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Japón trata de evitar la “gran derrota digital”

A pesar de su potente sector tecnológico, China y EE UU aventajan al país nipón en el desarrollo de la denominada inteligencia artificial física

La capacidad de las empresas estadounidenses y chinas para integrar sensores, unificar estándares y compartir datos impulsan su avance en la inteligencia artificial (IA) física, un terreno en el que las carencias estructurales de Japón amenazan con provocar lo que el propio gobierno denomina una “derrota digital”. Fabricar robots que conviven en espacios cotidianos con los seres humanos es una solución atractiva para un país que lleva décadas sumido en una creciente crisis demográfica y con políticas migratorias restrictivas.

Japón tiene, además, una especial predisposición para la convivencia con aparatos. En su cultura popular abundan personajes como Doraemon, el gato cósmico, un robot venido del futuro que hace todo lo posible por ayudar a su amo en la serie de anime del mismo nombre. En 1999 Sony lanzó el perro Aibo, la mascota robot más longeva del mercado que aún hoy se vende en diferentes versiones. En 2000, el fabricante de vehículos Honda fue uno de los primeros en construir un humanoide con autonomía para caminar que llamó Asimo.

Japón es uno de los líderes mundiales en la fabricación de robots industriales y hasta 2023 representaba el 38% de la producción global de esos aparatos, según la Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus siglas en inglés). En 2024 había 435.299 robots industriales operando en fábricas japonesas de aparatos eléctricos, automoción y metalurgia. Conocidos por sus movimientos suaves, seguros y precisos, los robots industriales japoneses usan reductores de velocidad de alta precisión y servomotores de alto rendimiento que mueven los ejes del robot.

En teoría, la IA física es perfecta para que la robótica industrial nipona de el gran salto desde su entorno estructurado y predecible a situaciones de la vida real. Pero entrenar sistemas autónomos para actuar en una amplia variedad de situaciones implica una serie de desafíos de coordinación y financiación, además de barreras culturales y regulatorias. El propio gobierno japonés reconoce que uno de los principales obstáculos para la implantación de la IA física en Japón es la cultura corporativa orientada a la protección de los datos.

Un reciente informe sobre la economía digital del Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI, por sus siglas en inglés), apunta a la reticencia estructural a compartir datos de las empresas japonesas. El estudio afirma que el país necesita resolver problemas de estandarización, gobernanza, operatividad y prácticas corporativas para generar los grandes volúmenes de datos reales que la IA física requiere. Señala que muchos fabricantes japoneses carecen de flujos de trabajo modernizados y digitalizados, lo que bloquea la recolección y estandarización de datos necesarios para la IA física.

Baja competitividad

El METI explica que la falta de competitividad se refleja en la balanza de pagos y muestra que Japón paga más en servicios digitales del exterior de lo que ingresa. Subraya que el “déficit digital oculto” podría alcanzar los 250.000 millones de euros en 2035 si no se revierte la tendencia actual de ceder terreno a Estados Unidos en software y plataformas.

El informe alerta sobre una inminente “derrota digital” y pide que empresas, inversores y responsables políticos compartan un diagnóstico común y actúen juntos. La inversora Firstlight Capital, que promueve la creación de empresas que abordan el problema del declive poblacional de Japón, se hace eco del estudio del METI en un comentario de su página web y pide “aprender de las pasadas derrotas”. En el caso de la AI física, advierte de que se puede repetir el mismo patrón: Japón inventa la tecnología base y en vez de transformar su ventaja en productos globales, cede la hegemonía. En el futuro, Japón podrá ver robots que cuidan a sus ancianos usando tecnología local, pero con software importado, continúa. Explica cómo las empresas estadounidenses y chinas tienen ventaja en el desarrollo y aplicación de la IA física gracias a ecosistemas, privados o estatales, que facilitan la generación, estandarización y circulación de datos a gran escala.

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