Santi Cazorla, el Ulises de la cantera del Oviedo, ante “el partido más importante” de su vida
El futbolista, que regresó en 2023 a la ciudad para devolver al equipo a Primera, juega la final del ‘playoff’ con 40 años y ocho centímetros menos de tendón


“Háblame, Musa, de aquel varón ingenioso que anduvo errante largo tiempo...”. Así comienza La Odisea, de Homero. Este sábado, Ulises saltará al campo del Carlos Tartiere en la final que decidirá al tercer equipo de Segunda que jugará la temporada que viene en Primera. Se hace llamar Santiago Cazorla, tiene 40 años y le faltan ocho centímetros —se los comieron tres bacterias— en el tendón trascendental, el del otro gran héroe griego, Aquiles. El futbolista asturiano, natural de Lugo de Llanera (3.400 habitantes) regresó a Oviedo, su Ítaca, en 2023 después de haber conocido la guerra (contra su propio cuerpo: 14 operaciones) y la gloria (dos Eurocopas con la selección española). Cuando le preguntaron por qué había decidido regalarle esa prórroga al Real Oviedo, respondió: “Porque lo he soñado muchas veces”.
El jugador, que en su etapa en el Arsenal llegó a adquirir un valor de mercado de 30 millones de euros, y que tenía la oportunidad de seguir jugando en Qatar, donde le había reclutado en 2020 otro de los grandes bajitos del fútbol español, Xavi Hernández, volvió a Asturias cobrando el sueldo mínimo de la categoría, 91.000 euros, y cediendo sus derechos de imagen al equipo a cambio de que el 10% del dinero generado por la venta de su camiseta se destinase a la cantera azul, la misma de la que él había salido dos décadas antes. El pasado miércoles, tres días antes del encuentro decisivo, declaró: “Este es el partido más importante de mi carrera, el más especial. He vivido muchas cosas, pero lo que siento por este club lo hace único”.
“Así, sin esfuerzo, armó su gran arco. Agarrando con la mano derecha el nervio (de la cuerda) lo probó. La cuerda resonó agudamente, con un chillido semejante al de una golondrina...”. El gol de Cazorla contra el Almería que metió al Oviedo en la final del playoff el pasado 11 de junio recuerda a ese emocionante pasaje de La odisea, cuando, en el Canto XXI, Ulises se reencuentra con su mejor arma y vuelve a ser el que era, un hombre con un propósito. El 8 de los azules saltó al campo en el segundo tiempo, cuando su equipo iba perdiendo, y le hicieron una falta al borde del área. El Mago, mote que se ha ganado en 22 años de carrera, levantó la vista, miró, primero, la barrera del enemigo y luego la portería, y a ese diminuto hueco que hay entre la red, los postes, el larguero y las extremidades de un portero lanzó el balón. Retumbó el Tartiere y tembló una ciudad entera, la que lleva 24 años esperando volver a ver al Oviedo en la categoría de oro del fútbol español.
El diccionario de la Real Academia define “odisea” como un “viaje largo en el que abundan las aventuras adversas y favorables al viajero”:
Para llegar a la final de este sábado, una mujer llamada Loli González, limpiadora en un colegio, tuvo que parir, en 1984, el último año en el que España había jugado una final de la Eurocopa, a uno de los hombres que en 2008 agitaría al equipo que se llevó el campeonato europeo.
Para llegar a la final de este sábado, un niño de siete años tuvo que acompañar a su padre, José Manuel, y a su hermano mayor, Fernando, a verse con el Covadonga para ver si cogían a Fernando, y que el entrenador preguntara: “¿Y el pequeño también juega?“.
Para llegar a la final de este sábado, la familia tuvo que hacer un viaje de 860 kilómetros hasta Villarreal, después de constatar que el Oviedo, recién descendido a tercera división, no podía pagarle. Cazorla tenía 18 años. Loli lloraba en el coche.
Para llegar a la final de este sábado, tuvo que marcharse al Recreativo de Huelva, volver al Villarreal, ser tentado por el Real Madrid, recibir la llamada de Luis Aragonés para debutar con la Selección Española; irse al Málaga y a Londres, para ganar dos títulos con el Arsenal, perderse el Mundial de Sudáfrica (2010) por una hernia discal, ganar una segunda Eurocopa (2012)...
José Manuel Cazorla, uno de esos hombres que tuvo muchos trabajos, el último, de conductor de ambulancias, no llegó a ver a su hijo triunfar con la Selección. Falleció un año antes de la Eurocopa de 2008, a los 48, de un infarto. Desde entonces, todos los goles son para él. ”Mi padre", relata Fernando, “era un loco del fútbol, se desvivía por vernos jugar, y fue el entrenador más exigente. Cuando fuimos a la prueba del Covadonga, Santi hizo cuatro cosas y se lo quedaron, claro. Aquel año, de benjamín, no sé si metió 140 goles. Mi tío, que le había dicho que le iba a dar 100 pesetas por cada gol, tuvo que bajarlo a 50, porque se arruinaba. Cuando murió mi padre fue un palazo. Llegó a ver a Santi jugar en Primera y recuerdo ir al Bernabéu de Ronaldo y de Beckham y ganar 0-3 en 2006 con el Recre. Pero se perdió lo más bonito. Le habría encantado ver esto y a nuestros hijos, sus nietos, jugar hoy en el cadete del Oviedo”.
Pero sobre todo, para llegar a este sábado, el final de la odisea, Santiago Cazorla tuvo que ignorar al médico que le dijo que se olvidara de jugar al fútbol y se centrara en recuperar la movilidad suficiente para poder caminar por el jardín con su hijo.
“Hace poco, comiendo los dos en casa”, recuerda Fernando Cazorla, “se lo dije: ‘No conozco a ningún deportista, de ninguna disciplina, que haya peleado lo que peleaste tú por volver a hacer lo que más te gusta’. Aquello fue una locura. Bajaba al quirófano como quien baja a comprar pipas. Una vez y otra vez... No parecía un futbolista, sino alguien que acaba de salir de un accidente de tráfico, con el injerto de la piel del brazo en la pierna. Cualquier otro jugador, a la cuarta o quinta operación habría tirado la toalla y más aún si todo eso le hubiera pasado después de haber ganado dos Eurocopas. Yo le decía que no tenía que demostrar nada, que lo más importante era su salud, pero no había manera. Se fue dos años solo a Salamanca para recuperarse, y se rompía una vez y otra vez. Sufrió mucho por estar ese tiempo lejos de los niños y de Úrsula [su mujer]. Imagínate las vueltas que daría esa cabeza, pero hasta que no consiguió volver no paró”.

Fue la pasión por jugar la que agravó la lesión que terminó apartándole dos años del fútbol. “En el Arsenal, para poder salir al campo pese al dolor que tenía, se infiltraba corticoides y eso reventó la piel, que no cerraba después de las operaciones porque estaba muerta”, recuerda Fernando. El injerto que necesitó trasladó el tatuaje con el nombre de su hija, India, del brazo a la pierna. Como todos los guerreros, el 8 del Oviedo tiene una buena colección de cicatrices.
En 2018, gracias a la mediación de su amigo Marcos Senna, regresó al Villareal, con un contrato de meritorio, es decir, cobrando un sueldo fijo más una cantidad por partido jugado. En mayo de 2019, Luis Enrique convocó a Cazorla para la Selección. Tenía 34 años. Aquel no fue el único milagro. Cada vez que el 8 del Oviedo salta al campo, da igual el estadio, el público se levanta para aplaudir a Ulises. Ahora confía en poder cerrar la epopeya y devolver al equipo de su vida a Primera. En 2001, cuando el Oviedo descendió a segunda, estaba en el Tartiere, de recogepelotas. Este sábado será un capitán de 40 años con 8 centímetros menos de tendón de Aquiles dispuesto a dejárselo todo sobre el césped.
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