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Coyuntura económica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La reaparición de la inflación

El repunte refleja el vigor de la economía, así como el modelo de crecimiento y déficits de competencia

Raymond Torres

Todo tiene su precio o su lado oscuro, y el momento expansivo que atraviesa la economía española no escapa a esta lógica. El repunte de la inflación que se observa desde la primavera, junto con su efecto de amplificación de la brecha con los países que comparten la moneda única, reflejan tanto las fuerzas como las debilidades de nuestro modelo de crecimiento.

El IPC está avanzando a tasas superiores al 3%, aproximadamente un punto por encima de la media de la eurozona. Los componentes que más contribuyen a este diferencial desfavorable para España son los servicios, la energía y los alimentos frescos, es decir, una amplia gama de productos. El carácter generalizado de las tensiones traduce la intensidad del tirón de la demanda, que se deriva en parte del potente shock demográfico que insufla dinamismo en nuestra economía, y que no tiene parangón entre las grandes economías europeas.

El aumento poblacional sustenta la bonanza macroeconómica, pero también impulsa el consumo de los hogares, componente que crece a tasas que duplican las del conjunto de la eurozona. Las empresas reaccionan al auge del gasto de los consumidores aumentando la producción, pero también ajustan sus tarifas de venta, al menos en los sectores que pueden hacerlo porque operan al abrigo de la competencia y con poca capacidad productiva disponible, teniendo en cuenta el déficit de inversión arrastrado en el último lustro.

Por ejemplo, la electricidad y la sanidad privada, con un IPC que escala a un ritmo de doble dígito, tienen en común la pujanza de la demanda en un contexto de oferta cuasi rígida. Una circunstancia agravante, en el caso de los servicios, es que disponen de más holgura para ajustar sus precios que la industria, cuyos márgenes están constreñidos por una competencia internacional feroz. Esto explica otra brecha, la doméstica, que nace de la persistencia de las presiones inflacionarias en los servicios, con un IPC que se incrementó un 3,6% en octubre en términos interanuales, contrastando con el cuasi inexistente avance de los precios industriales, un escaso 0,8%.

Los alimentos frescos son otro componente inflacionario, con gran transcendencia en la percepción ciudadana. En este caso, los factores internos, es decir, la fortaleza del consumo y el menor grado de competencia que prevalece en la cadena de distribución, conviven con fenómenos globales, como la demanda asiática, aupada por una clase media cada más numerosa y que tiende a aproximar sus pautas de consumo a las de estas latitudes (caso del café o de la carne, por ejemplo).

El repunte de la inflación entraña dos consecuencias: por una parte, la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, que se produce cuando las remuneraciones no se ajustan a la misma velocidad que los precios; y, por otra parte, el deterioro de la competitividad de las empresas que encarecen sus productos en relación a sus competidores, o comprimen sus márgenes para así mantener la cuota de mercado —caso, este último, de las ramas industriales más expuestas a las inclemencias de la competencia internacional—. Estos impactos, además, se convierten en fuerzas antagónicas cuando los salarios y los márgenes compiten por recuperar terreno.

El riesgo es todavía limitado, pero se visibilizará si persiste el diferencial de inflación con respecto a los competidores más directos. En cierto modo, la reactivación de la inflación es inherente a un modelo de crecimiento como el español que se sustenta principalmente en la incorporación de nueva fuerza laboral, y subsidiariamente en el despliegue de la productividad. Un modelo que se caracteriza también por la debilidad de la inversión, limitando la capacidad de respuesta del tejido productivo al aumento de la demanda. El camino pasa precisamente por desatascar la inversión privada, y abordar las posiciones de oligopolio que restringen la competencia. En lo inmediato, nos asomamos a nuevos desvíos del IPC.

IPC

La reaparición de las tensiones inflacionistas desde la primavera se debe en parte a factores transitorios, como el fin de los subsidios al transporte público o la instauración de una tasa para financiar la recogida de basuras. También ha contribuido la normalización del IVA y de otros impuestos que se habían reducido para aplacar el impacto de la crisis energética surgida tras el estallido de la guerra en Ucrania. El efecto combinado de estas medidas, sin embargo, es limitado, además de puntual. Incluso descontándolo, la tendencia alcista del IPC se mantiene.


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