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Crítica:TEATRO | 'Hysteria'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vodevil de fantasmas

Sigmund Freud en su casa de Hampstead, Londres, donde reside con su familia desde que ha abandonado Austria. Estamos en 1938, su cáncer de boca está ya muy extendido y tanto él como nosotros sabemos que morirá pronto. Abraham Yahuda, su médico, le palía el dolor a base de inyecciones de morfina. En este contexto se desarrolla la obra de Terry Johnson Hysteria (1993), que John Malkovich ha llevado a los escenarios de Chicago, París y que ahora puede verse en Barcelona.

Gran expectación el día del estreno, no tanto por ver el trabajo de este hombre como por verle a él saludando en vivo y en directo. Muchos de los aplausos desmesurados que se llevó la función fueron para su Valmont de Las amistades peligrosas, su Paul Bowles de El cielo puede esperar o el Match Leary de En la línea de fuego. Puede que incluso hubiera alguno para el Tom Wingfield con peluquín de El zoo de cristal. De otra manera no se entiende que el público no abandonara la sala en el entreacto. Y es que el montaje hace agua por todas partes. La culpa, sin embargo, no es toda suya. Terry Johnson, el autor, no puede quedar impune por este desaguisado.

Hysteria

De Terry Johnson. Traducción: Josep Costa. Intérpretes: Abel Folk, Isabel Serrano, Enrique Alcides, Ricard Borràs, Carla Pérez. Vestuario: Antonio Miró. Dirección: John Malkovich. Teatro Victoria. Barcelona, 14 de septiembre.

Dalí ridiculizado

Una noche lluviosa, Freud recibe la visita de una joven que se hace pasar por enferma y reclama su atención médica. Pronto nos daremos cuenta de que en realidad es la hija de una antigua paciente suya a la que él daba por curada, pero que años después acabaría suicidándose. A pesar del armario en el que ella se esconde, y que nos pone sobre la pista del vodevil que nos espera, podemos aventurar que hasta ahí, todo bien: un texto sobre la búsqueda de la verdad a través de las obras y teorías del padre del psicoanálisis que cuenta además con una interesante discusión entre él y Yahuda sobre Moisés, los judíos y, por extensión, Dios. El problema aparece en forma de mamarracho y con bigote: Dalí de joven (el encuentro entre Dalí y Freud se produjo ese verano) ridiculizado ser una parodia de su caricatura más despiadada. Aunque convengamos que el genial pintor ampurdanés se prestaba, e incluso sacaba partido, a la guasa que como personaje pudiera provocar, en Hysteria no es más que un payaso, en el sentido más peyorativo. Y ahí ha sido donde Malkovich ha cargado las tintas.

Del vodevil pasamos de nuevo a las teorías y a la reconstrucción de las sesiones de psicoanálisis de la madre de la joven, para volver a las payasadas de Dalí, ahora ya en paños menores y con un liguero rojo. Una mezcla de géneros que no hay por donde cogerla.

Se salva Abel Folk, muy bien caracterizado como Freud, y se salva Isabel Serrano, la joven, cuando se pone seria. Ricard Borrás (Yahuda) tiene gracia cuando se contiene. El vestuario de Toni Miró es muy adecuado y la escenografía es muy realista, pero poco más.

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