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Van der Poel convierte en épica la victoria al sprint de Tim Merlier en el Tour de Francia
Al final de una etapa volada a 50 por hora, el belga supera en Châteauroux a Jonny Milan en vísperas de los volcanes del 14 de julio


En Cavendish City, ciudad sin piedad, Tim Merlier remonta y frustra a Jonny Milan de nuevo y el rush final ardiente de ambos, como el de Dunkerque, compone un elogio al sprint, tan denostado en los tiempos del ciclismo epiléptico. Y su grandeza se multiplica por 1.000 gracias al genio absoluto de Mathieu van der Poel decapitado, que dio valor de fuga épica e insensata a la travesía llana temida hacia el macizo central. Alcanzar a Van der Poel, en fuga desde el kilómetro cero en pareja con su amigo Jonas Rickaert, robarle 33s en los últimos seis kilómetros, y ya rueda solo, viento de espaldas, espalda doblada, supone tal esfuerzo al pelotón desenfrenado, y pasan todos los equipos al relevo, que convierten la última recta, 1.700m, en un sálvese quien pueda, cada uno con lo suyo y nada más, sin trenes, lanzadores ni codazos. Un pelotón verdugo y loco a los 700 adelanta a Van der Poel. Cerca de los 200, un segundo antes de lo necesario arranca Milan bulldozer por las vallas; por el centro, Merlier mide el tiempo y el espacio, plano en la bici, una hoja de cuchillo corta el viento, arranca y acelera todo en uno, estilista atómico. En 100 metros le saca media bicicleta al friulano.
La media de la etapa es de 50,013 kilómetros por hora, la segunda más alta de la historia. Mario Cipollini hizo una media de 50,355 en la Laval - Blois, 194,5 km, de 1999, también con el aire del Loira empujando. “Con Van der Poel delante nos hemos pasado el día volando con el viento”, dice Tadej Pogacar. “Y qué calor. Mañana, trabajo de equipo”. La noticia, tan heroica, qué velocidad en una fuga a dos de casi 174 kilómetros, no le da alegría al ajusticiado Van der Poel, triste. “Qué decepción que me cogieran, qué pena”, dice el holandés hermoso y generoso, que como todos los cracks crea lo más grande con el motivo más tonto. “Salir en fuga lo decidimos la víspera Jonas y yo. Él quería subir al podio como combativo del día y yo le dije que, OK, me voy de fuga contigo…”
En la Francia profunda, Châteauroux, algunos campos con patatas, cereal amarillo, brisa que apenas peina las espigas gordas, solo la huida libera como bien supo Georges Sand, romance en Mallorca, y su nombre solo figura en las guías turísticas para jubilados, que se equivocan, claro. Recomiendan que después de llenar la bolsa de muestras de las leches hidratantes en las termas de La Roche Posay, kilómetro 72,5 de la etapa, visiten el vecino pueblo de Santa Severa, que aún se mantiene como hace casi 80 años, cuando Jacques Tati, cartero en bicicleta tan genial como Van der Poel, rodó allí su Jour de Fête un 14 de julio, y condenan al tratamiento de nostalgia a una obra de arte rompedora; y entrando en la mismísima Châteauroux por la departamental 943, más pasado: viendo un cartel imitación a los oficiales del ministerio de las Obras Públicas francesas, descubren que la ciudad ha sido rebautizada Cavendish City, en homenaje a aquel sprinter de la isla de Man tan diminuto y osado que, nariz moqueando en la rueda delantera, ganó más etapas del Tour que Merckx incluso, tres de ellas en la ciudad del segundo domingo del Tour, y en cada una de ellas mostró su rueda trasera a tres generaciones distintas. El inglés ganó en Châteauroux el primero de sus 35 sprints, el 9 de julio de 2008, por delante de Freire, Zabel padre y Hushovd; tres años después los derrotados por the Manx Missile fueron Petacchi y Greipel, y en su adiós, en 2021, cuando ya había cumplido 36, cayeron Philipsen, lanzado ya por Van der Poel, Merlier y Van Aert.
Pero Cavendish tampoco es pasado, ni el sprint un ejercicio despreciable como pretenden los modernos que insultan al Tour por este weekend plano en vísperas de los fuegos artificiales del 14 de julio y maltratan a la casta más poderosa del ciclismo, qué muslos, vastos, cuádriceps y bíceps femorales, capaz de resolver en un segundo, etapas de letargia, como aquellos lectores que solo quieren un muerto y un chorro de gore en cada página de sus novelas. Lo demuestra Jonny Milan, de 24 años, físico de antaño, masivo, simpático, hiperactivo, el Toro de Buja, le llaman, tan alto como el soberbio y estúpido Mario Cipollini, ganador también en Châteauroux, pero tan distinto. Es el liberador simpático y bruto de un clan oprimido que transporta al sprint a un futuro demoledor. Con él, el rival, el taciturno Tim Merlier –el yerno de Frank Vandenbroucke, que vive bajo el peso de la pena de su mujer, la hija del genio desaparecido—y el Jasper Philipsen, tan profesional, y el aura de Van der Poel con todos.
El líder intocable Tadej Pogacar se viste de amarillo cuando le da el capricho como hizo Merckx durante cinco Tours hasta el 13 de julio de 1973, hace 50 años justos. Fue un desvanecimiento súbito el que sufrió el caníbal, que había atacado descendiendo Allos y afrontaba la subida final a Pra Loup con más de un minuto sobre un Thévenet que le adelantó y superó por dos minutos en meta. “Pero la víspera”, recordaba Merckx hace unos días celebrando la memoria de sus 80 años, “un espectador me dio un puñetazo en el hígado cuando subía el Puy de Dôme y me dejó muy tocado”. “Y dos días después, antes incluso de la salida real en Valloire hacia la Madeleine y Avoriaz, me tropecé con Ole Ritter y me caí”, continúa Merckx. “Sufrí doble fractura del maxilar. Tenía que haberme retirado allí, pero seguí por mis équipiers. Tenía que intentar ganar el máximo en premios para repartirlo con ellos. Mejor habría hecho si les hubiera dado yo el dinero y me hubiera ido a preparar bien el Tour del 76. Pero tampoco habría cambiado mucho mi vida si hubiera ganado seis Tours”.
Con la misma generosidad Pogacar aconseja a su lugarteniente portugués Almeida que deje de sufrir por él –“esto es una carrera ciclista, no tienes por qué matarte por eso”, le dice-- y se retire, lo que el zagal de Caldas da Rainha, que corre con una costilla rota desde su caída en Mûr de Bretaña, hace contrito a 75 kilómetros del Châteauroux que Merlier baña en mayonesa belga. Uno menos para el UAE en vísperas de la visita a los volcanes del Averno en los que el Tour, media montaña indigesta, festejará su 14 de julio.
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
SOQ | 3h:28:52 |
2
![]() |
LTK | +00:00 |
3
![]() |
LOT | +00:00 |
4
![]() |
TPP | +00:00 |
5
![]() |
CGF | +00:00 |
6
![]() |
IWA | +00:00 |
7
![]() |
TBV | +00:00 |
8
![]() |
RBH | +00:00 |
9
![]() |
UXM | +00:00 |
10
![]() |
ADC | +00:00 |
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
UAD | 33h:17:22 |
2
![]() |
SOQ | +00:54 |
3
![]() |
ARK | +01:11 |
4
![]() |
TVL | +01:17 |
5
![]() |
TVL | +01:34 |
6
![]() |
ADC | +01:46 |
7
![]() |
TPP | +02:49 |
8
![]() |
RBH | +03:02 |
9
![]() |
RBH | +03:06 |
10
![]() |
LTK | +03:43 |
-
7 Saint-Malo - Mûr-de-Bretagne
197 Km
Vie. 11-Julio
-
8 Saint-Méen-le-Grand - Laval
171 Km
Sáb. 12-Julio
-
9 Chinon - Châteauroux
174 Km
Dom. 13-Julio
-
10 Ennezat - Le Mont-Dore Puy de Sancy
165 Km
Lun. 14-Julio
-
11 Toulouse - Toulouse
156 Km
Mié. 16-Julio
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