Ir al contenido
_
_
_
_

Frente a Shelton y la dificultad, un Alcaraz hercúleo que ya pisa los cuartos

El español cede otro parcial, pero contiene las embestidas del estadounidense (7-6(8), 6-3, 4-6 y 6-4, tras 3h 19m) y se encontrará el martes con su compatriota Paul

Alcaraz celebra un punto durante el partido contra Shelton en la Philippe Chatrier.
Alejandro Ciriza

Sorbos nasales y estornudos variados, una sinfonía muy divertida, porque la primavera aprieta de verdad en el Bois de Boulogne y el polen flota en el ambiente y contamina los cuerpos a través de ojos, orificios, manos, cualquier resquicio. Al norte de la Chatrier, al otro lado de la carretera, cedros y más cedros frondosos y la floración en todo su esplendor. Maravilloso. Hace un día de perlas, ni frío ni calor. Acompañan el cielo y la temperatura, la buena onda del domingo y para Carlos Alcaraz, también el resultado: 7-6(8), 6-3, 4-6 y 6-4, tras 3h 19m. Ya está el español en los cuartos de este Roland Garros, de nuevo exigido. Reñido, se deja otro set, ha salvado tres bolas en el primero. Le aprietan otra vez. Pero controlado. Es una roca. Ben Shelton cae.

Como la vegetación, fue llegar el cambio de estación y comenzar a lucirse el murciano, que desde abril le ha cogido el gustillo a ese eufemismo tan manido del competir; es decir, ganar como sea. La victoria por bandera. Con más o menos brillo, suma y sigue. Se anota otra y ya son 100 sobre tierra batida; solo Rafael Nadal, Ken Rosewall y Tom Okker la festejaron antes que él. Firme ante las dificultades planteadas en los cuatro primeros partidos, enseña músculo y tal vez tenga razón Alexander Zverev: “Carlos estará en la final”. Pinta, pero ya se verá. Es pronto. De momento, más oficio y de un norteamericano a otro. El martes se medirá con Tommy Paul (triple 6-3 a Alexei Popyrin).

Al otro lado está Shelton, sinónimo de estos buenos días para el tenis estadounidense, que celebra la presencia de ocho representantes en los octavos del torneo —tres chicos y tres chicas, de él, Tiafoe y Paul a las Pegula, Keys, Baptiste y Anisimova— por primera vez desde 1985. Ellos y la tierra, en busca de la reconciliación que no llega. En todo caso, al de Atlanta se le ven rápido las costuras en algunas maniobras y, especialmente, en los desplazamientos; no le faltan cilindros, explosivo él, pero no controla en exceso lo del deslizar (tosco) y le cuesta salir en la arrancada. Es un tanque. Lo suyo es el saque, los martillazos, la potencia. A partir de ahí, una loable resistencia.

Le falta estructura a este pegador todavía en construcción, aún verde para aspirar a cotas mayores. Impresionan sus trallazos, pero se resiente en conceptos básicos. No todo es pegar. Sin embargo, si consigue ir salvando los turnos de servicio tal vez encuentre crédito esta tarde. Difícil: Alcaraz enfrente, dominador desde el fondo, diésel en los intercambios. Se pone duro el español, deslizándole: por aquí no vas a pasar, y a la que te despistes te hinco el diente. Para el murciano, el buen devenir o no de hoy se concentra esencialmente al resto, vía para la desarticulación. Y le cuesta, se resiste el tema, porque el norteamericano no cede ni a tiros: ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

Shelton desborda a Alcaraz en la red.

Poderosos los zurdazos, cruje ese cordaje y en uno de ellos, invirtiéndose, escora a tope y fuerza la caída del rival, raro eso de que Alcaraz falle en el apoyo. Parece que se le ha ido un pie y al incorporarse prueba el tobillo derecho. Todo ok, sigamos. Y… ¡zasca! Otro zambombazo inalcanzable, este a 230 km/h. Iba Shelton para quarterback de fútbol americano, el chico molón de la clase en el instituto, pero se decantó al final por el tenis y tras varios intentos fallidos —ni Fritz, ni Tiafoe, ni Korda han llegado a explotar del todo—, confía en él Estados Unidos, chico valiente, de los que no se arruga. Bravucón a veces. En su día, Djokovic tuvo que llamarle al orden en Flushing Meadows.

Bola alta, un tesoro

Ocurre que, a la hora de la verdad, cuando hay que dar el primer golpe y encontrar primero el mentón, el instinto y el escudo de Alcaraz se redimensionan. Y eso que se había puesto fea la cosa: dos puntos de set para el norteamericano, luego otro para el español y al final, una solución inteligente. Tan simple como efectivo. A veces, una bola bien alta es el mejor de los tesoros, así que bombea Alcaraz desde el murete y en el trayecto desde que sale de la raqueta hasta que se echa sobre Shelton describiendo efecto, a este se le viene encima un batallón de dudas. Lo dicho, las costuras. Esto es la tierra, esto es la Chatrier.

Ici c’est… Paris!”, ruge orgullosa la central, después de que su equipo conquistase por fin Europa bajo la batuta de Luis Enrique, noche de fuego y furia, y de que el número trece haya cortocircuitado al ir a atacar esa pelota que cae del cielo y haya caído en la trampa. Astuto Carlitos. Demasiadas ideas mezcladas en un solo segundo; en consecuencia, una elección a medias, ni hacia aquí ni hacia allá; un tiro horroroso, bote fuera del pasillo. Intuye Alcaraz que ahí tiene mucho que ganar, porque de cerrar el set, se sabe superior en las distancias largas y mentalmente, los otros suelen acusarlo demasiado. Así que descerraja una derecha devastadora, paralela, muy nadaliana, con gruñido, ¡grrrrrrr!, y así de bonito remata el parcial. Touché.

Alcaraz volea en la red, con Shelton sobre el suelo en segundo término.

Tocado, que no hundido Shelton. Lo pone todo para que siga habiendo debate, olé por él, pero Alcaraz sabe que ha llegado el momento, lo huele, lo siente. El sexto sentido de los diferentes. Y muerde con fuerza a la presa: dos bolas sobre la línea y break. 5-3 ya en el segundo y otro lazo. El rival se cubre la cabeza con la toalla azul y lamenta, pero ojo, que todo el mundo sabe lo que sucedió dos días antes contra Damir Dzumhur, eso que se veía tan claro y que luego derivó en hora y media de engorro. No sucede esta vez, menor la sensación de apuro, aunque se dilata de nuevo. Tiene fe ese chico, ahí que va, rebate y rebate y se revuelve hasta que su tenis ya no da más de sí. Mucho amor propio, ni una gota de sudor se ahorra. No le alcanza.

Lo pelea hasta el final el estadounidense, pero insalvable el muro. Lo disfruta Alain Prost desde el palco: ahí abajo hay un Ferrari. Magnífico ese último globo, sorteando con delicadeza los 193 centímetros del adversario. Y después de un litigio de casi veinte pelotazos, ahí que va otra bola alta. ¡Bingo otra vez! A Shelton se le va demasiado largo el envío y a continuación no caza la dejada, tampoco la derecha que cierra el episodio. Bien jugado, Ben, le dedicará en la red. “Nos respetamos mucho e intentamos entretener a la gente. Ha sido un partido muy completo. Hemos estado ahí los dos todo el rato”, sintetiza el ganador. Ante la adversidad, crece y avanza este Alcaraz de hormigón.

LA RAQUETA VOLADORA... Y DEPORTIVIDAD, ANTE TODO DEPORTIVIDAD

A. C. | París

Ya en la sala de conferencias, Alcaraz dice que al principio no le gustaba nada jugar frente a sacadores “como Zverev”, pero que con el tiempo ha ido cogiéndole el tranquillo y que ahora no le importa tanto hacerlo porque “confía” en su capacidad al resto. De eso iba, en gran medida, lo de este domingo.

Buena prueba la de Shelton, quien, en su opinión, además “está entendiendo cómo jugar sobre tierra batida”. Resalta que era “muy importante conseguir el primer set” y considera que “todo va en la dirección correcta”, porque en líneas generales, está “satisfecho” con su rendimiento hasta ahora.

Se reprocha “algunos errores tontos” al inicio del partido y, sobre esa reacción inmediata nada más haber lanzado la raqueta y devuelto la pelota en la volea, advirtiéndole al árbitro y a Shelton de que el impacto se había producido cuando ya la había soltado, se expresó con deportividad.

“Era el hot shot del día, pero me hubiera sentido mal conmigo mismo si no lo hubiera dicho. Me iba a sentir culpable porque ya no la tenía en la mano. Quiero ser sincero conmigo mismo y con mi rival. Así es o debería ser el deporte: ser justo con el oponente y contigo mismo. Sabía que era ilegal”, indicó.

Desde que conquistó su primer grande, en septiembre de 2022, Alcaraz es un fijo en las cotas finales de los torneos. En concreto, en nueve de los diez majors que ha disputado desde entonces ha progresado hasta al menos los cuartos de final. En Roland Garros, lo hace por cuarta vez consecutiva.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_