Sinner acelera el crepúsculo de Djokovic
El número uno vence al serbio, muy justo de físico y cada vez más distanciado, e intentará resarcirse de la derrota ante Alcaraz en Roland Garros: 6-3, 6-3 y 6-4


Agacha la cabeza Novak Djokovic conforme Jannik Sinner va decantando la segunda semifinal y, de repente, en la central de Londres se acelera el tiempo. Aunque a lo largo de la temporada su situación haya ido ofreciendo pistas y él, elegante, plenamente consciente de a qué se enfrenta y por qué lo hace, admita que probablemente se dirija hacia lo improbable, este último episodio retrata a las claras cuál es la circunstancia del serbio. El campeón de campeones cierra el torneo (6-3, 6-3 y 6-4, tras 1h 55m) y mientras caen los juegos y los sets en favor del italiano, él continúa dándole vueltas a la cabeza. Quiere, pero no puede. Cuestión de ritmo, cuestión de años. ¿Cuánto más aguantar así?
Djokovic tiene dimensión, juego y clase más que de sobra para seguir sobreponiéndose al grueso de los competidores de la actualidad. Sin embargo, todo es diferente. Todo ha cambiado. Hay dos fenómenos que viajan a otra velocidad. Inalcanzables. Imposible resistir a ese paso. Ahí enfrente está Sinner, algo así como su yo de las buenas épocas, el Nole que consumía a los rivales meciéndolos de lado a lado. Sin compasión. Digna encarnación la del pelirrojo, una máquina perfeccionada frente al viejo prototipo, quien se resiste, pelea, se duele, reacciona, se levanta; insurrecto hasta el infinito. Empeñado en ir contra natura. Pero cae. Hoy día, insuficiente. No le alcanza.
Son 38 años y de ahí el reconocimiento del público inglés, el mismo que le negó el cariño en su día, cuando arropaba con descaro al idolatrado Roger Federer. Era otro tiempo. Hoy, los presentes asisten a una derrota que genera nostalgia porque definitivamente se da carpetazo a una época. Era Wimbledon o, probablemente, la nada. ¿Nueva York? Realmente difícil. ¿El próximo año tal vez? Aún más complicado. Ni el escapismo sin límites de Djokovic resiste a la lógica. Los raquetazos violentos del italiano atropellan al serbio, rey del control, maestro del tempo en los intercambios, y se lo llevan por delante. E invitan a la reflexión: ¿Le vale a Djokovic? Seguramente, no.

El de Belgrado comenzó el curso en la buena dirección, imponiendo su instinto de trilero ante Alcaraz en Australia. Sin embargo, en Melbourne su carrocería ya ofreció señales de un declive muscular que, en realidad, se había iniciado la temporada anterior. En cualquier caso, eran unas semifinales, acompañadas luego por las de Roland Garros y ahora por las de Londres. Enfocado exclusivamente en los grandes torneos, con el objetivo de llegar a esa cifra dorada del 25, se antojan como un resultado corto para un competidor que solo entiende de llegar a buen puerto; el resto meritorio, pero poca cosa para alguien que concibe la competición fundamentalmente a partir de lo numérico. Éxito, o nada.
Elocuencia
Y asoman por ahí los números y los hechos, dejando claro que la distancia entre Alcaraz (22 años) y Sinner (23) respecto a los demás, también respecto a él, continúa creciendo más y más. Loable la reiteración, el espíritu y los intentos, así como romántica esa lucha contra su propio cuerpo, que va frenándole ya a marchas forzadas; le da para llegar a las estaciones finales, pero no para imponerse a los nuevos tiranos. En los cinco últimos cruces con el de San Cándido, otras tantas caídas. Elocuente la de París, algo más reñido el pulso entonces, y todavía más esta de Wimbledon. Llegó entre algodones, después de un resbalón, y se va sin haber ofrecido siquiera contestación.
Triunfo categórico para el número uno y una remontada de lo más expresiva en el tercer parcial. Ni el 3-0 le vale a Djokovic. Previamente, el ganador de 24 grandes ha tenido que ser atendido del muslo izquierdo. Se restablece y termina en pie, pero la superioridad del finalista debe conducirle al rincón de pensar, opina John McEnroe: “Novak tendrá mucho en lo que pensar durante el próximo mes. Es la primera vez que lo miro y pienso: ‘No estoy seguro de que vuelva’. No si será capaz de aceptar el estar uno o dos niveles por debajo de estos chicos. Es increíble que haya llegado tan lejos y que haya competido a este nivel durante tanto tiempo”.

Premonitorias o no, las palabras refuerzan la sensación de que al serbio se le ha agotado definitivamente la cuerda; al menos, en términos de plantear un tú a tú. Compiten Alcaraz y Sinner a lomos del último modelo de cohete y el hasta hace muy poco moderno tenis de Djokovic se aprecia hoy día como vintage. Pierde Nole y se marcha de La Catedral, quién sabe si regresará o no. Y, entretanto, el coherente rótulo de la final ilusiona, porque al fin y al cabo supone el reencuentro de las dos grandes fuerzas contrarias del momento. De entrada, Alcaraz parte con ventaja por su dominio de la superficie y su contrastada fiabilidad en las grandes citas, pero el transalpino vuelve a la carga.
“No sé qué esperar. Ya visteis la última... [4-6, 6-7(4), 6-4, 7-6(3) y 7-6(2), en 5h 29m]”, afirma prudente. “Es un honor compartir de nuevo la pista con Carlos. Nos empujamos hasta los límites. Es uno de los jugadores a los que admiro. Espero que sea un partido tan bueno como el último, aunque no sé si podrá ser mejor”, prolonga Sinner, el único tenista masculino que, desde 1995, ha logrado alcanzar las finales de los cuatro grandes, más allá de Federer, Nadal, Djokovic y Murray. “Buena compañía…”, concede. Como hicieran el suizo y el mallorquín en 2008, él y el murciano se habrán batido en los epílogos de Roland Garros y Wimbledon.
Mientras, Djokovic se resigna. Escala y escala, pero tarde o temprano termina encontrándose con ellos y cada vez divisa un muro más alto. Tal vez insalvable. Tan pendiente de ellos como de su físico, el veterano Nole deshoja ya la margarita.
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