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Secretos de la ría de Arousa: playas entre gigantes de roca, laberintos y un hórreo de cristal

Planes, leyendas y curiosidades de la mayor de las Rías Baixas para exprimir el verano en un paraíso ‘marisqueiro’ regado con el mejor albariño

Vista aérea del laberinto vegetal del Pazo de Rubianes, en Vilagarcía de Arousa (Pontevedra).

Desde la escarpada punta Covasa, en la provincia de A Coruña, hasta la suave península de O Grove, en Pontevedra, el Atlántico emprende un sinuoso trayecto para labrar la ría de Arousa, la más extensa de Galicia. Una suerte de mar cerrado que deja a su paso ensenadas, islotes, playas y complejos dunares, allí donde los ríos Ulla y Umia salen al encuentro del agua salada. En la ría de Arousa todo empieza y acaba en el océano. La marea que rompe embravecida contra los acantilados o que se riza en olas gigantescas en los arenales. Las bateas en las que se cultivan los mejillones siguiendo una tradición centenaria. El trajín de los puertos a la hora de la subasta. La salinidad que absorben los viñedos y que se refleja después en los vinos.

Hay muchas maneras de explorar este rincón de las Rías Baixas, donde el choque de la tierra y el agua ha moldeado paisajes tan asombrosos como el que discurre por el sendero de Pedras Negras, en San Vicente do Mar. Una pasarela de madera sortea inmensos bolos graníticos a los que la erosión ha dado formas caprichosas (un ciervo, un elefante…) y entre los que se esconden calas vírgenes como O Carreiro, Borreiro o Canelas, con arena blanca y aguas de un azul que bien podría pasar por caribeño. Cerca, en la deslumbrante playa de A Lanzada, a los pies de una ermita medieval, confluyen las dunas, el viento y las leyendas. Como aquella de las nueve olas, por la que las mujeres, en la noche de San Juan, deben dejarse golpear hasta nueve veces por el oleaje para asegurarse la fertilidad.

La playa Borreiro, en el Sendero de Pedras Negras.

Un festín gallego

La alta productividad de este mar, que es número uno a nivel mundial en riqueza planctónica, convierte a la ría de Arousa en un supermercado natural que surte a diario de pescado fresco. Un paraíso marisqueiro en el que no solo proliferan los mejillones, sino también las ostras, las vieiras y las famosas almejas de Carril. Por eso no hay nada como celebrar la vida elaborando un delicioso menú que incluya estos manjares del mar.

Para ello está, por ejemplo, Cocinando en el Salnés, la iniciativa con la que Rocío Garrido imparte talleres de gastronomía gallega “que dependen de la época del marisco porque, si no hay marisco, no es gastronomía gallega”, explica mientras expone los ingredientes del festín en la Quinta de San Amaro, un pequeño hotel con encanto en pleno valle del Salnés, con habitaciones que recrean un conjunto de casitas como si se tratara de una aldea. En una cocina enorme, como mandan los cánones de esta tierra, esta popular bloguera procedente de una familia de percebeiras desvela los secretos culinarios de las Rías Baixas a pequeños grupos alojados o no en este hotel, que tiene una seña de identidad: un hórreo de cristal que fusiona, con impecable belleza, tradición y modernidad. Es el lugar desde el que desconectar con vistas a la naturaleza.

El hórreo de cristal de la Quinta de San Amaro, en las Rías Baixas.

Conexión con el terruño

Hay que regar la mesa gallega con el vino que casa a la perfección con el marisco fresco. El vino que se elabora con la uva blanca albariño, reina y señora de la Denominación de Origen Rías Baixas. La historia de esta región no se entiende sin esta ancestral tradición enológica que imprime al paisaje la bonita estampa de los viñedos emparrados tratando de arañar el horizonte.

La sala de catas de la bodega Mar de Frades, en Arosa (Pontevedra).

Es una delicia visitar bodegas centenarias en las que, además de catas, pueden realizarse divertidas actividades relacionadas con la cultura del terruño. De entre todas ellas, Mar de Frades, en la localidad pontevedresa de Arosa, es tal vez la más característica de esta ría, puesto que toma el nombre de la pequeña ensenada que se forma en la desembocadura del río Umia, allí donde se dice que llegaron en barco los restos del apóstol Santiago. Y donde después los frailes (frades, en gallego) venían en peregrinación en lo que se conoce como el Camino Marítimo. “Cuentan que, al ver en la marisma a los frailes ataviados con sus hábitos, los antiguos habitantes bautizaron el lugar como Mar de Frades”, explica Ariadna Oubiña, guía de enoturismo, rodeada por las viñas de esta bodega de la botella azul, que es una de las enseñas de la Ruta do Viño Rías Baixas. Viñas que lucen ya maduras en el valle de O Salnés con bonitas vistas a la ría.

Pazos y balnearios

Tierra adentro también este territorio esconde maravillosos paseos en los que perderse y encontrarse de nuevo. Como el que traza el laberinto vegetal del solemne Pazo de Rubianes, que desde 1411 pertenece a la misma familia: la que conformó, en su día, el señorío que dio nombre a Vilagarcía de Arousa. Un jardín histórico de excelencia internacional, con 5.000 ejemplares de camelias de 800 variedades y especímenes tan curiosos como el primer alcanforero plantado en España o el eucalipto más ancho de Europa (14,5 metros de perímetro). Entre toda esta riqueza botánica crece el viñedo que alimenta a lo que es hoy una bodega familiar, también perteneciente a la Ruta do Viño Rías Baixas. En la tienda se puede comprar su albariño, así como jabones y aceites elaborados con las flores de la finca.

Vista de los viñedos del pazo Rubianes.

Otro pazo (con su correspondiente bodega) también digno de conocerse es el prestigioso Señorans, con una espectacular casa solariega del siglo XVI y un sobredimensionado hórreo de granito (el tercero más grande de Galicia, después de los de Carnota y Poio), que es reflejo del poderío de los propietarios. Aquí, más allá de las visitas personalizadas, todo el mundo quiere casarse, como da cuenta la larga lista de espera para lo que es un lugar de referencia en acontecimientos festivos.

Quizás es lo que piden quienes atraviesan el puente de 400 metros que conecta la península de O Grove con la isla de La Toja y que, en 1910, cuando se construyó, llegó a ser el más largo de Europa. Y es que cuentan que para llegar a este rincón al que las propiedades de sus aguas mineromedicinales y el glamour de su casino convirtieron, en el pasado siglo, en un foco de atracción para figuras ilustres (los hermanos Rockefeller, Henry Kissinger, Ortega y Gasset, Gabriel García Márquez…) hay que atender a otra leyenda: la que dice que, conteniendo la respiración a lo largo del viaducto se verá cumplido un deseo.

Ermita de Caralampio da Toxa, famosa por estar recubierta de conchas de vieiras.

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