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Alcaraz entra y sale del hoyo ante Dzumhur, pero alcanza los octavos

El español, dos mundos, salva un partido que tenía muy encarrilado frente al bosnio (1-6, 3-6, 6-4 y 4-6, tras 3h 14m) y se enfrentará el domingo a Shelton

Carlos Alcaraz celebra un punto durante el partido contra Dzumhur en la Chatrier.
Alejandro Ciriza

Habla Carlos Alcaraz con la voz quebrada por el esfuerzo. Por el susto. Morrocotudo este. Dos mundos en un mismo partido. De la bonanza del principio, esos dos sets y 3-2 por encima, al declive repentino y esos sudores fríos del final. Difícil de creer para los presentes, pensando primero en enfilar el Boulevard d’Auteuil e ir a cenar, y luego regocijándose en el lío: sí, había partido. Llegó de la nada. Y lo salva finalmente el español, pero mal trago el que se lleva hacia los octavos: 6-1, 6-3, 4-6 y 6-4, después de 3h 14m. Damir Dzumhur, un bosnio de 33 años que metía pie y medio en el abismo, se las ha hecho pasar canutas durante un buen rato, pero hay final feliz. Suspiros de alivio en su banquillo: el domingo se encontrará con Ben Shelton (6-3, 6-3 y 6-4 a Matteo Gigante).

En su línea de franqueza, admite el protagonista. ¿Simple desfallecimiento? ¿Una lesión detrás? ¿Juego puro y duro? “Le he dejado meterse en el partido”, responde en la zona mixta. “Hay momentos de bajón, en los que quizás, tienes un poco de dudas física o tenísticamente. Y él ha aprovechado el nivel al que ha jugado a partir del tercer set, cuando yo prácticamente no sabía qué hacer, no veía ningún hueco”, prosigue en español, cuando el reloj ya marca las doce y media de la madrugada. Se irá a dormir a las tres, como pronto. “En la sesión de noche te puede dar un poquito más de bajón, pero me encuentro bien”. “Al final, tenía que calmarme y pensar mejor qué tenía que hacer”.

Flotaba Alcaraz hasta ese instante en el que ha metido el pie en el charco, quién sabe por qué, todo iba sobre ruedas hasta ahí. Dos sets y 3-2 por encima, serio, con ritmo y sin fisuras hasta ese punto, coincide la atención médica a Dzumhur con una señora caída en el agujero. Un tenista, dos caras; esos misterios que ofrece de vez en cuando el tenis. Una suerte de colapso que parece que va a corregir con ese amago, cuatro bolas de rotura que al final se van al limbo y decantan definitivamente el tercer parcial. Un despiste, puede ser; otro de esos escarceos, tal vez; lo corregirá, seguro, predomina en el ambiente. Sin embargo, el patinazo nada más abrir el siguiente acto destapa la crisis.

Dzumhur, valiente él, rebelado hasta sabiéndose (supuestamente) perdido, encuentra un manantial que va devolviéndole al partido. La torrentera de enfrente se ha transformado de repente en un adversario que duda, falla y va cayendo de manera irremediable, como si algo le hubiera picado y hubiera perdido ipso facto todas las fuerzas. Es el Sansón al que acaban de arrebatarle la melena. Toda la lucidez y la definición de antes, la dominación, son ahora la penuria y el agobio del murciano, impreciso, flojo y cabizbajo, sufriendo durante hora y media porque ni el cuerpo ni la raqueta terminan de obedecerle. No le siguen. Mente y chasis, dos entes independientes, cada uno por su lado; asincronía que agradece y estruja el bosnio a base de estar ahí y de, por qué no, creer.

Dzumhur es atendido durante el partido.

Increíble, pero cierto. Un duelo aparentemente decantado se convierte en un episodio incierto e imprevisible, angustioso, con la posibilidad de que la fortuna escape hacia un lado u otro porque Dzumhur (69º) ya no es el competidor grogui de antes, sino un demonio que echa más y más sal sobre la herida y que aprieta la soga, no se rinde. Su confianza es el decaer cada vez más pronunciado de un Alcaraz que se gira varias veces hacia el banquillo, que busca respuestas y no las encuentra en ningún sitio. Es una situación terminal; de no salvar ese cuarto set, el devenir puede terminar transformándose en una tortura. Se frotan los ojos los parisinos: ¿Realidad o travesuras de la imaginación? ¿Qué está pasando?

Al del Palmar se le nubla todo. Decide e interpreta mal, se equivoca en los tiros y acusa sobremanera todas esas opciones que han ido esfumándose. En total, se le escapan 14 de las 21 que se ha granjeado. Está dentro de un hoyo. Enfangado de arriba abajo. Es un sálvense quien pueda. 3-1 por debajo en la última manga, resiste única y exclusivamente a base de corazón, porque su tenis se ha extraviado y esta vez la única vía es esa, la de la casta, la del pundonor. Porque he aquí la diferencia entre los buenos (o muy buenos) y los mejores; están hechos estos de otra pasta. Así que ahí se levanta él, rodeado de todas esas dudas y de ese mal rato, en dirección a los octavos del grande francés.

“NO HE DISFRUTADO, HOY HE SUFRIDO”

A. C. | París

Pese a los apuros, Alcaraz cerró la jornada satisfecho de haber sorteado una situación muy peliaguda, tras uno de esos partidos envenenados que, valga el tópico, suelen servir para ganar torneos. Se trata de la undécima vez que alcanza los octavos en los 12 últimos eventos en los que ha participado. Solo encalló en el último US Open.

“Hoy no he disfrutado tanto, hoy he sufrido”, concede al término del pulso, aún sobre la pista. “He sentido que estábamos muy cerca del ir al quinto y, si sucedía eso, debía estar preparado”, continúa, a la vez que lamenta las condiciones de la pista porque “hay muy poca tierra” y la pelota sale despedida, resbalando en vez de cogiendo altura.

Eso, recalca, le impedía tomar la iniciativa. Descarta Alcaraz cualquier problema físico y, preguntado por este periódico, señala que el haber salido airoso supone un refuerzo.

“Sí, yo creo que sí. Al final, tener este tipo de momentos y poder salir adelante te ayuda para saber qué hay que mejorar y a poder enfocarlo de una manera distinta. El vivirlas y el salir adelante te da muchas cosas positivas de cara al siguiente partido. Cosas que no tienen que pasar”, apunta el de El Palmar, de 22 años.

Alcaraz se encontrará con Shelton, coincidiendo con el logro celebrado por el tenis estadounidense. El triunfo del 13º del mundo se une a los de Tommy Paul (6-3, 3-6, 7-6(7) y 6-3 a Karen Khachanov) y Frances Tiafoe (7-6(6), 6-3 y 6-4 a Sebastian Korda), por lo que se igualan los tres representantes en los octavos de 1995, cuando alcanzaron por última vez la cota Jim Courier, Michael Chang y Andre Agassi.

Por otra parte, este sábado competirá en busca de los octavos Paula Badosa, citada a las 11.00 (Movistar+) con la australiana Daria Kasatkina en la pista Simonne Mathieu. A la gallega Jessica Bouzas le corresponde Hailey Baptiste (hacia las 14.00).

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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