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Ricky Rubio, jugador y mentor en el Joventut

“Más que un fichaje, es un proyecto de club”, dice el director deportivo Jordi Martí sobre el base, que estará encima de la cantera

Ricky Rubio
Jordi Quixano

Ricky Rubio ya había siseado con la boca pequeña a la dirección deportiva del Joventut que su regreso estaba casi hecho. Pero desde el club se tomaba con tanta cautela como emoción, y no fue hasta hace unas semanas cuando estallaron los vítores. Fue en una comida que organizó el director deportivo de la Penya, Jordi Martí, con el jugador y el técnico Dani Miret, además de varios de los empleados que más tiempo llevan en la entidad. Allí, de repente, Ricky se puso de pie y, como si de una boda se tratara, dijo: “Jordi, delante de todos, te doy el sí”. Apretón de manos, abrazos, risas y algo más. “Vengo con una ilusión que nunca había tenido”, señaló Ricky ayer en el acto de presentación en sociedad como verdinegro. Porque vuelve a casa, pero no solo como jugador sino como parte del proyecto del club, mentor de jóvenes y luz de la cantera.

El fichaje del genial base de 34 años comenzó hace poco más de un curso, cuando Ricky decidió no seguir en el Barça porque pasaba muchas horas en el coche —vive en Masnou—, se perdía momentos con sus hijos y no disfrutaba en el parquet, demasiada exigencia y su baloncesto lejos de la mejor versión. Consecuencia de que él tampoco lo estaba personalmente. “Nos cruzamos mensajes y llegamos a vernos, pero a nivel de jugador no tenía buenas sensaciones e iba a ser padre en agosto. Lo pospusimos”, relata Martí. “Al acabar la temporada con el Barça estaba perdido. Paré y lo más difícil fue diferenciar la persona del ego. El ego es necesario, pero tenía que escucharme porque no me conocía. Tenía que sanarme por dentro”, reflexionó ayer Ricky. Cavilaciones y viaje personal que compartía con Martí, pues se conocen desde hace muchos años porque cuando Ricky debutó en la ACB él era el jefe de la cantera.

Ricky, al contrario que cuando dejó la NBA, cuando escuchó la oferta del Girona y aceptó la del Barça, esta vez solo quería volver a su casa, al Joventut. “En mi cabeza solo estaba la Penya. No había otra opción. Esto no va de conseguir títulos, va de sentimientos y volver aquí era un sentimiento único”, convino Ricky. Aunque para llegar a esa conclusión pasó por muchos estados. “Me planteé escenarios, pero desde la desesperación. Este proceso ha sido una montaña rusa, enriquecedor, pero difícil por momentos. Cada vez veía que la retirada estaba más cerca”. Pero sucedieron varias cosas en su vida —se las guardó para él— y algo hizo clic en su cabeza.

“Nos fuimos viendo, hablando. Y lo que era no, de repente, podía ser sí. Notaba que le iba creciendo la chispa”, relata Martí; “y aunque a veces pensaba que a ver si aceleraba con la respuesta porque era un condicionante para la configuración de la plantilla, no lo culpabilizaba porque se requería un proceso y porque era una prioridad, una ilusión”. Poco a poco, charla a charla, mensaje a mensaje, reunión a reunión, se fue desencallando la situación. Aunque otro detonante fue una comida que se celebró con la propiedad del Joventut. “Ayudó a entender el compromiso global de todo, que Ricky no era un fichaje deportivo sino un proyecto de club”, expone Martí. Y esa fue la clave.

Resulta que a Martí le preocupa y le enfada a partes iguales la desbandada del talento, de las jóvenes promesas que se van a las universidades americanas para competir en la NCAA con un sueldo estratosférico. Como ha hecho este verano Ian Platteeuw o el curso anterior Iker Garmendia. “El Joventut tiene una identidad muy marcada con la cantera, pero últimamente se está diluyendo. Y Ricky quiere devolver la esencia al club siendo un mentor. A ver si así alguno que se fue, en vez de venir de aquí a seis años, lo hace dentro de tres. O ese joven que oye cantos de sirena apueste por quedarse en casa”, suspira Martí, al tiempo que revela que ya hay un chico de 18 años que, tras saber que Ricky estará en el club, ha rechazado incluir en su contrato la cláusula de poder irse a EE UU. “Es el momento de ser el mentor en casa y que los jóvenes se puedan nutrir de mi experiencia”, deslizó Ricky, que también es un imán para los fichajes, por más que al área deportiva solo le queda un alero para completar el equipo. “El que vendrá, que sorprenderá, quiere jugar con Ricky”, desliza Martí.

Es el regreso del 9, que ha firmado por un año. “Hay que poner algo en la ACB...”, aclara Martí, que reconoce que si el jugador decide dejar el equipo con el curso en marcha, no habrá problema. “Se ha hablado. Esta es su casa, hará lo que quiera y lo que le siente bien. Podemos ajustarnos”, apunta; “pero tiene mucha gasolina y mucho por dar”. Sea en el parquet o fuera, pues quieren que siga ayudando a la cantera cuando se retire, conscientes de que en cinco años es el centenario del club y que no hay mejor representante. Para Ricky no será por ilusión.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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