Nacho Garro, el exfutbolista que sirve la comida post partido a los jugadores de Primera: del bocadillo revenido al poke
El vitoriano, que prepara el catering a casi todos los equipos que viajan a Madrid, explica cómo han cambiado las bolsas de comida

A Nacho Garro, exjugador del Eibar, Mirandés y Alavés, le dieron tantos bocadillos fríos y malos después de los partidos durante toda su carrera, que cuando tuvo que repensar su vida después del fútbol vio que ahí podía haber negocio. Él había pertenecido siete años a la cantera del Athletic (desde los 13 un taxi le esperaba en la puerta del colegio de Vitoria para llevarlo a Lezama), así que decidió llamar a antiguos compañeros aún en activo para contarles que había montado una pizzería en Madrid y que, cuando fueran a jugar a un estadio de esta comunidad, les podía servir a la salida del campo unas pizzas con la masa hecha a mano, empanadas argentinas o unos bocadillos de tortilla de patatas casera, que eran los tres grandes productos que manejaba al principio. Contactó con Andoni Iraola, Carlos Gurpegi, Aritz Aduriz y Óscar de Marcos, entre otros. Eso fue hace 12 años, y dio en la diana. Hoy, este ex mediocentro de 44 años se encarga de suministrar el catering post partido a todos los equipos de Primera, Segunda y ACB que juegan como visitantes en Madrid, salvo al Barcelona y Real Madrid masculinos, que llevan su propia organización.
“A veces, sacamos productos y pienso: ‘ya podía haber comido esto en mi época’. Subías al autobús, te daban una bolsa y suerte. Un bocadillo hecho siete horas antes y sin saber de qué era, una pieza de fruta, un yogur que no estaba a la temperatura adecuada, pizzas de cadenas rápidas…”, cuenta desde su establecimiento, La Mendozina, un local en apariencia pequeño y rutinario de un barrio nuevo al norte de la capital, pero donde se prepara la cena de Nico Williams, Diego Pablo Simeone, Santi Cazorla o Isco para después de jugar, por ejemplo, en el Bernabéu.
El sector, explica, se ha sofisticado tanto como el propio fútbol. Ahora, los jugadores pueden elegir a la carta, casi como en un restaurante, entre clásicos como pizzas y bocadillos, pero también entre pokes, wraps, ensaladas, pasta, carnes, pescados, arroces, hamburguesas y una decena de postres, siempre pensados para un deportista de alto nivel después de competir. “Antes no se cuidaba tanto esta parte de la recuperación, y al jugador le gusta comer lo que le apetece. Luego también depende de si ha jugado, si tiene partido en tres días, si se quiere dar un capricho…”, apunta Nacho Garro.
“Un pack básico”, detalla, “sería un primero, un segundo y un postre. Un menú completo. En baloncesto, igual los tamaños son más grandes para según qué jugadores. La pizza, en lugar de ser la mediana, puede ser la grande. Y no es un bocadillo, sino dos. A veces, en los pedidos ellos ya te indican que las cantidades sean grandes. Nosotros mandamos la carta a los clubes [con casi un centenar de referencias] y ellos se manejan a su manera con los jugadores. Por lo general, a cada uno le dejan elegir lo que quiere, pero hay otros que no, para todos igual. Nuestra relación es con el nutricionista, cuerpo médico y, en última instancia, el delegado”. Como muy tarde, el jueves previo al encuentro, cada club debe enviar su pedido, con los ajustes que haya que hacer después sobre la marcha en función de la convocatoria, los lesionados de última hora o el directivo de turno que se suma a la expedición.
Crecimiento de los productos halal
Y, como en la calle, con los años este mundo del catering deportivo también se ha tenido que abrir a realidades como los productos veganos, los halal [para los musulmanes] –“la temporada pasada crecieron bastante”, advierte Garro-, y a las intolerancias de todo tipo. “Cuando yo jugaba, era ‘esto es lo que hay y, si no, tú sabrás’. El tema ha evolucionado mucho. Luego puede haber casos que tampoco son intolerancias, sino qué le hace sentirse mejor a un jugador. El año pasado, teníamos un equipo que pasaba por Barajas y a la ida le servíamos tres menús sin gluten y a la vuelta, dos, porque había uno que antes del partido comía sin y a la vuelta, ya no le importaba”, matiza.
En cuanto el curso deportivo se pone en marcha, su empresa sirve cada fin de semana a unos ocho equipos, con una media de unas 30 personas en cada uno. “El reparto lo hacemos 5-10 minutos antes de que acabe el partido porque la policía cierra los accesos. Lo llevamos en una furgoneta isotermo hasta el autobús del equipo, en el estadio. Otros lo quieren en la estación del AVE, como el Villarreal”, señala Garro, que estudia la opción de expandirse a otra ciudad después del gran crecimiento del último lustro.
El bocadillo sin gracia del pasado quedó atrás y este fin de semana quzá haya algún jugador que le pida a Nacho Garro un bol de poke de quinoa, salmón fresco marinado, tofu, edamame, aguacate, huevo y cacahuetes.
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