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Columna
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Contexto

David Trueba

Entre las Vidas paralelas de Plutarco y los biopics de las televisiones actuales, la distancia se agranda día a día. Si en un caso se trataba de extraer vivencias esenciales para enriquecimiento de generaciones futuras, ahora más bien se pretende saciar la curiosidad coyuntural. Más o menos la misma distancia que habría entre la posteridad y el famoseo, entre Alejandro Magno y Mili Vanili. La redirección de las ayudas estatales a la industria audiovisual acogiendo a las TV movies y las miniseries nos nutre de vidas filmadas, porque al final la senda de las subvenciones siempre termina por señalar el paso del ganado. De haber explotado esta modalidad en tiempos de nuestra infancia, nadie nos habría librado de urgentes biopics sobre Nino Bravo, el payaso Fofó, Félix Rodríguez de la Fuente, Los Pecos y hasta la travesía de niña a mujer de Chábeli, todos ellos fundamentales en nuestra educación emocional. Las vidas modélicas de nuestros personajes más relevantes, junto al suceso sangriento, son el pienso de nuestra ficción más dotada de fondos.

Lástima que no provoquen las mismas ganas de fabular asuntos que, pese a ser cotidianos y actuales, regalan perspectivas más complejas. El caso Correa da para una buena miniserie: lujo cutre, amistades peligrosas y bodas en El Escorial. Ofrece desde detalles berlanguianos hasta elementos de Coppola. Tan apasionante como el cierre del periódico Egunkaria y la ardua pelea por la libertad informativa, que el juez Gómez Bermúdez acaba de reivindicar en un auto que es contundente como la escaleta de un guión de cine. Pese a que las miniseries acaban casi siempre encerrándose en la alcoba, convirtiéndose en interpretaciones de cámara de vidas públicas, quizá por falta de presupuesto, quizá por falta de perspectiva, en realidad el contexto histórico suele ser fundamental. Si no explicas ese contexto, difícilmente alguien hubiera asumido el cierre de un periódico, una medida cautelar que ahora suena tan desproporcionada como si por imputar a un senador y tesorero en una trama de corrupción política, el juez de instrucción ordenara cerrar un partido político. Para crear ese contexto necesitas políticos y ciudadanos que excusan la existencia de cloacas estatales, la emotividad como factor legislativo e inocular ese virus interesado que quiso ver etarras en cada esquina.

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