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Muchavista, En Bossa, la Arena y otras siete playas españolas para el otoño

10 arenales mediterráneos, en la Península y Baleares, y canarios para los que buscan comodidad, ambiente urbano y buenos sitios cerca para comer

Playas españolas otoño

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha pronosticado un otoño más seco y cálido de lo habitual en toda España. Nada que no podamos constatar en el arranque de este mes de octubre. Tras el despiadado verano, que trajo calenturas extremas y precios infernales, el Mediterráneo se mantiene muy apetecible tras alcanzar en septiembre máximos históricos de temperatura. Las islas Canarias, mientras tanto, siguen ancladas en la benignidad climática de la que disfrutan todo el año.

El cambio climático y sus veranillos otoñales traen parejos un retraso en las fechas de cierre de numerosos hoteles y restaurantes, así como la vigencia de muchos horarios de transporte. No extraña, por ejemplo, que el Nassau Beach Club Ibiza haya decidido permanecer abierto todos los fines de semana del año.

La palabra desconexión cobra sentido en estas 10 playas mediterráneas y canarias para los que buscan comodidad y ambiente urbano; playas con instalaciones en donde leer, bucear, ver amanecer, comer pescaíto o estrenar un paseo marítimo, todo ello en escapadas cortas. Además, ayuda la bajada de precios en un otoño, que se irá convirtiendo gradualmente en el prime time de la estrategia vacacional. Porque, ¿quién puede resistirse al ronroneo del oleaje en una hermosa playa sin problemas de aparcamiento y ni aglomeraciones?

Amanece en la kilométrica playa de Muchavista

Los bañistas-fotógrafos especializados en amaneceres ya no precisan observar disciplinas conventuales. Y es que hasta el 25 de octubre, el sol asoma en lento ascenso pasadas las ocho de la mañana (una hora menos a partir del 26 de octubre, debido al cambio horario). Para disfrutar del primer baño del día, antes del desayuno, El Campello (Alicante) cuenta con el arenal de Muchavista, al que la vecina Mayte Vañó está abonada. “Vengo a menudo al clarear, puesto que en estas fechas no es preciso pegarse el madrugón y hasta noviembre no hace demasiado frío; así que me baño con mi hijo bajo un sol naranja que no puede ser más estético”, explica.

Muchavista que, con 3,4 kilómetros de longitud se tiene por la playa completamente urbana más larga de España, resulta un maná a la hora de encontrar en agosto sitio donde plantar la sombrilla y plaza de aparcamiento. Junto con su prolongación, la playa de San Juan, suma más de seis kilómetros de playazo tirado a cordel hasta el cabo de las Huertas. Y con una anchura nada desdeñable, de unos 85 metros, y el agua a unos 22 grados de media en octubre. Ondean las banderas azul, Qualitur (de ámbito autonómico) y Ecoplayas.

El paso de caminantes es constante en esta escenario no excesivamente urbanizado que se beneficia de la vista a lo lejos del Puig Campana, así como del suave clima de la Costa Blanca.

De los deportes náuticos de tabla se ocupa Aloha Sport, con sus cursos de wingfoil, surf y windsurf; cuando el mar está plato, ganan la partida el kayak y el paddle surf, en el que se diría que los palistas caminan sobre las olas. En octubre, la empresa traslada sus actividades de Muchavista al cabo de las Huertas.

Encima del paseo, justo delante del mar, se puede desayunar y, al mediodía, degustar los chopitos, arroces y pan con alioli del restaurante Xaloc Lounge, especializado en cocina mediterránea y muy atento a los requerimientos de celiacos y veganos. La copa la tomaremos en Alma de Mar, que no cierra hasta las 2.00.

De alto nivel son los apartamentos —como minibungalós— de Carmen Beach, enclavados en el solar donde Carmen Sevilla tuvo su chalé. A este complejo se suman los recién estrenados apartamentos My Flats Campello Beach.

Los que quieran olvidarse del coche deben saber que el TRAM conecta cada 15 minutos con Alicante (líneas 1 y 3) y cada media hora con Benidorm (línea 1).

La Carihuela, hondo sentimiento de pertenencia

Entre las playas con mayor solera de Andalucía cabe reseñar La Carihuela, una especie de república independiente del ocio, sin himno ni bandera, donde muchos veranean sin moverse un ápice de sus orillas por la dificultad de aparcar y desplazarse por la Costa del Sol. Esta playa pertenece al barrio marinero de Torremolinos y conserva su propio gentilicio: choros es como se conoce a los oriundos de este playazo pionero del turismo patrio. Estrellas de la edad dorada de Hollywood, como Grace Kelly, Orson Welles, Frank Sinatra, Ava Gardner o Brigitte Bardot, eligieron estos dos kilómetros para solazarse en los años cincuenta y sesenta, coetáneos con el landismo y las turistas suecas.

La Carihuela, dotada con bandera azul, se enmarca entre el morro de Torremolinos y el término municipal de Benalmádena. Lo tradicional se palpa en las barcas de jábega de origen fenicio, con ojos pintados en las proas, que se pueden fotografiar varadas en la arena (salvo que se encuentren entrenando para la liga provincial). En el Club de Remo y Pala La Carihuela descansan la Galfina y la Chora, mientras que el varadero del Rincón del Sol se ve embellecido por la Marea, perteneciente al Club de Remo de Torremolinos. En 2024, la editorial Algorfa publicó una magnífica monografía: Barcas de jábega y remo. Información, historias y curiosidades, a cargo de Felipe Foj.

Bares, chiringuitos y demás infraestructuras turísticas suelen permanecer abiertos en otoño, con lo que el paseo marítimo registra animación permanente, más de uno portando helados artesanales D’Arbini. Del pasado de chambaos de pescaíto frito queda, ocupando una plaza escondida cercana a la heladería, el restaurante Los Mellizos Casa Juan y su reclamo de pescados y arroces. Una alternativa, esta vez sobre la arena, son los chiringuitos El Canarias, recientemente renovado, y La Mar Bonita, distinguido con un solete Repsol por sus pescados espetados y frituras, y que tiene previsto cerrar a finales de octubre. A la hora del cóctel lo mejor es dejarse seducir por el Horno Beach Club.

El look de los años sesenta aún cabe apreciarse en el falso mármol del vestíbulo del hotel Pez Espada, destacado referente de arquitectura de playa estilo relax, firmado por Manuel Muñoz y Juan Jáuregui y declarado bien de interés cultural. El mejor lugar para celebrar los 50 años del hotel La Barracuda es su terraza en la azotea. Este establecimiento es sede cada mes de febrero de los conciertos diurnos del festival Rocki’n Race Jamboree, consagrado al rock’n’roll primigenio.

En Bossa en modo ‘slow’

A medida que avanza el otoño, en la playa turístico-marchosa por excelencia de Ibiza la tranquilidad se impone al bullicio pasando de un turismo de clubbers a otro de eventos e incentivos. Las fiestas de cierre de temporada de Hï Ibiza y Ushuaïa Ibiza se celebran el 11 de octubre, si bien los hoteles exclusivos permanecerán abiertos dos semanas más.

Pocos saben que En Bossa, un playa rectilínea de 2,7 kilómetros —la más larga de la isla Pitiusa—, la comparten dos ayuntamientos, aunque turísticamente pertenezca sin género de duda a Ibiza capital, que ocupa la zona más tranquila, abarcando hasta el hotel Vibra Algarb. El sector con mayor oferta de ocio, a partir del hotel Garbí Ibiza, pertenece al término municipal de Sant Josep de Sa Talaia.

A partir de noviembre solo permanecía abierta la bolera, hasta que el glamuroso Nassau Beach Club Ibiza ha dado la sorpresa al anunciar que abriría todo el año, dando la razón a quienes piensan que la prolongación de la temporada playera es solo cuestión de tiempo. Alto nivel en mobiliario, gastronomía mediterránea-asiática y coctelería de autor (y precios en consonancia) para el selfi con el que dar envidia fuera de temporada. Aparte de la fiesta de cierre de temporada de verano, el 25 de octubre, el Nassau tiene previsto celebrar la fiesta de Halloween.

Antes de acostarse en la tumbona se recomienda pasear hasta la poderosa torre del Carregador o de Sa Sal Rossa, con capacidad para 200 personas, situada en la periferia del parque natural de las Salinas de Ibiza y Formentera.

Está previsto que un paseo marítimo enlace En Bossa con la capital ibicenca, en la que todos los días se celebran eventos y espectáculos en la agenda cultural, sin que falte la visita a la necrópolis púnica de Puig des Molins. Además, hasta el próximo 16 de noviembre permanecerá abierta en el Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MANE) una exposición con 13 de las últimas obras de Miquel Barceló.

Buceo junto a la cala grancanaria de Sardina del Norte

La bahía de Sardina, al noroeste de Gran Canaria, guarda en el antiguo muelle platanero de Gáldar una calita urbana de apenas 60 metros de largo llena de reclamos para las familias y para quienes busquen tranquilidad al socaire del viento y las marejadas. Su bandera azul, que ondea desde hace una década, garantiza todo tipo de servicios para una arena fina que no es ni negra ni blanca, “dorada” al decir de los galdenses.

Quien no llegue de 8.00 a 12.00 —el horario permitido del acceso rodado— deberá dejar el coche a 600 metros y recorrer el paseo entre coloristas casas de pescadores. Además de la zona arenosa, los nadadores encontrarán dos zonas de baño en los muelles, cerca de alguna tradicional falúa de madera rodeada de numerosos botes auxiliares, necesarios por el escaso calado del fondeadero. Hasta finales de octubre, el muelle está copado por el rodaje de la película Mareas negras, con John Travolta como protagonista. Antes, esta playa fue escenario de una secuencia de la película Tiempo de matar (1996), protagonizada por Samuel L. Jackson.

En la cercana Aula del Mar, que aprovecha una antigua cueva habitada por pescadores, se cuenta tanto la evolución del muelle de Sardina como la enorme biodiversidad de los fondos marinos que se extienden justo delante de la escollera, aguas declaradas Zona de Especial Conservación (ZEC). De enseñar estos valiosos ecosistemas se encarga la escuela Buceo Norte a través de sus inmersiones interpretadas para ver todo tipo de rayas —mantelina, chucho, raya obispo...— o el tiburón angelote, el único de cuerpo aplanado al vivir semienterrado en la arena, en peligro de extinción y no agresivo con los seres humanos.

Podremos pasar todo el día en la playa sin cansarnos de ver cómo la cima del Teide despunta entre las nubes junto al restaurante La Pizarra Sabores del Mar, donde degustar pescado fresco a la espera de que el sol se retire.

Can Pere Antoni, la Palma desconocida

Si preguntásemos en el aeropuerto de Mallorca cuál es la playa de Palma, muchos responderían que se haya muy cerca de las pistas, a siete kilómetros del centro. Craso error. A la vista de la catedral, del palacio episcopal y del Parc de la Mar, a un kilómetro del Ayuntamiento en línea recta, queda una playa que muchos observan de reojo sin ser conscientes de estos 750 metros de arena estirados cerca del Portixol y del Palau de Congressos. Can Pere Antoni, esta sí, es la playa urbana por excelencia de la capital, a la que se acercan a pie los palmesanos y con las infraestructuras activas hasta finales de octubre; de fácil aparcamiento y donde tienen parada los autobuses urbanos 23, 25 y 35.

Sin casi presión urbanística y dotada con paseo marítimo y carril bici, el rumor de las olas, a poco que se agite el mar, enmascara el rumor del tráfico rodado.

El apartado gastronómico se salva con nota al marcar Can Pere Antoni la zona de influencia del Portixol y tener muy a mano la terraza del restaurante y coctelería Alma Portixol. La oferta se completa con El Marino Portixol y Mia, visitado este verano por la Familia Real durante sus vacaciones en la isla. Para el apartado de coctelería siempre es buena idea ir a Cocco Portixol.

También hay que mencionar el hotel y restaurante Portixol, si bien desde Can Pere Antoni se divisan tres alojamientos situados justo encima de la muralla y dignos de consideración: Es Princep, Calatrava Hotel y El Llorenç Parc de la Mar.

Bañistas letraheridos con Bolaño en el recuerdo

Si el otoño es tiempo de lectura, la playa de Blanes (Girona) constituye una evocación permanente del novelista Roberto Bolaño, afincado en la localidad de 1985 a 2003, año de su fallecimiento. Nada como homenajearlo portando su novela 2666, considerado en 2019 por Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, de los mejores libros del siglo XXI. Ambientadas en la Costa Brava, Bolaño publicó La pista de hielo y El Tercer Reich. Recientemente se acaba de bautizar con el nombre del escritor chileno la biblioteca comarcal de Blanes. Los devotos del novelista harán bien en descargarse la Ruta Bolaño, señalizada con paneles metálicos a lo largo del casco urbano.

El entorno (la Costa Brava) en el que se enmarca Blanes no hace sino acrecentar el bienestar que desprende su paseo marítimo, ese que tanto disfrutó el autor de Los detectives salvajes, integrado por piedra natural de Alcover (Tarragona) y bordeado de medio centenar de palmeras washingtonias generando agradables sombras no lejos del monumento al sardanista. Una de las esculturas, sedente, del paseo representa al botánico alemán Carl Faust, filántropo y creador del jardín botánico Marimurtra, de visita obligada. De lunes a sábado el paseo se ve ocupado por un mercadillo.

La arena de la playa es de grano grueso, y desde ella uno puede contemplar a partir del 20 de octubre y con el sol a nuestras espaldas el regreso de la flota de arrastre, actualmente en parada biológica.

Sa Lola sigue despuntando como gastrobar, aunque atrae sobremanera el restaurante del Club de Vela Blanes, el Amura. Como dice uno de los comensales al salir: “Aquí el arroz tiene gusto de arroz y el pescado, de pescado”. El gerente de La Casa Indiana Hotel Boutique lo es también del Restaurante & Lounge Club Es Blanc, donde, en un entorno muy animado, se sirve una mezcla de cocina mediterránea y japonesa.

Estrenando paseo marítimo en la cala Cortina de Cartagena

El centro de Cartagena solo disfruta de una playa accesible a pie en un plazo razonable de tiempo: la cala Cortina. Y con destino a ella se inauguró el año pasado un estupendo tramo de paseo costero de 500 metros que enlaza la cala con las baterías de costa rehabilitadas que defendían el frente izquierdo de la bocana de la bahía de Cartagena: Santa Ana C-5 y San Isidoro y Santa Florentina. El adoquinado, con carril bici y paneles informativos, dispone de 16 bancos, y quien lo desee puede continuar bordeando la orilla oriental de la bahía hasta el puerto de Cartagena, pasando por la batería de San Leandro, futuro centro de interpretación.

En coche solo hay que tirar hacia Escombreras y, nada más atravesar el primer túnel, aparcar a ambos lados de la carretera (imposible hacerlo en verano a partir de las nueve de la mañana). Con su arena dorada, gruesa y artificial, y sus aguas calmas, la cala se ve abrazada por un entorno montaraz a los pies del cabezo de San Pedro, con trazos ascensionales de prodigiosa escala. A sus costados, las decimonónicas baterías de Trincabotijas, alta y baja. Esta playa, donde es habitual ver bañistas zambulléndose en octubre, suma 200 metros de largo y acceso decorado con trencadís, en referencia al modernismo del que hace gala Cartagena.

Para comer por la zona, el restaurante Mares Bravas, con una especialidad muy señalada: el tradicional caldero cartagenero, generalmente acompañado por los locales con alioli. Conviene reservar y tener en cuenta que cierra los martes, del 2 al 22 de noviembre y del 7 al 22 de enero.

Muy de vez en cuando, un hecho curioso intriga a los bañistas: cómo barcos de guerra van y vienen delante de la cala sin razón aparente. Y la tiene, mucho más al saberse junto a una de las grandes bases navales españolas; se trata de la Estación de Calibración Magnética, en la que se lleva a cabo el proceso de desmagnetización de los cascos de cazaminas y dragaminas para no atraer las peligrosas minas navales.

Nadie puede irse de Cartagena sin ir al foro romano Molinete con la ayuda de tabletas de realidad virtual; si la visita coincide en domingo, podremos acceder al teatro romano en grupo para ver o una casa romana o los jardines recién excavados.

Playa Romana: sendero azul y experiencia culinaria en el Atalaya

En la castellonense Romana, playa emblemática de Alcossebre (Alcalá de Xivert), las aglomeraciones forman parte del pasado y no van en demérito de su indiscutible anchura —unos 100 metros— y ausencia de rocas; de la calidad de su arena y de su limpieza; de contar con los servicios más a mano, incluido un parquecillo infantil, a los pies del parque natural de la sierra de Irta. Ostenta tanto la bandera azul como la Qualitur, a las que se suman los certificados ISO 9001 y 14001.

Qué mejor que subir primero al mirador playero, dotado con banco, para hacerse un selfi junto al rótulo con la marca turística de Alcossebre, una enorme letra A. Desde allí se constata lo relajante que es para la vista la limitación a tres plantas en todas las construcciones de la localidad, así como el sendero azul (no solo hay playas y puertos azules), cuidadosamente enmaderado y dotado con paneles informativos, que lleva hasta la vecina playa del Carregador (Cargador), distinguida por su cordón de dunas. Después, quien lo desee, puede llegarse hasta la playa del Moro.

Del cierre generalizado de restaurantes por el fin de la temporada (Can Roig apura hasta el 12 de octubre) se salva el restaurante Atalaya, en el que cocinan a la vista de los comensales Alejandra Herrador y Emanuel Carlucci, poseedores de una estrella Michelin y dos soles Repsol (menú de 70 euros y menús degustación de 98 y 130 euros). Atalaya dispone de otro local en Alcossebre, la vermutería Vermuda, más informal y de tapeo, de cocina viajera galardonada con un solete Repsol y con Facundo Carlucci en los fogones.

Junto a la Romana se eleva el aparthotel Alcossebre Sea Experience, de cuatro estrellas y piscina infinita: el edificio más alto de Alcossebre. Abre todo el año.

Reposo tras el avistamiento de cetáceos

Del imponente puerto de Los Gigantes, en Santiago del Teide (Tenerife), zarpan embarcaciones especializadas en avistamiento de cetáceos, generalmente delfines mulares y calderones tropicales residentes —con suerte se dejan ver especies migratorias como rorcuales o delfines moteados—. Dos empresas muy respetuosas con las normas de protección de la fauna marina son el velero Picarus Sailing Club y Wale Wise Eco Tour.

A modo de diván de reposo espera, después de la travesía, la playa de la Arena, urbanizada, sí, pero poseedora de arena todo el año en sus 140 metros de largo, algo de lo que, por estas fechas, no pueden presumir la mayoría de playas de la zona. Su fuerte, además, es la anchura de su franja arenosa, unos 80 metros, entre proyecciones de lava y delante de un palmeral. A todo ello se suma la Q de calidad turística. El momento mágico acontece al caer el sol sobre el mar, como ocurre este mes de octubre, sin que lo oculte La Gomera.

De cocina canaria tradicional con toques modernos, el restaurante Pancho lleva 63 años abierto junto a la playa. En su carta, chips de morena, tartar de atún con aguacate y el obligado cherne a la canaria. Dispone de buena bodega con sumiller. Muy cerca está el hotel Playa de la Arena.

En Castell, al socaire de la tramontana

La costa norte de Menorca, la de Tramuntana, resulta ventosa y, desde la óptica balear, ciertamente fragorosa; lo que exige, para que podamos tomar el sol cómodamente en aguas aplaceradas, el respaldo de una línea de acantilados en forma de concha. Tal y como acontece en el arenal d’en Castell (Es Mercadal), urbanizado salvo un atractivo tramo natural recorrido por una pasarela. Apenas ha cambiado esta playazo de 700 metros que tiene su correlato en cala Galdana, situada en el sur menorquín. Cubre paulatinamente, como si de un plato se tratara.

Cuando más arrecia la tramontana los bañistas se cobijan detrás del penyal (peñasco) de la vertiente occidental, junto al que se acuesta la cala de S’Arenalet.

En el restaurante Blue Arenal, con Chiqui a los mandos, hasta el 26 de octubre se servirán paellas ciegas (con la carne deshuesada y el marisco ya pelado) y, previamente, mejillones de roca a la plancha —uno sus hits— y sepia con calabacín y sobrasada. Dispone de zona chill out.

El aparthotel White Sands Beach Club, como la mayoría de negocios turísticos, pospone su cierre al 22 de noviembre.

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