Alcaraz contra Sinner, una cuestión de alta intensidad
Los dos portentos chocan en la final (15.00), elevados sobre una dimensión superior a la del resto y confrontando dos fuerzas técnicas, físicas y mentales extraordinarias


No parece excesivamente preocupado Carlos Alcaraz, en su burbuja siempre, tan permeable y tan entregado, y a la vez tan duro de cabeza. “Es murcianico”, dicen aquellos que le conocen, a los que no les sorprende en absoluto hasta donde ha llegado el tenista porque, intuían, tenía que ser así. “Es muy bueno”. Después del entrenamiento firma autógrafos en la pista 2 del complejo de Roland Garros como si fuera una jornada rutinaria más, ni rastro de tensión el día previo a la gran final de este domingo (15.00, Eurosport y DMAX). No se advierte nerviosismo alguno, sino por encima de todo satisfacción: está donde, cuando y como quería. Ahora bien, trabajo inacabado. Por delante, asoma Jannik Sinner.
Es decir, la final esperada y, seguramente, deseada por una gran parte del planeta tenis, testigo otra vez de un encuentro que ha empezado a convertirse en costumbre y que, de no cambiar mucho el panorama, muchísimo, se repetirá más y más veces. Ellos dos, dos marcianos, dos fenómenos, y en otra esfera muy distinta el resto. Sin excepción. Tan solo Novak Djokovic, al que se le va agotando ya la mecha, ha sido capaz de litigar con ellos en estos últimos tiempos resueltos a golpe de jerarquía y nuevo orden, partido en dos: se repartieron el curso pasado los cuatro grandes y no admiten discusión tampoco esta temporada. Migas para el resto, pero en términos de sustancia, de la verdadera chicha, debaten solos los dos.
Una pizca favorito el español, se comenta en el preámbulo, teniendo en cuenta que hace un año prevaleció él en el duelo de las semifinales —cinco sets y alternativas— y que en este terreno solo apto para cabezas y cuerpos fuertes, no hay candidatura más sólida que la suya. Insiste Alcaraz: “Los demás saben que van a tener que rendir al cien por cien si quieren ganarme”. Y así es. Han ido disparándose sus prestaciones conforme se hacía más compleja la situación, exigido día tras día y en todo caso airoso, vencedor e incontestable hacia la final. Lo demostró hace un año y ahonda en este, reafirmando una habilidad al alcance de muy pocos: la de escarbar en las mentes de los rivales.
De “intensidad” habla él, y de eso va la historia, en realidad. No hay grandes misterios: el vertiginoso tenis de hoy, o quién es capaz de navegar durante más rato soportando los esfuerzos. En ese sentido, no hay hoy por hoy velocidad de bola superior a la de ambos —siquiera cercana, seguramente— ni jugador que resista a ese ritmo tan infernal. Tan erosivo. “Un Grand Slam es muy largo, y competir a tanta intensidad durante cinco sets es duro. Sé que le pongo mucha intensidad. Creo que le doy mucha velocidad a los golpes durante todo el partido y que los otros jugadores, probablemente, no estén acostumbrados a un ritmo así”, se sincera Alcaraz, consciente de su primacía.

Ocurre que esta vez tendrá enfrente al intenso entre los intensos. La Macchina, que le apodan en Italia. “Con Zverev sentí que tenía más tiempo desde la línea de fondo para plantear diferentes tácticas o probar cosas, pero con Jannik, no. No hay tiempo. Tienes que dar lo mejor de ti constantemente”, analizaba Djokovic tras caer ante el italiano, un martillo pilón, percutor sin igual. Reenganchado en un abrir y cerrar de ojos. Frente a las oscilaciones de Alcaraz, él compite mentalmente en línea recta, sin meandros. Ni un solo set ha concedido de camino a la final, roscos (6-0) para Gasquet, Lehecka y Bublik, y por encima de todo la sensación de que una vez recuperada la chispa tras los tres meses de suspensión, encara el episodio de tú a tú.
Roma, engañoso
“Es verdad que cuando Jannik juega también a un nivel estratosférico de constancia, el que ha ido mostrando en estos dos últimos torneos [Roma y París], pues también es realmente alto”, concede el preparador Juan Carlos Ferrero. “Está en otra dimensión, juega muy rápido”, describía Bublik. Y radiografía él mismo: “Creo que soy un tenista sólido y, a la vez, impredecible”. Se refiere a una capacidad única para armar y descerrajar el tiro, así como para acelerar la transición de la defensa al ataque. El estajanovismo por bandera. “Siento que he mejorado mucho respecto al año pasado en tierra, eso forma parte del proceso. Creo en el trabajo duro, los resultados son la consecuencia”.

Frente a su linealidad, el recorrido de Alcaraz ha sido más sinuoso. El español cedió sendos sets ante Marozsan, Dzumhur, Shelton y Musetti, pero él prefiere darle la vuelta. Hacer virtud de esa capacidad para rehacerse ante la adversidad. Un mensaje, una muralla. El halo del último campeón: “Les dice a los otros qué nivel puedo alcanzar”. Efectivamente, a lo largo de la gira ha demostrado que lejos de perjudicarle, las curvas han expandido entre el resto la idea de que es extraordinariamente difícil batirle en el contexto de la distancia larga, los cinco sets. Positiva mala fama. Rompió un par de veces a Musetti, salió tocado Dzumhur y exprimió a cuantos han salido a su paso.
Roma, referencia difusa. Engañosa tal vez. Allí reaparecía Sinner (23 años) y hasta donde le dio el depósito, fue un pulso de igual a igual. En todo caso, Alcaraz (22) cuenta con un importante antecedente anímico, sabiendo que se ha impuesto las cuatro últimas veces que midieron sus fuerzas; las tres de la pasada temporada y también en la cercana referencia del Foro Itálico. Aspira a su segundo cetro consecutivo en París, mientras el italiano pretende reafirmar su jerarquía —tres de los cinco últimos majors para él— y dar un golpe sobre la mesa. Hasta aquí, la arcilla es propiedad del murciano, quien advierte: “No me preocupa en absoluto dejarme algunos sets porque soy lo suficientemente fuerte como para volver”. Así que lo dicho.
Intensidad, cuestión de intensidad.
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