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Viento de cara, calma, y sprint para Tim Merlier en el Tour de Francia
Una caída en la meta volante obliga a retirarse antes de llegar a Dunkerque a Jasper Philipsen, el ganador de la primera etapa en Lille


Jonas Vingegaard está tan triste como una tarde de domingo de julio en Boulogne, donde todo el mundo está de paso, como si la costa del canal de la Mancha, sus nubes perpetuas, las tierras planas, y un tren a toda velocidad las atraviesa, solo invitaran a pirarse. Lo hacen los ingleses turistas que van y vienen por el túnel, lo quieren hacer los migrantes que esperan no ser muy tangados por las mafias de pescadores que les cruzan, lo harían los ciclistas si el Tour no les obligara a seguir dando vueltas sin sentido, a favor a veces y siempre en contra del viento. Y todo por un sprint loco a 80 por hora en la Dunkerque tantas veces bombardeada, exhibición de vatios, fortaleza, rabia, adrenalina descontrolada y torpor ligado a horas de viento de cara y calma inesperada del que no saca al pelotón ni siquiera la caída estrepitosa de Jasper Philipsen, y el abandono del primer líder del Tour con una clavícula rota, provocada por el despiste y la torpeza de Coquard, que rebota contra Rex como una bola de billar en una meta volante. Sin Philipsen enseñando a todos la rueda trasera la etapa la gana Tim Merlier, el belga del equipo de Evenepoel, que frustra más aún, por dos centímetros, un tubular, al muy frustrado ya Jonny Milan. Van der Poel sigue líder.
Cuando atraviesan Bergues junto a su rectísimo canal, todos sonríen, y algunos se carcajean, recordando que allí se rodó la muy vista y reída Bienvenidos al Norte, pero, 10 kilómetros más allá, en Dunkerque solo se habla de tristeza. De la de Vingegaard melancólico habla su mujer, Trine, que ha regalado un magnífico titular al diario danés Politiken: “Están exprimiendo demasiado el limón”. Es un grito contra el Visma y no solo, contra el nuevo ciclismo que exige de los corredores más días compartiendo habitación con compañeros corredores en carreras y decenas de concentraciones en altura, que con la familia. Vingegaard, que pasó una crisis depresiva, de tristeza y vacío, después de ganar su primer Tour, ya explicó en enero que había renunciado a alguna concentración en altura después del nacimiento, en septiembre, de su segunda hija, y que intentaría conciliar más la vida real con la vida de ciclista. Pero los de su equipo, el Visma —amarillo limón todo el año su maillot salvo en el Tour, en el que han introducido una mancha negra a la que llaman enjambre, que es el equipo, y sus corredores las abejas laboriosas, zánganos y reinas— no piensan darle tanta libertad. Le exigen. Le explican que antes, cuando la EPO o una transfusión lo arreglaban todo, la altura era opcional, pero ahora es obligatoria para poder ganar el Tour. Los aficionados en las redes maldicen a Trine, qué sabrá ella, un campeón ciclista tiene que renunciar a todo, ya está la mujer intentando controlar al hombre, y el social manager del Visma, pasivo agresivo, publica una foto romantiquísima de Jonas y Trine de amarillo Tour abrazados besándose.
La apariencia cuanto más aparente más falsa es, y más creíble, y en esa tierra cultivable excavan con común entusiasmo la Unión Ciclista Internacional (UCI) y la Agencia Internacional de Controles (ITA), que anuncian como todos los años un gran despliegue antidopaje en titulares descomunales. La gente que lleva a cabo los controles se ríe entre dientes, explica que en realidad se hacen menos controles cada año, que han reducido su salario a 180 euros al día y que incluso toman decisiones extrañas, como la de contratar como controlador a un doctor alemán especialista en transfusiones, y responsable de un centro dedicado a la extracción y al almacenamiento de sangre en Alemania entre 1996 y 2012, los años en los que las transfusiones inundaron al pelotón. ¿Viene a hacerlas o a detectarlas?, se preguntan en el ámbito del antidopaje, con una ironía que trata de ocultar el desconcierto.
Va a hacer viento, gritan alarmados los ciclistas, y después añaden, pero de cara, y sonríen. Un día sin estrés, suspiran. Sin fugas. Sin peleas por estar delante. Sin repechos y apenas sin agua. Parece que van parados y sacan una media de 41 por hora; parece que van de excursión y le dejan escaparse unos kilómetros a Tim Wellens hasta obtener el punto de la montaña otorgado en lo alto del regreso al Mont Cassel. A Wellens, que pide permiso educadamente a Remco Evenepoel, le había animado su amigo Pogacar: el punto le da el maillot de lunares que lleva el esloveno generoso. Apariencias. La etapa es tan sosa que declaran desierto el premio a la combatividad. Falsas apariencias. Cuando ya se ve Dunkerque, huele a sangre, y el sudor es ansiedad. Se olvidan los buenos modales. Hay que pasar delante como sea. “El viento de cara”, explica Van der Poel, “ayuda a los que van atrás en el pelotón, que cuando aceleran llegan muy fácil delante”. Una caída lanza al suelo a Remco, a quien consuela, veterano también en la suerte, Primoz Roglic, aún inmaculado este Tour. Deslavazado su tren Lidl, Milan lanza el sprint troppo presto. El sabio Merlier, pegado a su rueda, espera el momento justo para remontarlo. Milan, por un día, acepta graciosamente su derrota, a la que acompaña el maillot verde que deja huérfano Philipsen.
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
SOQ | 4h:16:55 |
2
![]() |
LTK | +00:00 |
3
![]() |
TBV | +00:00 |
4
![]() |
UXM | +00:00 |
5
![]() |
TPP | +00:00 |
6
![]() |
IWA | +00:00 |
7
![]() |
ADC | +00:00 |
8
![]() |
IPT | +00:00 |
9
![]() |
ARK | +00:00 |
10
![]() |
TUD | +00:00 |
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
ADC | 12h:55:37 |
2
![]() |
UAD | +00:04 |
3
![]() |
TVL | +00:06 |
4
![]() |
ARK | +00:10 |
5
![]() |
TVL | +00:10 |
6
![]() |
MOV | +00:10 |
7
![]() |
IPT | +00:41 |
8
![]() |
UXM | +00:41 |
9
![]() |
JAY | +00:41 |
10
![]() |
COF | +00:49 |
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