‘Croquetas’, ‘earthing’ y “recreo”, el feliz universo londinense de Carlos Alcaraz
El murciano afronta la semifinal contra Fritz envuelto en su particular ecosistema, alejado de la tensión tradicional: descalzo, entre juegos y risas para “desestresarse”


— ¡Alvarito! ¡Venga, bro! Si me haces un ace te hago una croqueta… Te dejo cinco intentos…
— ¿Cinco?
— ¡Cinco! Malo sea…
— ¡Ahí la llevas! ¡Por listo!
Y, perdida la apuesta, Carlos Alcaraz cumple: se tumba sobre el césped de la pista de entrenamiento y comienza a rodar sobre sí mismo de un extremo a otro del cuadro de saque, entre las risas de los componentes de su equipo. A continuación, su fisio y su preparador, forzudos Juanjo Moreno y Alberto Lledó, ganan otra competición que consistía en meter la bola en el hoyo desde la distancia; el putt del murciano se queda excesivamente corto, el de Juan Carlos Ferrero tropieza con otra pelota que interrumpe la trayectoria: “¡Nooooo!”. “Esto es como el recreo…”, dirá después el tenista conforme se retira hacia el vestuario. Se le ve feliz, relajado, tranquilo. Nadie diría que se juega lo que se juega.
A sus 22 años, Alcaraz está a solo dos peldaños de lograr un triplete histórico en Londres que le situaría al nivel de los conseguidos por Björn Borg, Pete Sampras, Roger Federer y Novak Djokovic. Sin embargo, él asume las circunstancias con naturalidad. Ni rastro de tensión; no, al menos, de cara al exterior. La procesión seguramente vaya por dentro, pero atrás quedan esos tiempos en los que la antesala a partidos de este calibre —el viernes contra Taylor Fritz— estaba envuelta por los sudores y el hieratismo de Rafael Nadal y los suyos. Dos ecosistemas radicalmente diferentes. El de El Palmar ríe, se distiende, se descalza y siente la hierba con el earthing (o grounding: el contacto directo con la madre la naturaleza).
“¿Qué nota le pongo? Pues… un 10. No ha perdido ningún partido, está en semifinales [terceras seguidas] y ha ido de menos a más. Y físicamente está muy bien”, contesta Ferrero, que atiende a los enviados especiales junto al otro técnico, Samuel López, sentados ambos en un banco. “Se merece el sobresaliente”, corrobora el segundo. Y transmitía un día antes su satisfacción el propio Alcaraz, un competidor de sensaciones que parece haber encontrado el buen punto, el buen feeling. “Solo puedo decir que mi confianza está muy alta”. “Y no quiero parar aquí, quiero seguir”, deslizaba tras completar un gran partido contra el local Cameron Norrie. Son 23 triunfos seguidos, 19 en Wimbledon.

“Ha necesitado un poquito de adaptación, porque al final, las condiciones aquí son un poco distintas a las de Queen’s, pero conforme ha ido avanzando ha dado más nivel”, valora Ferrero, quien apunta al servicio como elemento clave en la progresión. “A eso hay que darle un tiempo. Desde que empezó el año ha ido haciendo pequeñas adaptaciones y la mejoría ha sido notable”, indica López. Durante la pretemporada, Alcaraz comenzó a ensayar una maniobra en la que elimina la parada y relaja la muñeca a la hora de servir, con el objetivo de evitar la tensión e intentar que el cuerpo fluya lo máximo posible. Aceptados los peajes, cada vez la ejecuta con mayor soltura.
En este sentido, su rendimiento ha ofrecido oscilación. “Pero se trata de ir cogiéndole el tranquillo al nuevo movimiento, de sentirse a gusto. Aquí, en hierba, uno se concentra un poquito más porque si pones un saque en el lugar correcto, hace mucho daño. Yo creo que con el tiempo acabará teniendo un muy buen saque”, prolonga el alicantino, quien se incorporó oficialmente al organigrama del equipo después de algunas colaboraciones y de cerrar su etapa con Pablo Carreño. Para el número dos del mundo, “Samu” es una pieza esencial porque le conoce desde que ingresara en la academia de Villena, Alicante, con solo 15 años. Conectan, se entienden. Y le insufla el buen rollo que necesita.
‘Aces’ y resto
Para Alcaraz son imprescindibles las buenas vibraciones en el día a día. También la rigidez, pero en su justa medida. Y dice López que el de El Palmar “tiene que seguir reforzando su ADN”. Esto es, aquello de “disfrutar”. “Desestresar”. Porque todo va ligado, entienden ambos técnicos. “Siempre hay pequeñas cosillas, pero en general estoy muy contento”, señala él, lanzado desde abril. Su juego ha ido acompañado de la fantasía y los brillos de siempre, pero este último Alcaraz, más serio, más concentrado, más recto, va transformándose en un competidor con mayúsculas. Plantea EL PAÍS: ¿Ha aparcado una cuota de diversión para ser lo más efectivo posible? No lo ve así Ferrero.
— No, yo creo que no. Carlos intenta disfrutar siempre al máximo ahí dentro. Es verdad que hay partidos que se disfrutan más y otros menos, por el tipo de rival o por cómo estás jugando tú, por la superficie o el día que haga; pero tenemos claro, y así se lo recordamos, que él debe jugar a lo suyo, con el ADN particular que tiene. Siempre va por el partido y siempre aparece la palabra disfrutar. El gen competitivo está ahí, mentalmente está muy fuerte. Uno siempre quiere ganar, siempre tiene preocupaciones, siempre tiene cosas a mejorar, pero yo creo que si hay algo que diferencia realmente a Carlos de los demás es eso, el disfrutar.

El valenciano cree que su jugador ha ido ganando “madurez” dentro y fuera de la pista, y preguntado por el duelo con Fritz, augura mucho “intercambio largo” desde los fondos. Incide en que “las bolas pesan más” y “no es fácil generar velocidades muy altas”, pero al mismo tiempo, “las condiciones cada vez más lentas” del torneo aumentan las posibilidades al resto. Fritz, quinto del mundo, ha firmado 95 saques directos —un promedio de 19 por encuentro— que, en realidad, no responden tanto a la potencia como a la colocación. “Quizá por ahí pueda ser un poquito superior a nosotros”, matiza Ferrero; “es muy rocoso y le gusta dominar, mover de un lado a otro, pero yo creo que Carlos es mejor en ese sentido”.
Alcaraz viaja al pulso con Fritz alejado de la tradicional escuela del dolor, aquella que impera en un deporte cuyo relato histórico parte del sufrimiento. De ello sabe Fritz. Las lesiones han mermado sobremanera a un tenista que apuntaba alto y que ahora, por segunda vez presente en la semifinal de un major, con 27 años, se define como un “competidor” empujado por el deseo de “ser mejor” e igualar el nivel de estos “grandes jugadores”. De momento, las dos veces que se cruzó con Alcaraz —Miami 2023 y Laver Cup 2024— se inclinó. Pero advertía tras rendir a Karen Khachanov: “Jugando como lo hecho en los dos primeros sets, nadie puede hacer demasiado contra mí…”.
El español, sin embargo, probablemente opine lo contrario.
ALQUILER, ZORROS Y GOLF
Al igual que en los años previos, Alcaraz, su equipo y familiares se alojan en una casa muy cercana al club, al que llegan tras un breve paseo de cinco minutos. Este año, el tenista ha optado por alquilar una más grande en el tranquilo distrito de Wimbledon, caracterizado por la arboleda, los parques y los zorros que van y vienen entre los jardines.
Además de Wimbledon, el murciano prefiere alojarse en una vivienda, en vez del hotel, en los torneos de Indian Wells, Cincinnati y Shanghái, además de Queen’s; este último se disputa la semana previa al grande londinense.
“El hecho de estar en una casa todos juntos, el entorno familiar que creamos, para mí es importante”, afirma; “durante todo el año viajamos de hotel en hotel y al final la relación más cercana es donde podemos hacer más cosas juntos, más planes. Creo que eso más bonito”.
Estos días, Alcaraz se ha evadido de la competición gracias a paseos, alguna visita al centro de Londres y algo de golf.
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