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Tribuna
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La guerra en Ucrania y el negocio de Estados Unidos con el gas

Las ventas de GNL le proporcionan ingresos en torno a 30.000 millones de dólares, de los que más de la mitad corresponden a las compras europeas

Vista aérea de un buque de gas natural licuado.

La utilización de la técnica de fracturación hidráulica (fracking) iniciada en Estados Unidos hacia 2008 ha proporcionado unas espectaculares cifras de extracción de gas natural y, todavía mayores, de crudos de pe-tróleo, pero en este artículo sólo nos ocupamos del primero de esos combustibles. Desde aquella fecha hasta 2024, la producción de gas natural aumentó de 550 mil millones de metros cúbicos a más de un billón, logrando que el secular déficit comercial de Estados Unidos desapareciese en 2014 y desde entonces se generase un excedente que ha ido creciendo hasta 206 mil millones en 2024.

Una parte de ese excedente podía ser absorbido con un aumento de la exportación a los dos países vecinos a través de tuberías, de modo que las ventas a México y sobre todo a Canadá ―con quien mantiene un notable intercambio gasífero― se fueron elevando hasta 90 mil millones en 2024. Pero el grueso del excedente estaba obligado a encontrar nuevos mercados. Con ese fin, en las zonas costeras de Luisiana y Texas se aceleró la instalación de plantas de licuefacción para convertir combustible gaseoso en gas licuado (GNL), transportable en barcos metaneros a grandes distancias. El hándicap era que el precio del GNL resultaba bastante más alto que el transportado por tuberías, ya que debía incorporar el doble coste de la licuefacción y la posterior regasificación en el lugar de destino, además de los fletes marítimos.

Parte del GNL podía dirigirse a países asiáticos, como Japón, Corea del Sur y Taiwán, con una elevada demanda interna y escasa dotación propia de gas, si bien contaban ya con suministradores más cercanos (Australia) o con una mayor trayectoria comercial (Qatar). También podía dirigirse a otros, como China e India, que iban aumentando su modesto nivel de consumo. Los países de América Latina, Oriente Medio y África consumían poco gas natural o bien disponían de dotaciones propias, por lo que su margen importador era estrecho. Así, la estrategia estadounidense logró que en 2024 las ventas asiáticas aumentaran a 39 mil millones de metros cúbicos y en las otras regiones a 15 mil millones. Pero esas ampliaciones sólo absorbían una parte del excedente extractivo convertido en GNL.

Fue así como el continente europeo pasó a ser un objetivo imprescindible para dar salida al aumento del excedente, aunque era un objetivo que presentaba cuatro obstáculos. Primero, los países europeos estaban frenando su demanda de gas natural. Segundo, la mayor parte de su consumo se abastecía desde Rusia a través de una densa red de tuberías. Tercero, las importaciones rusas se realizaban mediante contratos de largo plazo firmados con el monopolio ruso Gazprom. Cuarto, aunque admitían ciertas variaciones de precios, esos contratos garantizaban una estabilidad que no dejaba margen para aprovechar las posibilidades especulativas que llevan aparejadas la volatilidad y la incertidumbre de los precios.

En 2019, Europa había aumentado sus compras de GNL hasta 113 mil millones de metros cúbicos, pero sólo 18 de ellos procedían de Estados Unidos. Todavía dos tercios de las importaciones de gas natural se realizaban por tuberías y el 80% de las mismas eran suministradas por Rusia, previéndose que sus envíos serían mayores cuando entrara en funcionamiento el segundo ramal del gasoducto Nord Stream, que conectaba, a través del mar Báltico los grandes yacimientos siberianos con la costa septentrional de Alemania. Esos rasgos se mantenían en 2021, después de que se moderasen el consumo y las importaciones europeas. Hasta que en febrero de 2022 tuvo lugar la invasión rusa del territorio ucraniano que desató el conflicto militar todavía en curso. Cerrando filas contra Rusia, la Comisión Europea decidió romper la dependencia energética con Rusia, además de otras medidas económicas y diplomáticas de represalia, que fueron apoyadas por la Administración Biden.

Tres años después, los datos de 2024 aportan cuatro consecuencias fundamentales. Primera: las compras europeas a través de tuberías se han reducido de forma drástica, hasta suponer la mitad de las realizadas en 2019, debido a que las procedentes de Rusia equivalen a la cuarta parte de las efectuadas entonces. Segunda: las compras de GNL han crecido hasta superar a las efectuadas por tuberías. Tercera: las compras a Estados Unidos han experimentado un fulminante ascenso hasta 61 mil millones de metros cúbicos y representan la mitad de las importaciones europeas de GNL. Cuarta: Estados Unidos ha pasado a ser el líder mundial en la exportación de GNL (22% del total), cuando en 2016 ni siquiera exportaba y en 2019 ocupaba la tercera posición, lejos de las cuotas que ostentaban Qatar y Australia.

Un éxito completo de la estrategia norteamericana y un escenario ventajoso para ciertas transnacionales gasíferas europeas, para las grandes compañías de transporte marítimo y las comercializadoras de materias primas y para los bancos y fondos que deseaban la creación de un amplio mercado de GNL que, a semejanza del petrolero, permitiese el desarrollo de operaciones financieras. Los contratos firmados por las grandes importadoras son de largo plazo, de entre 20 a 25 años, pero los precios toman como referencia el índice TTF (Title Transfer Facility). Este indicador se forma en un mercado virtual, gestionado en Países Bajos, donde se negocian contratos al contado y, sobre todo, de futuros, con una notoria participación de agentes guiados por estrictos fines financieros, que contribuyen a dotar al índice de una intensa volatilidad.

Se entiende así el nulo interés de la Unión Europea y de Estados Unidos por investigar el sabotaje al Nord Stream II, cuya inutilización había sido señalada como un objetivo importante por la Administración Biden. Se entiende el desdén europeo por el hecho de que se hayan reducido las compras de GNL a sus anteriores socios principales, Qatar, Argelia y Nigeria, a pesar de que sus precios son sensiblemente inferiores a los estadounidenses. Se entiende, en fin, el silencio de las autoridades de la Unión Europea ante la creciente compra de un gas extraído con una técnica prohibida por la normativa comunitaria (fracking) debido a sus efectos ambientales y sanitarios.

Además de un objetivo estratégico, Estados Unidos ha conseguido un negocio muy lucrativo y con distintas ramificaciones, en el que las ventas de GNL le proporcionan ingresos en torno a 30 mil millones de dólares, de los que más de la mitad corresponden a las compras europeas. Cifras llamadas a seguir creciendo a tenor del empeño de la Comisión Europea en ahondar la ruptura de las relaciones comerciales con Rusia, a la vez que la Administración Trump exige públicamente que los países europeos aumenten sus compras de GNL estadounidense.

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