El viejo Djokovic contra su circunstancia: “Quiero más, pero ojalá fuera más joven...”
El serbio, una década mayor que el ‘top-20’, sortea a Svajda pero cede un set y se marcha descontento, mientras se le agota el depósito que demandan los grandes


Apenas ha transcurrido un cuarto de hora del duelo frente a Zachary Svajda y Novak Djokovic ya transmite que no termina de sentirse del todo cómodo. Libro abierto el serbio. Le ha tocado madrugón, primer turno del día, y ha roto enseguida a sudar. Hace algún que otro aspaviento, ajusta la musculatura que envuelve el hombro y no tardará en escupir un par de gritos. Durante la mayor parte de las 2h 32m que se extiende el episodio (6-7(5), 6-3, 6-3 y 6-1) deambula con la cabeza gacha y el gesto serio porque pese a que sea plenamente consciente de su realidad, la de competir a menor velocidad y con menos combustible en el tanque, los 38 años van pesándole más y más.
Le gusta demasiado el tenis. El competir. Y, reflexiona el subconsciente, esto va acabándose para él. Nole compite hoy día entre resignación y emite un mensaje contradictorio. Quiere más, pero admite que la vida ha reajustado su orden de prioridades. “La familia es lo primero. Si me va bien aquí no estaré en el cumpleaños de mi hija, así que espero no perdérmelo otra vez”, expresaba al aterrizar en el torneo, insinuando otra vez que va llegando al final del recorrido, casi 20 años en la élite ya, lo cual choca con su verdadera naturaleza: ese instinto salvaje por seguir, por ganar. Seguirá peleando, pero cada día que pasa está más lejos. Sin embargo, sigue siendo Djokovic.
Rebobina: “Todo lo que vivimos en aquella época tan dura en mi familia [durante la guerra de los Balcanes] es lo que me llevó hasta aquí. El no tener éxito como tenista no era una opción. Tenía que triunfar. Es un tema existencial”. Impulsado por ese instinto de supervivencia, el serbio ha ocupado el altar histórico del tenis y se rebela contra el paso del tiempo, en busca de más logros y de ese 25º grande que se antoja complicado por la nueva circunstancia: ahí están Jannik Sinner y Carlos Alcaraz, los dos nuevos expresos, y ahí delante está también el mayúsculo reto que plantean los grandes escenarios. Esto es, dos semanas de erosión. Cualquier desliz es matador para él.
Djokovic es al menos nueve años mayor que el resto de los integrantes del top-20 del circuito y su privilegiado físico arrastra ya el desgaste de los 80 majors que ha disputado —solo uno por detrás de la plusmarca obtenida por Roger Federer y Feliciano López—, de ahí que la ascensión que exige la conquista de un Grand Slam penalice sobremanera cualquier minuto extra sobre la pista, la más mínima concesión. Sin ir más lejos, el primer set birlado por Vajda, al que una lesión ha terminado jugándole una mala pasada mediado el segundo. De no haber sufrido el contratiempo, probablemente hubiera comprometido en mayor medida el triunfo del balcánico.
Expandiendo “luz”
La conclusión que extrajo del paso por Roland Garros y Wimbledon fue meridiana: de no completar un trazado impoluto hacia las estaciones finales, la posibilidad de imponerse a Sinner o Alcaraz es remota. Va justo de fuerzas —“todavía tengo talento, aún tengo la motivación, pero ojalá fuera más joven…”, reflexionaba tras la victoria del lunes en la primera ronda— y entiende que a los dos fenómenos tan solo se les puede tutear estando en plenas facultades. Pero, aun así, continúa siendo extremadamente difícil. No obstante, él quiere seguir ahí. Por si las moscas. No vaya a ser que se abra la puerta. Las ha visto de todos los colores y sabe que el tenis es un deporte retorcido. ¿Y si…?
En una entrevista concedida al youtuber Jay Shetty, autor de Piensa como un monje, Djokovic se abre. “He conseguido lo que buscaba, pero quiero más. Y eso viene del propósito, de la inspiración y de la pasión por del deporte y por hacer feliz a la gente cuando te ven jugando al tenis”, expone en un instante de la charla; “siento que sigo expandiendo esa luz cuando juego. Mi deseo de hacer más también viene de mi sensación de no haber triunfado lo suficiente, y esto nace de mis orígenes y de la relación con mi padre. Es una batalla interior que mantengo habitualmente. Pero mientras sienta que puedo competir por los grandes títulos, seguiré haciéndolo. Quiero desafiar mis límites físicos y mentales”.

De momento, esta última victoria le guía hacia la tercera ronda, la estación en la que cayó hace un año, e iguala la cifra lograda por Federer sobre pista dura (191). Nadie ha pisado más veces (75) que él esa cota en los grandes y, pese a las complicaciones iniciales ante Svajda, sigue en pie. Chocará con el británico Cameron Norrie (35º). Sin embargo, su gestualidad contradice su mensaje. ¿Por qué le cuesta sonreir? ¿Acaso no está disfrutando? Por delante, semana y media de fuego en Flushing Meadows. Y las sensaciones no son las mejores. Si el primer día sufrió físicamente, en esta ocasión no termina satisfecho con el juego.
“No estoy contento con la primera parte del partido, aunque hay que reconocer el mérito de Zachary. Es una pena que se haya lesionado”, apunta a pie de pista. “Es como si estuviera un poco frustrado con mi juego, además de pasar por algunos momentos donde me digo internamente ciertas cosas, pero eso no significa que no esté encontrando la alegría compitiendo. Intento resolver el acertijo. Me gusta competir, pero no me gusta no jugar bien. Hoy ha sido un poco difícil encontrar el ritmo y, por eso, tal vez no me habéis visto tan emocionado después de ganar ciertos puntos. No os preocupéis por mí, el próximo día me aseguraré de apretar más el puño”, cierra ya en la sala de conferencias.
RESISTE BUCSA, DERRAPA DE DAVIDOVICH
No asiste Paula Badosa. Cayó lesionada el primer día Nuria Párrizas. Jessica Bouzas se desinfló el martes frente a Donna Vekic. Y ahí está ella, Cristina Bucsa, la única representante española en el cuadro femenino. Vence y se supera: 6-4 y 6-3 (en 1h 22m) a Alexandra Eala. Será su primera vez en la tercera ronda de Nueva York.
“¿Sola? Pero está también Carlitos [Alcaraz], ¿no?”, contesta cuando se le recuerda la salida de sus compañeras. El caso es que sigue rompiendo barreras y, al igual que en el Open de Australia y Wimbledon, a falta ya solo de Roland Garros, la cántabra (27 años y 95ª del mundo) alcanza la tercera estación de otro gran marco.
“Yo sigo mi camino, voy cogiéndole el tranquillo y cada día juego mucho mejor”, concede sin saber todavía si se enfrentará a Elise Mertens o Lulu Sun. Ella avanza y colapsa en la recta final del partido Alejandro Davidovich, batido por el francés Arthur Rinderknech después 3h 14m: 6-4, 3-6, 2-6, 6-2 y 6-3. Un demoledor parcial de 5-0 en el último set decide.
Por otra parte, se despide el brasileño João Fonseca, que a sus 18 años cierra la temporada con dos segundas rondas (Melbourne y Nueva York) y dos terceras (Roland Garros y Wimbledon) en los majors. No puede con Tomas Machac (7-6(4), 6-2 y 6-3). Se notifica, también, el abandono de Jack Draper por una lesión en el brazo que arrastra desde junio. El inglés caerá en el ranking, al haber progresado en la edición anterior hasta las semifinales.
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