Sobre Alcaraz, la élite y la banalización del sacrificio
Vivimos en un mundo, el occidental, en el que hemos hecho del pasarlo bien y que esto suceda ya mismo nuestro anhelo primordial. Esto implica desdeñar lo que nos incomoda


Llegados a este punto del torneo parisino, solo dos de nuestras representantes han logrado alcanzar la tercera ronda, Paula Badosa y la joven Jessica Bouzas. En el cuadro masculino, la realidad se ha mostrado todavía más desfavorable, puesto que solo continúa en el cuadro uno de los ocho jugadores que comenzaron la contienda, Carlos Alcaraz. Sus victorias en Montecarlo y Roma le han acreditado, además, como el máximo favorito al triunfo final. Sin duda.
Más allá de su juego, el murciano fue noticia hace unas semanas a raíz de sus manifestaciones en su documental, en el que afirmaba que le costaba compaginar su faceta personal con la exigencia que el deporte de élite le demanda, y que a su edad quería disfrutar de la vida.
Evidentemente, el debate no puede ser su percepción, porque es la que es y la que siente. La válida para él. Pero, sin ánimo de contradecir su opinión, el debate son los supuestos “grandes” sacrificios que los deportistas de élite se ven obligados a hacer y si compensa realizarlos. Está claro que hoy vivimos en un mundo, el occidental, en el cual hemos hecho del pasarlo bien y que esto suceda ya mismo nuestro anhelo primordial. Esto a veces implica desdeñar y casi detestar todo aquello que nos incomoda o que no está a nuestro gusto.
Decía Quevedo: “Quien en esta vida espera que todo esté a su gusto, se llevará muchos disgustos”. Eso hace que en demasiadas ocasiones caigamos en la exageración y nos hayamos acostumbrado a usar el término “sacrificio” a la ligera, hasta el punto de casi banalizarlo, y que en muchas ocasiones perdamos el necesario sentido de la ecuanimidad, que nos permite ver y analizar las cosas en su justa medida. Sobre todo, cuando ello hace referencia a alguien con repercusión mediática.
Sin duda, el deporte de élite requiere de una gran dedicación de una alta exigencia, pero no en mayor medida que muchas otras actividades cuando se pretende hacerlo de manera excelsa. Tildar de sacrificio o gran sacrificio el tener la obligación de ir a entrenar cada mañana sobre el césped del Bernabéu o el Camp Nou, o en las del Real Club de Tenis Barcelona o el Real Murcia Club de Tenis sería un agravio comparativo, casi ofensivo, para la inmensa mayoría de los trabajadores que puntualmente acuden cada mañana a su lugar de trabajo cumpliendo horarios mucho más largos y normalmente mucho menos estimulantes.

Si catalogamos de sacrificio el no poder estar con los amigos por tener que viajar para poder competir en el Open de Australia, en Wimbledon, en Roland Garros o el US Open, supone que pecaríamos de falta de objetividad. Un sinfín de estudiantes se ven obligados año tras año a desplazarse a otras ciudades y, alejados de sus familias y de sus amigos, permanecer allí gran parte del año y, con seguridad en peores condiciones.
No cabe duda de que para conseguir algo, y más si eso que aspiramos a conseguir es elevado, debemos estar dispuestos a pagar un precio. Y a renunciar (más que a sacrificar) a determinadas cosas. Dilucidar si compensa o no es cosa particular de cada uno. Entiendo que los inconvenientes y las cargas son más fáciles de soportar cuando uno busca la satisfacción en el proceso, y mucho más difíciles de sobrellevar cuando uno espera alcanzarlas, solo, a través del resultado.
Particularmente, a mi sobrino y a mí, acompañándolo, nos compensó. Es cierto que tuvimos que dejar a la familia en multitud de ocasiones y que debimos perdernos las navidades y otras celebraciones, pero cuando contemplas las desventajas que nuestro trabajo conllevaba y las comparas con las ventajas que éste nos ofreció, el fiel de la balanza se decanta claramente hacia lo segundo. Yo espero que por el bien del tenis español, a Carlos le compense el esfuerzo y las renuncias que tiene que hacer y durante años siga deleitándonos con su juego y sus victorias.
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