongolia

Se trata de un desierto que ocupa unos 1.500 kilómetros de largo, y entre 500 y 1.000 kilómetros de ancho, con una superficie estimada de 1.300.000 kilómetros cuadrados, en la que encontramos vegetación, lagos (que se secan periódicamente) y también animales, entre los que destacan los camellos, las gacelas, las marmotas y los reptiles. Esta tierra de nómadas y caballos salvajes (ahora prácticamente extinguidos) es también un lugar que ha servido para encontrar las huellas de nuestros antepasados: los dinosaurios. ¿Sabías que de la era mesozoica, es decir, hace entre 252 y 66 millones de años, se han encontrado fósiles en este lugar? El desierto de Gobi es asimismo famoso porque contiene yacimientos paleolíticos y neolíticos ocupados por pueblos antiguos. Las excavaciones realizadas con éxito durante la década de 1990 en Tsagaan Agui (Cueva Blanca), en el centro-suroeste de Mongolia, dieron como resultado hallazgos de hasta 35.000 años de antigüedad.

El territorio que abarca Gobi va de los montes Altái y los montes Hangayn al norte, pasando por el límite occidental de la cordillera Da Hinggan al este; los montes Yin, Qilian, Altún oriental y Bei al sur; y el Tian Shan oriental al oeste. Su clima es extremo; esto quiere decir que puede descender en horas, sobre todo en invierno, donde las temperaturas pueden alcanzar los -40 °C en enero y las máximas los 45 °C, en meses calurosos como julio. En las regiones orientales se dan condiciones monzónicas, que reciben la mayor parte de las precipitaciones en verano. Los vientos del norte y del noroeste predominan en Gobi en otoño, invierno y primavera.

Las clásicas yurtas de las tribus nómadas del desierto.

Qué ver y qué hacer en el desierto de Gobi

¿Te gustaría explorar el desierto? Una manera de hacerlo es con vehículo propio; la mayoría de visitantes parten de la capital de Mongolia, la ciudad de Ulán Bator. Desde aquí, a una hora y media de trayecto, ya se pueden alcanzar zonas desérticas; recuerda siempre llenar tu mochila de agua y alimentos, porque este es un viaje a la aventura. Uno de los lugares para visitar en el desierto son las dunas de Khongor, conocidas como “dunas cantarinas”, ya que producen un suave sonido como si se tratara del sobrevuelo de un avión, pero debido en realidad al movimiento de las masas de arena. Tiene la extraordinaria longitud de 180 kilómetros y una anchura de entre 15 a 20 kilómetros, elevándose hasta los 200 metros. Este también es un buen sitio para hacer una excursión con camellos. Asegúrate siempre de las condiciones en las que se encuentran estos animales y hacerlo con compañías que garantizan su bienestar. Los camellos bactrianos de dos jorobas son el ganado de las tribus nómadas de Mongolia, que se han utilizado desde la antigüedad como medio de transporte.

En el corazón del desierto de Gobi vas a encontrar el Gobi GurvansaikhanNational Park. Con unos 27.000 kilómetros cuadrados, este parque alberga no solo las “dunas cantarinas”, sino también las montañas Gurvansaikhan, conocidas cariñosamente como “las tres bellezas”. Dund Saikhany Nuruu es la cumbre más alta, alcanzando una altitud de 2.825 metros.

No todo es desierto; así de verde es el desfiladero de Yolyn Am.

El parque cuenta con un ecosistema diverso que incluye valles secos, oasis, dunas del desierto de Gobi, llanuras de grava, montañas escarpadas, humedales salados y manantiales. Además, también posee una fauna diversa, con más de 50 especies de mamíferos, entre los que se encuentra el leopardo de las nieves, el oso de Gobi, la cabra montesa, el lince, la marta, el muflón argali, las gacelas y el gato montés. Atentos los amantes de las aves porque en el parque se han contabilizado más de 200 especies, entre las que destaca el quebrantahuesos y otros buitres. Aproximadamente, unos 5.000 nómadas viven en los límites del parque nacional, criando rebaños de cabras y ovejas, lo que ofrece una visita a este lugar y permite tener una visión de la cultura y la historia de Mongolia rural.

El viaje puede continuar hacia Bayanzag, Flaming Cliffs o las conocidas como colinas de fuego. Es un enclave muy importante ya que se han registrado, y continúan apareciendo, hallazgos arqueológicos y paleontológicos. Al principio del siglo XX, se descubrieron los primeros fósiles completos de dinosaurios y huevos fosilizados excavando en ellas. Los huevos fosilizados, con tamaños de 10 a 15 centímetros, se encontraron en 1932 en Bayanzag por primera vez en el mundo. Si el clima lo permite, se recomienda visitar los petroglifos de Khavtsgait.

Toma nota y añade una parada en el desfiladero de Yolyn Am, que se abre paso entre las montañas creando unas vistas impresionantes. Si necesitas más aventura, por supuesto no puedes perderte la Estupa Blanca o Tsagaan Suvarga, una de las formaciones geológicas más importantes del desierto que llama la atención por sus magníficos acantilados de más de 60 metros de altura. Su rica historia, que incluye capas de piedra caliza sedimentaria y fósiles marinos, y sus espectaculares transformaciones visuales al amanecer y al atardecer, son todo un espectáculo. Muchos viajeros aprovechan para hacer caminatas y, si coincide, acercarse al festival anual Ikh Goviin Temee, que tiene lugar en septiembre.

Si tienes la oportunidad, aprovecha para compartir la experiencia con los poblados nómadas que viven en el desierto y duerme en una de sus casas, las yurtas, que además fueron designadas como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco en diciembre de 2013.

Fuera de las fronteras de Gobi se sitúa el monasterio de Erdene Zuu Khii, uno de los monasterios budistas más antiguos conservados hoy en día en Mongolia. Su creación se remonta al año 1585 y forma parte del patrimonio de la humanidad del paisaje cultural del valle del Orjón.

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Sobre la firma

Sara Andrade Abad
Periodista especializada en viajes. Desde 2024 es redactora de EL PAÍS Viajes, sección de viajes de autor con Azulmarino. Colabora en Condé Nast Traveler y en la web de Informativos Telecinco. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Reporterismo Avanzado en la Universidad Ramón Llull de Barcelona.
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