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Jugar en Roland Garros contra un francés: hasta el mismísimo Nadal lo sufrió

La grada parisina, la más visceral de los cuatro grandes, se vuelca con los suyos y crispa a los rivales. “Es la más molesta, pesa demasiado la bandera”, dice Munar

Roland Garros
Alejandro Ciriza

No llueve en París, pero hay tormenta en Roland Garros, donde el local Arthur Fils luce torso y rabia después de la victoria (7-6(3), 7-6(4), 2-6, 0-6 y 6-4) contra Jaume Munar, quien sufre la inclemencia: París y el público, o una descarga fulminante sobre los hombros. Pocos y pocas resisten a ella. Acepta el mallorquín la derrota, después de 4h 25m: “Me ha faltado físico”. Pero no así determinados comportamientos, como el demostrado, por ejemplo, cuando él se disponía a sacar y la Suzanne Lenglen al completo se ha puesto a entonar La Marsellesa a pleno pulmón, a ver si así su jugador al final resucitaba y el de enfrente decaía. A continuación, un larguísimo abucheo para el español, quien cae y habla muy claro. C’est Paris. C’est l’enfer. Un hermoso infierno.

“No tengo por qué morderme la lengua. A mí que animen al otro o que chillen… Yo ya estoy curtido en eso; en Sudamérica también son muy duros. Pero me parece una falta de respeto absoluta. Aquí pasa mucho. No paran de cantar y de interrumpir, y al final así no dejan que el juego avance. Ya no es que me afecte a mí personalmente, sino que repercute en el desarrollo del juego. Puede parecer un show muy bonito para el espectador, pero deberían recordar que nosotros estamos aquí para hacer nuestro trabajo. Esto no puede ser un circo, parece un teatro”, expresa Munar, cuyas quejas se añaden a un sinfín de episodios. Los ocurridos esta misma semana, sin ir más lejos.

Admitía el joven Jakub Mensik tres días antes, cuando se midió con el francés Alexandre Muller: “Me habían dicho que era duro, pero no tanto”. E incidía Novak Djokovic, clasificado ya para la tercera ronda (6-3, 6-2 y 7-6(1) a Corentin Moutet): “No es el ambiente ideal, pero debes estar preparado”. Pocos o ningún ambiente tan caliente en el tenis como el de Roland Garros cuando sobre la pista hay uno de los suyos. Radiografía el diario L’Équipe al público parisino, el vivo retrato de la ciudad: “A veces divertido, a veces estimulante, a veces irritante”. Y le quita hierro el presidente de la federación francesa, Gilles Moretton: “En Australia pasa lo mismo”.

Aficionados franceses ondean una bandera de su país en el Fils-Munar.

Dice el dirigente que su gente sabe de tenis y que “los franceses son así”, capaces de “hacer mucho ruido”. Se disculpa, pero al mismo tiempo entiende que ese tipo de ambiente repercute en positivo al espectáculo. Ruge Fils y discrepa Munar, un tipo sensato al que no es sencillo sacarle de sus casillas: “No paran de hacer tonterías para molestar”. Y contesta con rotundidad al planteamiento de este periódico: ¿Es esta la grada más volcánica? “Sí, sin ninguna duda. La más molesta, así de claro. En el US Open [donde se permite el murmullo constante y el movimiento durante el juego] es un espectáculo todo, pero la gente lo vive desde el punto de vista del espectador, y no tanto desde el fanatismo. Allí es showtime todo”.

Dinamita ambiental

El balear, de 28 años, ya bregado, cuenta que este año jugó en Miami “un partidazo” contra el veterano Gael Monfils, “al que estuvieron animándole como si no hubiera un mañana”. “Y perdí 7-6 en el tercero y me fui triste a casa, pero lo disfruté; es más, después hablé con él. No me molestaron ni un segundo. Y en Australia lo mismo”, prosigue. Considera que, en el Bois de Boulogne, sin embargo, “a veces pesa demasiado la bandera” y que todo “se podría calmar un poco” para que el juego fluyera con normalidad, independientemente del apoyo de los aficionados a sus jugadores. Si hay un francés sobre la arena, siempre hay salsa: olas, cánticos, incluso instrucciones. Un ambiente Davis. “Es un público muy parlanchín”, concedía a L’Équipe otro galo, Quentin Halys, natural de la periferia, Bondy. Como Kyilian Mbappé.

El público abuchea a Nadal durante el partido contra Grosjean en 2007.

En todas las pistas hay pimienta, de la Chatrier (15.000 espectadores) a la Lenglen (8.000), pasando por la Mathieu (5.000) y también por las complementarias. Imposible aburrirse. Roland Garros, dinamita ambiental. Hasta el mismísimo Nadal, hoy rey plenipotenciario del torneo, se las tuvo tiesas con el respetable. Lluvia de silbidos contra él durante el pulso con Sébastian Grosjean de 2005. “Yo me decía: ‘no seas burro, tú a lo tuyo y olvídate de todo. Pero no era fácil. Cada vez que fallaba el primer saque, metía una caña o el árbitro abría la boca, se armaba un follón. Y me descentré. No fue bonito, se me fue de las manos. No lo controlé. Pero después me recuperé y pude volver a encarar bien el partido”, apuntó entonces.

Sinner lo disfruta

Ahí queda también la escena de Garbiñe Muguruza en 2017, un año después de haberse coronado. La española abandonó la Suzanne Lenglen tras perder contra la francesa Kristina Mladenovic dedo en alto, diciéndole a los aficionados: así no, así no. “En algunos momentos deberían haber sido más respetuosos, incluso con el juego, porque tuvimos que parar. El árbitro ha tenido que calmar a la gente todo el rato. No estoy aquí para crearme enemigos, porque me encanta jugar aquí, pero la sensación no ha sido buena…”, declaró.

El de París es un público apasionado, sofisticado —cultura de tenis, en concordancia con el trasfondo histórico de este deporte en el país y el poderoso músculo económico de su federación— y, a la vez, de corte futbolero; también arde de vez en cuando la grada de Melbourne, pero de forma puntual, no tan encima todo el rato; y muy distinto es el envoltorio ambiental de Wimbledon, donde la acción transcurre entre un escrupulosísimo silencio y los estallidos únicamente llegan una vez resueltos los puntos, respetando en todo momento al jugador; lo del US Open es punto y aparte, dado que en Nueva York se prioriza el espectáculo y el ruido es un punto de partida innegociable.

Muguruza se dirige a la grada durante el duelo con Mladenovic en 2017.

“Yo he jugado dos partidos contra franceses [ante Rinkdernech y este frente a Richard Gasquet, su supone la retirada del galo] y han sido muy, muy respetuosos conmigo”, precisa Jannik Sinner. “Pero está claro que aquí la atmósfera es diferente cuando juegas contra un francés, aunque igual que cuando en se juega en Italia, ¿no? Es normal. Estamos en París, en Francia”, rebaja. “Por supuesto que hay algunos gritos, pero creo que sucede más en la Lenglen, donde todo es un poco más caótico. Lo importante es que la gente quiere venir a ver el tenis. De hecho, a mí me gusta mucho jugar aquí”, cierra. No piensan lo mismo Munar y otros tenistas, dentro de la olla a presión.

Roland Garros, donde se vive todo a flor de piel. Infierno a veces para los foráneos. E incluso para los de casa. Lo expresa el propio Moutet, los dos polos de lo visceral: “Cuando pierdes, apestas. Cuando ganas, eres el rey del mundo”.

BADOSA Y BOUZAS SIGUEN EN PIE

A. C. | París

Grita Paula Badosa con fuerza. Sufrida victoria contra Elena-Gabriela Ruse (3-6, 6-4 y 6-4, tras 2h 22m) y acceso a la tercera ronda para la catalana, que celebra y valora: “Ha sido muy duro, tenía un poco de fiebre. Me sentía sin energía, pero la gente me ha ayudado”, transmite la española, que se medirá con la australiana Daria Kasatkina.

No estará sola. Dos de dos. Por la mañana, Jessica Bouzas también ha obtenido el pase, también muy exigido por parte de Robin Montgomery (6-4, 4-6 y 7-5, en 2h 09m). Le aguarda el sábado un encuentro con la estadounidense Hailey Baptiste (70ª). En caso de progresar, superaría su límite en los grandes.

Por la tarde, el torneo ha vivido el momento más emotivo, con la caída y el adiós de profesional de Richard Gasquet. El mismo que, cuando crecía, se imponía a Nadal. Cierra un recorrido de 23 años como profesional, dos décadas en la élite. Termina, no está mal, frente al número uno, Jannik Sinner (6-3, 6-0 y 6-4).

El italiano se enfrentará al checo Jiri Lehecka, superior a Alejandro Davidovich (6-3, 3-6, 6-1 y 6-2, tras 2h 19m).

Por otra parte, Carlos Alcaraz disputará su primer partido en la sesión nocturna de esta edición (20.15, Movistar+). El murciano se cruzará con el bosnio Damir Dzumhur y no hay precedentes en el circuito de élite. Sí midieron sus fuerzas en el challenger de Barcelona de 2020, favorable entonces el marcador al español.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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