

El Mirandés toma ventaja ante el Oviedo en la lucha por el ascenso
Un gol de Reina en el minuto 3, y el penalti parado por Raúl en el 88, le ponen incertidumbre al partido de vuelta en el Tartiere


Santi Cazorla, de pie en una de las diminutas cabinas de prensa de Anduva, sonreía por fuera, pero sufría por dentro. Fue capital su concurso en la semifinal, pero una dolencia de rodilla le dejó fuera de la lista en Miranda, el secreto mejor guardado del Oviedo. Que sufran hasta que se enteren, aunque de poco sirvió porque no habían pasado tres minutos y ya estaba el Mirandés por delante. En una final de 180 o más, tenían ventaja los burgaleses nada más empezar. El comienzo soñado de una afición que no quiere despertar.


Amaneció la ciudad de color rojinegro, y según pasaban las horas se teñía también de ese azul carballón que aspira a no pasar un año más sin jugar en Primera, que ya son 24, muchos para un histórico a punto de cumplir cien años desde aquel 1926 en el que Carlos Tartiere contrató como entrenador al famoso mister Pentland.
Así que todos, rojinegros y azulones se fueron de romería camino de Anduva a primera hora de la tarde para recibir a los equipos; en autocar los visitantes, cada uno en su vehículo los de casa y cuando comenzó todo, las gradas estaban repletas. Como en los tiempos de Maricastaña, en la taquilla colgaba un cartel de no hay billetes, de impresora láser como única concesión a la modernidad. Pero era en el césped donde se debían dirimir las cuitas de unos y de otros.
Entraron más espabilados los del Mirandés, que al poco se pusieron por delante en el marcador ante la desolación azul. Fue en una acción por la derecha, que acabó con el balón en el otro lado. Allí, el único jugador autóctono, Iker Benito, levantó la pelota con toda la intención para que Reina, bastante forzado, picara de cabeza hacia el palo. Se lanzó tarde Escandell y solo pudo certificar que la pelota atravesaba la línea lo suficiente para validar el gol.
No reaccionó el Oviedo ni para bien ni para mal, aunque daba la sensación de que a Paunovic no le funcionaba la defensa de tres centrales, espejo de la del Mirandés al que le iba bastante mejor.
De todas formas, el partido se espesó según pasaba el tiempo. Mucha pelea, dosis masivas de furor competitivo, pero poco fútbol. Llegó otra vez el Mirandés y obligó a una buena parada de Escandell, y se acercó el Oviedo casi al filo del descanso, pero el remate le salió muy flojo a Paraschiv y Raúl estuvo atento.
En la segunda parte le llegaron las urgencias al Oviedo y eso abrió más caminos a su rival, que tuvo diez minutos de inspiración en los que pudo extender más la brecha, sobre todo después de un remate durísimo de Izeta que Escandell desvió a córner. ¿La mejor parada de la tarde? En Miranda creen que no, porque a orillas del Ebro pusieron en un altar a Raúl Fernández, el portero que debutó en Europa contra el PSG, en los ya remotos tiempos de Bielsa en el Athletic, que ya en los últimos minutos del partido se enfrentó a la soledad del guardameta ante el penalti, como escribió Peter Handke.
El árbitro se lo pensó bastante delante de la pantalla del Var antes de señalar el agarrón de Hugo Rincón a Hassan dentro del área. Colombatto, habitualmente un seguro de vida desde los once metros, lanzó fuerte por el centro y el portero lo rechazó con los pies. ¡Paradón! rotulaba el videomarcador, así que el error de uno y el acierto de otro le ponen picante a la vuelta del sábado en Oviedo.
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