Carlos Alcaraz: “No tengo que demostrar nada a nadie”
El murciano, en racha desde abril, advierte de que su apetito sigue intacto y dice que “vuela” sobre la hierba, donde se juega el tenis “más bonito que se puede ver”


Todo a punto en Wimbledon, por donde ya desfilan todos los protagonistas y dos de ellos a un ritmo muy diferente: Carlos Alcaraz, Jannik Sinner y luego, todos los demás, con Novak Djokovic como último vestigio de la era dorada. “Aún no sé de lo que soy capaz, pero aspiro a alcanzar ese nivel. Lo que están haciendo estos dos tíos está marcando el camino y cambiando el juego”, desliza Jack Draper, el inglés que trata de subirse al tren meteórico que en su día pusieron en marcha el italiano y el español, quienes aprietan más y más. Ni uno ni otro ceden ni miran hacia atrás, sino todo lo contrario; siguen desmarcándose y poniendo más y más tierra de por medio.
Lo comprobó París, marco hace dos semanas de una final para el recuerdo, y se dispone a hacerlo ahora Londres, donde todo es más imprevisible y menos controlable, pese a que esta edición presente a un dominador: Alcaraz se deja ver otra vez en la sala de conferencias relajado y concentrado, después de un ejercicio casi perfecto sobre la arcilla y una transición a pedir de boca. “Quiero ganar el torneo, quiero realmente levantar el trofeo otra vez. He intentado llegar aquí lo mejor preparador posible y, obviamente, ahora siento mucha confianza”, introduce con una sonrisilla el tenista español, campeón de las dos últimas ediciones del grande británico.
Se añade a la condición la estupenda dinámica con la que aterriza en el torneo. Desde abril, tan solo una derrota y una alegría tras otra. Coronó en Roland Garros y enlaza 18 victorias. Todos le señalan. “En hierba se lo pasa mejor que en ningún sitio”, desliza Mats Wilander. Y continúa disfrutando él, pero, eso sí, con la idea de seguir compitiendo exactamente bajo los mismos parámetros de esta primavera; esto es, diversión, por supuesto, pero sin alejarse de ese patrón perfeccionado y más serio, envuelto de concentración, de rigor en la ejecución y de un completo maletín de soluciones que le permite escapar incluso de las situaciones más insospechadas. Véase la final de París.
Tremendo el impacto, admite Djokovic. “Estaba en mi casa con mi mujer y ella quería ver la final, pero yo no. Nos fuimos a comer, pero al final acabamos viendo parte del partido y, la verdad, diría que es una de las más históricas que hemos visto. El nivel que mostraron ambos fue sencillamente increíble”, expone el serbio, a rebufo ahora de dos fueras de serie y rendido al tenis de Alcaraz, quien después de triunfar por segunda vez en Queen’s, el pasado domingo, optó por jugar al golf al día siguiente con Andy Murray. Debutará el lunes (14.30, Movistar+) ante el veterano Fabio Fognini, con el que se abrazaba estos días en la zona de entrenamiento.
2019 en Roehampton
“Fabio [de 38 años y 130º del mundo] es un jugador increíble, con mucho recorrido en nuestro deporte y grandes torneos, con grandes partidos. Nos llevamos muy bien fuera de la pista y creo que va a ser un partido bonito. Es muy talentoso, así que vamos a estar concentrados porque las primeras rondas pueden ser un poco trampa”, apunta el de El Palmar, cuyo documental —A mi manera, estrenado el 23 de abril— ha dado pie a un debate que ha ido suavizándose conforme ha ido engrosando su palmarés en las últimas fechas. ¿Siente Alcaraz que debe demostrar cosas constantemente, que debe pagar ese peaje por el hecho de haber escogido un camino diferente?
“No tengo que demostrar nada, eso es lo principal. No tengo que demostrarle nada a nadie. Al final, es mi vida y la llevo de la manera que yo creo que es la correcta, como a mí me gustaría. Para mí, esa es la clave”, responde. “El no pensar en lo que diga la gente, el no pensar en las expectativas que tiene la gente sobre mí, sino concentrarme solo en lo que realmente a mí me sienta bien, concentrarme en lo que realmente necesito y seguirlo al cien por cien. Esa es la mejor manera de demostrar las cosas, siguiendo lo que siento uno mismo y lo que a mí me gusta”, amplía el número dos, apoyado en su círculo más estrecho para sortear los momentos más difíciles.

Porque hoy día saborea el éxito y pelotea corriente a favor, pero en otras fechas la situación era distinta. En marzo, tras caer en la primera ronda del Masters de Miami, recibió “mucho odio” por haber escogido la playa de Cancún, en vez de la pista de entrenamiento de Murcia, para tratar de superar el mal trago de la gira norteamericana. Entonces, como siempre, se refugió en sus amigos y familiares, con quienes compartirá estos días en el distrito SW19 de Londres. Aquí, dice el deportista, siente que su tenis cobra su máxima expresión. Y retrocede hacia 2019, la primera vez que pisó el césped para competir. Fue en Roehampton, en el contexto de un torneo como júnior. No le fue mal, pero al final tuvo que abandonar.
“Me sorprendí a mí mismo, porque jugué buenos partidos. Me lesioné el abdominal, pero estuvo bien. En hierba, todo es diferente, no es fácil jugar; no es fácil moverse y los golpes son distintos”, precisa, al tiempo que desliza que se trata de su superficie predilecta, o al menos la que más embellece su deporte. “El tenis más bonito que podemos ver es sobre hierba. El estilo es muy bonito, el sonido... Cuando consigues adaptarte, te sientes como si estuvieras volando. A mí me va muy bien porque me gusta pegar slices [cortados], dropshots [dejadas], ir a la red todo el rato, ser agresivo…”, matiza el español, quien advierte: el apetito sigue intacto, ha venido en busca del triplete.
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