Visita privada con el canal de fondo
El presidente de Panamá trata con los constructores la ampliación y el doble impuesto

El recientemente elegido presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, ha pasado esta semana por España en visita privada, de descanso después de la intensa campaña electoral y antes de tomar posesión del cargo. Pero este multimillonario empresario panameño, descendiente de italianos y formado en Estados Unidos, aprovechó su estancia para hacer visitas obligadas al Rey Juan Carlos y al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
También se vio con el presidente de la asociación de las grandes constructoras (SEOPAN), David Taguas. El encuentro, que impidió a Taguas acudir el jueves a la conferencia de José Blanco, ministro de Fomento, fue de máxima trascendencia, ya que en el fondo estaba el concurso de ampliación del canal de Panamá y el problema de la doble imposición existente con el país centroamericano, que evidentemente también abordó con los otros interlocutores. Taguas ya se había preocupado, en su etapa como director general de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, de negociar su supresión.
Martinelli se juega mucho en el canal, principal fuente de ingresos del país. Prometió durante la campaña, que se pagó él mismo, impulsar la economía, que se ha visto frenada en los últimos meses, y la ampliación del canal es absolutamente necesaria para ese impulso. La ingente obra, cuyo presupuesto inicial está fijado en unos 5.200 millones de dólares (unos 3.500 millones de euros), ha atraído a las principales constructoras.
Es también su oportunidad para negociar su salida definitiva de la lista de paraísos fiscales y evitar esa doble imposición. Para las constructoras españolas, que ocupan posiciones líderes tanto en tecnología como de presencia, esta ampliación se ha convertido en una oportunidad de ampliar sus negocios, pero sus intereses pueden verse perjudicados por esa doble imposición frente a empresas de otros países.
En el concurso, previsto para julio, se han presentado tres consorcios. De los tres, en dos participan empresas españolas. Por un lado, el que forman ACS,
FCC y Acciona con la mexicana ICA y la alemana
Hochtief, denominado CANAL. Por otro, el formado por Sacyr Vallehermoso en compañía de la italiana Impregilo, la belga
Jan Delul y la local Cusa, además de la consultora
MWH, que forman Grupo Unidos por el Canal. El tercer consorcio es el formado por la firma estadounidense Bechtel y la japonesa Mitsubishi.
El proyecto, del que se encarga la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), consiste en la construcción de dos complejos de grandes esclusas de tres niveles cada una en el lado del Pacífico y otra en el Atlántico. También incluye el ensanche y profundización de cauces. La construcción del tercer juego de esclusas permitirá el paso de grandes barcos de contenedores por esta vía de 80 kilómetros que une los océanos Pacífico y Atlántico, por la que transita alrededor del 5% del comercio mundial.
La evaluación se compone de una parte técnica, que da 550 puntos máximos, y otra económica, con 450 puntos. La importancia que tiene este concurso y su transparencia para Panamá es máxima como lo demuestra el hecho de que el depósito de la oferta económica en una caja fuerte en el Banco de Panamá fue televisado. Esa oferta económica se conocerá después de la valoración técnica. Los responsables de la ACP quieren mantener un proceso inmaculado, por eso se han sentido dolidos de la aparición de informaciones que insinuaban filtraciones.
La ACP ha puesto todo su empeño en que no se le dispare el presupuesto, aunque algunas fuentes ven posible que se encarezca como consecuencia precisamente de la doble imposición, entre otras cosas. En ese caso, la licitación podría sufrir algunas modificaciones y nadie quiere volver a convocar otro concurso por lo que habría que buscar alguna solución. Hay que tener en cuenta que Panamá se juega el prestigio internacional en este envite. Y el presidente Martinelli no quiere, precisamente, empezar su mandato con una tacha. La ampliación del canal de Panamá es posiblemente la mayor obra de ingeniería de estos tiempos en pugna con la construcción del puente de Mesina que ejecutan Impregilo y Sacyr.

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