Arquitectura y buen vino

Legaris, el proyecto de Codorníu en la ribera del Duero, respira un aire racionalista y estilizado. Líneas que la luz disuelve en volúmenes, espacios cerrados sobre sí mismos para crear intimidad y lejanía. Jardín y templo, la bodega -obra del arquitecto Domingo Triay- muestra y oculta su decidida vocación de calidad. Al precioso diseño arquitectónico le corresponde una visión enológica, la de la experta Berta Laguna, que aúna precisión científica con emoción estética. Su primer vino tiene la solidez de la obra bien hecha, aunque hay en su construcción mucho cerebro y poco corazón. Su Legaris de 2000 es un tinto que sorprende en nariz por su aroma estilizado, complejo y elegante. Pero al beberlo, la bella expresión aromática se apaga, el gusto pierde algo de consistencia, sin dejar por ello de ser goloso. Quizá la añada de 2001 alcance la serena armonía a la que aspira.