Ciencia y bodegas

La Universidad de Cádiz ha trasladado hasta el Pabellón de la Energía sus últimos avances alrededor del vino, del brandy y del vinagre. El puesto del grupo de investigación Quimicoanalítica del vino y productos derivados hizo ayer las delicias de los visitantes que pudieron probar una copita de fino tirada con venencia y ver una maqueta en miniatura de una bodega.Pero detrás de este escenario lúdico se esconden varias líneas punteras de investigación que explicaba ayer el catedrático Carmelo García Barroso. Los profesores que trabajan en este grupo se han convertido en catadores de laboratorio que extraen la huella digital del vino.

Una de las líneas de investigación trata el aroma de este licor, que integran más de 200 componentes. Para detectar los distintos olores, buenos o malos, se ayudan de una nariz electrónica adaptada a líquidos (el invento, inglés, era originariamente para alimentos). En un centímetro cuadrado se apiñan 32 sensores que detectan inmediatamente un mal olor y su procedencia. "Pero al aparato hay que enseñarlo, no puede sustituir al catador", explica García Barroso. Todo esto y más puede aprenderse en este Salón.