Seis pueblos con encanto en las Rías Baixas
Las villas de Hío, Aldán, Combarro, Muros, Noia y Cambados han sobrevivido al feísmo imperante en el urbanismo costero gallego


La modernidad llegó a las rías gallegas de Vigo, Pontevedra, Muros-Noia, Arousa y Corcubión como un elefante en una cacharrería. Tanto que se acuñó un término para definir los desmanes urbanísticos y arquitectónicos: el feísmo. Pero a pesar de las fachadas alicatadas hasta el techo, del uso de materiales no convencionales y de que cada uno ha construido como le ha venido en gana, quedan rincones, aldeas, pueblos e incluso localidades más grandes con todo el encanto de aquellas antiguas villas marineras hechas de granito de Porriño. Aquí van seis de ellas.
Hío
Yendo de Cangas de Morrazo hacia el monte do Facho, extremo suroeste de la península del Morrazo, en la ría de Vigo, aparece esta pequeña parroquia dependiente de Cangas frente a cuya iglesia hay uno de los cruceiros más famosos de Galicia y, sin duda, el más trabajado: el cruceiro de Hío.

Se trata de una maravilla escultórica tallada en un solo bloque de piedra por el artista Ignacio Cerviño hacia el año 1872, donde tienen cabida las ánimas del Purgatorio, el Paraíso de Adán y Eva y el Descendimiento. La figura central es el Cristo ayudado por dos hombres a ambos lados de la cruz, aunque en la escena intervienen también la Magdalena, Nicodemo, Juan de Anmetea, San Juan y la Virgen María. El cruceiro compone un escenario perfecto entre la ermita de San Andrés, con portada románica, y la Casa Rectoral, un soberbio edificio en granito con 300 años de historia.
Aldán

Cuando se citan las Rías Baixas se olvida generalmente esta pequeña ría, transversal a las demás y mucho más pequeña, que en los mapas aparece como una ensenada encajada entre las dos rías “mayores”: la de Vigo y la de Pontevedra. Aldán es una ría en miniatura que conserva el espíritu y la fisonomía que un día tuvieron que tener sus hermanas mayores, antes del boom inmobiliario. En la gran explanada del puerto de Aldán siempre hay pescadores en sus quehaceres. La antigua factoría de salazones es ahora La Casa de Aldán, un acogedor alojamiento rural. Y en la cantina de la lonja dan los fines de semana el mejor y más fresco pescado de la ría. Deambular por el paseo construido a lo largo de la ría transporta a otro tiempo, cuando las rías eran aún territorio de pescadores y mariscadores. La iglesia parroquial está en San Cibrán.
En la parroquia de Coiro puede visitarse otro interesante templo barroco y el pazo de Vista Alegre, que perteneció a los condes de Aldán. La ría tiene excelentes y tranquilos arenales, como las playas de Castiñeiras, Areacova y Areabrava.
Combarro

En una lista de pueblos con encanto de las Rías Baixas no podía faltar este del municipio de Poio, en la ría de Pontevedra. Combarro es archiconocido y reúne buena parte de las excelencias que uno espera encontrar en una ría gallega. En torno a la rúa do Mar, su calle principal, se suceden docenas de hórreos y cruceiros que miran al mar, algunos construidos sobre la roca viva. Una concentración difícil de ver en otra parte de Galicia y que mereció, en 1972, la declaración de Conjunto Histórico Artístico. El paseo está repleto de tabernas donde los mejillones, navajas y berberechos saben a gloria. El hórreo era la despensa de la vivienda, donde se guardaba sobre todo el maíz, alimento base de la cocina gallega. Muchos de los cruceiros de Combarro datan del siglo XVIII y algunos tiene delante una característica mesa-altar.
Muros

Una fachada urbana de galerías blancas que mira al mar da la bienvenida a este pueblo de hondas raíces marineras. Muros es una de las villas de piedra más auténticas de todas las Rías Baixas. El entramado urbano de este viejo Muros se ha conservado en relativo buen estado, con muchas casas típicas hechas con sillar de granito, balcones corridos de hierro forjado y bajos porticados con arcos ojivales. Otras muestran las típicas galerías de madera del siglo XIX. El Curro da Praza hace las veces de plaza principal y ventana al puerto; desde las terrazas de los bares que se instalan en ella se ve el ir y venir de embarcaciones. Uno de ellos ocupa el antiguo Teatro Mercedes, un evocador y trasnochado teatrillo de pueblo que data, según el cartel, de 1925. De lunes a viernes, a las 17.30, la lonja se pone en marcha para el ritual cotidiano de la subasta de pescado, abierta al público. La Casa do Concello cierra uno de los laterales de esta plaza de irregular perímetro. Por detrás de ella, subiendo por el Camiño Novo, se llega a la iglesia parroquial, que domina el pueblo desde un otero. Por la calle Real podemos sumergirnos en el mundo fresco y silencioso de un auténtico pueblo marinero gallego. El resto es un laberinto de callejuelas estrechas y pequeñas y encantadoras plazas, como la Praza da Pescadería Vella, porticada y llena de bares; la Praza do Cristo, presidida por un cruceiro; y la Praza do Mercado. Es habitual ver también muchas pequeñas capillas repartidas por esquinas y chaflanes.
Noia
Ubicada en la misma ría que la anterior, la de Muros-Noia, que en realidad es el estuario del río Tambre, Noia es otro de los conjuntos arquitectónicos de mayor valor de las Rías Baixas y visita también inexcusable. Como Muros, pasó en el siglo XIII de villa realenga a propiedad del arzobispado de Compostela, por eso en las fachadas de muchas de sus mansiones palaciegas lucen aún las dos vieiras (símbolo de la diócesis de Santiago) en vez de los escudos de los reyes de Castilla. A Noia se accede por la Porta da Vila, uno de los vanos de la antigua muralla ya desaparecida.

En lo que fue la ciudad intramuros destaca la rúa del Cantón, que cruza todo el casco viejo. Por ella se sale a la Praza do Tapal, que hace las veces de plaza mayor, con un cruceiro del siglo XV traído desde Ponte Nafonso. A la plaza da la fachada principal de la iglesia de San Martiño, el primer templo noiés, con un bello lienzo escultórico con los Apóstoles, los 12 ancianos músicos del Apocalipsis y el Pantocrátor en la portada, todo rematado por un gran rosetón gótico. Lugares como el callejón Suárez Oviedo, la rúa Felipe Castro o la rúa Escultor Ferreiro están llenos de palacios, casas blasonadas y rincones monumentales.
No te pierdas la iglesia de Santa María a Nova, en el centro del antiguo cementerio: es ahora el museo de Lápidas Gremiales, una de las mayores colecciones en Europa de lápidas sepulcrales del medievo. En ellas aparecen grabados escudos nobiliarios y símbolos de la profesión del finado: un cuchillo de carnicero, las tijeras y la vara de medir del sastre, las plantillas del zapatero, el pico y la maza del cantero...
Cambados

Es uno de los mejores conjuntos monumentales de la ría de Arousa. La plaza de Fefiñáns, el centro neurálgico de Cambados, es para muchos la segunda plaza más hermosa de Galicia, por detrás de la del Obradoiro compostelano. Hace un par de siglos la plaza daba al mar. A ella se asoma el pazo de Fefiñáns, construido en el siglo XVI por Juan Sarmiento y Valladares, consejero de Felipe II, y la iglesia de San Benito, una antigua capilla románica rehecha en el siglo XV. El casco antiguo está repleto de rincones agradables, como la plaza de Alfredo Brañas, y de grandes viviendas señoriales como el Pazo de Torrado, que alberga ahora el Museo Etnográfico y del Vino de Albariño; el Pazo de Bazán, levantado por un antepasado de la novelista gallega Emilia Pardo Bazán y reconvertido en parador nacional; los pazos de Salgado y Moltó, y sobre todo el Pazo de Ulloa, antigua mansión de los señores de Cambados. Otro edificio, más bien sus ruinas, que llama la atención es la iglesia de Santa Mariña de Dozo, templo mandado construir a finales del siglo XV por doña María de Ulloa, señora de Cambados, en estilo primer renacimiento. Entre sus arcos desnudos hay un cementerio que acrecienta aún más la magia del lugar.
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