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CONCIERTOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Esperanza en una noche de verano

Els Pets pasaron por el festival Porta Ferrada celebrando con humor y fragilidad sus 40 años de carrera

El concierto de Els Pets, este sábado en Sant Feliu de Guíxols (Girona).

Comenzaron como un exabrupto rural, orgullo de granero, identidad enraizada en el tros, aires festivos de pueblo. Eran lo más agreste de aquel rock catalán que en los noventa puso guirnaldas musicales a la adolescencia de Cataluña, dándoles un idioma propio para su música que era el mismo que el de sus familias, como ocurre en Inglaterra o Francia, también en el resto de España. Poco a poco fueron consolidando una propuesta que ha envejecido sin achaques, adaptando su contenido al paso del tiempo y profundizando en la raíz anglosajona del pop de toda la vida, ese que busca un estribillo como lluvia en los campos. Y de eso se cumplen 40 años. Y lo están celebrando durante este año en espera de ver qué hacen con el futuro, si es que no lo saben, cosa que en ellos parece difícil que ocurra, menos aún cuando ya queda menos por delante que por detrás. Els Pets, nombre mucho menos profundo e imaginativo que su música, pero nombre ajustado a su derecho, pasaron en esta celebración por el festival de la Porta Ferrada, en Sant Feliu de Guíxols (Girona). Y llenaron.

Y el concierto no era gratis, como tantos y tantos que por la Virgen de agosto hacen de la música un hecho cultural que solo paga conexión a la red. Público en sintonía con el grupo de Constantí y notables incrustaciones de personas que no vivían en los años 90, o si lo hacían solo se chupaban literalmente el dedo entre pañales, ignorando que el nombre del trío conecta con la inveterada escatología catalana. Por haber, había incluso adolescentes que, a diferencia de todos los demás, desean que el tiempo pase aún con más rapidez. Pero todos, edades al margen, ya hacían de sus brazos escobillas de parabrisas en la primera canción, Soroll, porque Lluís Gavaldà lo había pedido. Y todas brincaban al final con Vine a la festa, última canción y manifiesto vital de un grupo que sabe divertir sin considerar que su público solo sirve para comer avellanas. La penúltima canción lo mostró, un S’ha acabat que narra la melancolía de un amor homosexual de verano, tapiz de fondo de algunas canciones como por ejemplo Agost, más feixuc i mandrós, donde la siesta reina y el tiempo parece discurrir más lento, casi reptando, aplastado por la canícula.

Agost, el disco, formó dupla en el repertorio con Bon Dia, de la misma manera que en otros conciertos ese dúo lo conforman Calla i balla i Som, discos que certificaron el ingreso en las bandas adultas de largo recorrido de los otrora deslenguados jovenzuelos de provincias. Con el amplísimo repertorio que tienen y la gran cantidad de canciones estimables podía pensarse que esta decisión no es una buena idea, que hay temas para estructurar un repertorio solidísimo saltándose las restricciones de pertenencia a discos en concreto, pero ¿quién le discute el juicio a quien ha llegado a volar tan alto partiendo de tan abajo? El trío, sexteto en escena con apoyo de dos guitarras y teclados, comenzó con el disco Agost y un Gavaldà que por arrebato juvenil le pidió más a su voz de lo que esta puede dar. Sin nervios y descontrol, luego embridado, no hay directo que no sea rutina, a menos que te llames King Crimson.

Ya en la cuarta canción Els Pets mostraron una de sus mejores caras, el dolor del desamor explicado entre detalles ordinarios, sábanas que cuelgan secándose y abúlico zapping frente a una tele que ni se mira. Repitieron enfoque en Feliç, tema que en su espíritu replica el Si em dius adéu de Lluís Llach, deseando ventura al amor que parte. El amor, tema recurrente de la música popular, de todas las músicas populares del mundo, tema inagotable.

Tampoco el enfoque social, que en el Els Pets no tiene tono de sermón, dejando espacio para que cada uno alcance sus propias conclusiones. En Sant Feliu de Guíxols tres ejes, el nacional, exponiendo el independentismo con humor y naturalidad, el social, con un Pau que cerró la primera parte del concierto con el público en pie, y la crítica al neofascismo. “Ser facha no es moderno, consiste en ofrecer soluciones fáciles a problemas difíciles y echar la culpa a quien es más pobre que tú”, dijo Lluís al presentar El meu veí de sota, crónica de lo que puede leerse como un paternal fracaso educativo que en el fondo retrata el fracaso de la izquierda ante el auge de la ultraderecha.

16/08/2025 Concierto del grupo catalán Els Pets en Sant Feliu de Guíxols (Girona). Foto: Xavier Casals

La segunda parte del concierto, la destinada a Bon dia, comenzó tras un brevísimo interludio con el himno Massa jove per fer-me gran y el público dejándose las articulaciones bailándola. No importaba que crujieran. Era el momento festivo, en el que se intercalaron temas nocturnos y de elegante penumbra como ese Sebastià en el que el bajo de Falin adquiere protagonismo. Tanto como la agricultura en Jaio, un tema con el alma de Joan Reig, un hombre bajo un sombrero y canosamente barbado, también compositor del S’ha acabat. El condimento humorístico de Lluís, con autoparodia incorporada, mantuvo el guion del concierto, por ejemplo al presentar la rumbita Digue’m que m’estimes, otro frente sonoro de un grupo que tiene en The Beatles una referencia, como en la new wave, al cantar en la platea Jo sóc el teu amic, presentada como una defensa del humor como arma de seducción en ausencia del atractivo.

Dos horas duró la celebración, una fiesta con recovecos en los que muchas cosas no son lo que parecen, en las que cantar con alegría a la tristeza, con emoción y fragilidad al desamparo en un entorno festivo que se proyecta sin ingenuidad en la esperanza. Son Els Pets, señores de sesenta años que no van de otra cosa que de señores de sesenta años, riéndose de ellos mismos aun sabiendo por dentro, como decía el poeta, “que la vida va en serio es algo que uno empieza a comprender más tarde”. Sí, envejecer y morir son argumento de la obra, pero la risa, el amor, la ironía y cientos de pequeñas cosas, como un concierto en una calurosa noche de agosto, son la mejor medicina.

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