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Scott O’Neil, CEO del LIV Golf: “El PGA Tour es la NASCAR y el LIV es la Fórmula 1”

Ante una fusión que no llega, desde el circuito saudí de golf ofrecen puentes alternativos

Scott O'Neil, CEO del LIV Golf, durante un torneo de este año.
Jordi Quixano

Todo empezó con una llamada de Simon Cummins, director global de Odgers Sports, encargado de la asignación de altos directivos en las principales organizaciones deportivas internacionales. Pero Scott O’Neil (Worcester, Massachusetts, EE UU; 55 años), consejero delegado de Merlin Entertainments —empresa con 140 parques temáticos en 23 países y 30.000 trabajadores— tenía sus dudas. El deporte era lo suyo, pues ya había dirigido en los New York Knicks y los Philadelphia 76ers de la NBA, los Eagles de la NFL, y los Rangers y los Devils de la NHL. Pero el golf, él que es hándicap 14, no lo dominaba. “¿Por qué no te reúnes con Yasir Al-Rumayyan [presidente del Fondo de Inversión Público de Arabia Saudí (PIF) y del LIV Golf] y decides?”, le cuestionó Cummins. Acabada la reunión, llamó a su mujer. “Si consigo este trabajo, voy corriendo”, resolvió. Dicho y hecho.

“Me impresionó su visión, su pasión, su inteligencia, su capacidad para comprender tantos negocios diferentes... Tuve la ocasión de trabajar con un tal David Stern [el comisionado de la NBA] y no creo que la mayoría de la gente tenga dos oportunidades como esa”, explica O’Neil para EL PAÍS desde el club de golf de Valderrama. “Me encantan los negocios globales y sentía que el golf era un sector fragmentado. Este es un lugar donde mis habilidades podrían aprovecharse. Nos llaman disruptores, pero yo prefiero innovadores. Quiero que el LIV forme parte del sistema”.

Resulta que hace tres cursos, la creación del LIV supuso una sacudida mundial en el golf, agitador de un deporte clásico y rígido bajo el paraguas de los petrodólares de Arabia Saudí, capaz de convencer a jugadores universales como Koepka, Dustin Johnson, Mickelson, Rahm o Sergio García, entre otros, de cambiar de bando. Nacía el enemigo del monopolio del PGA Tour, el circuito americano, el referente. Creció la tensión, las puyas, y se fracturó el deporte; ya no había un único ranking, entrar en los grandes era coto privado y jugar la Ryder Cup una quimera para los disidentes. Pero el tiempo, dicen, lo cura todo. O, al menos, cicatriza. Y se abrió el abanico —plazas en los majors, en la Ryder...— y en 2023 se anunció una fusión. Naranjas de la China.

Scott O'Neil, CEO of LIV Golf, en marzo.

“No estoy seguro de que se dé algún día la fusión. Pero se puede trabajar de forma conjunta. ¿Queremos reunir a los mejores jugadores con más frecuencia? Hagámoslo. ¿Queremos que el golf crezca? Podemos hacerlo”, desliza con convencimiento O’Neil, quizá porque sabe que al otro lado de la red está ahora Brian Rollap, CEO del PGA Tour —lo será el año que viene, pero ya actúa como tal porque así lo aprueba el todavía comisionado Jay Monahan—, antiguo compañero universitario.

“No solo estamos él y yo, sino que hay más caras nuevas como Trevor Immelman (ganador del Masters de 2008 y ahora presidente del Official World Golf Ranking (OWGR) y Derek Sprague (CEO de PGA Américas), y todos están interesados en cómo beneficiar al golf. Eso significa que tendremos que cambiar nuestra forma de actuar. Y si una de las maneras es lograr que algunos de los mejores jugadores jueguen juntos con más frecuencia, algo que a todos nos encantaría, entonces vamos a trabajar para lograrlo”, persiste.

Son puentes hacia un futuro común pero no compartido. Porque O’Neil tiene claro que son dos productos distintos. “El PGA Tour es un vehículo increíble para el golf. El LIV también. Usando una analogía, diría que PGA es la NASCAR porque todo se disputa en Estados Unidos y el LIV es la Fórmula 1, una experiencia diferente que se da en todo el mundo”, resume. Y se explaya: “Aquí se juega tres días y sin corte, las estrellas siempre están porque no pueden escoger dónde jugar y, entre otras muchas diferencias, hay música y no se escucha ningún shhhh. El 30% de nuestra audiencia en los campos nunca ha asistido a un evento de golf; el 40% son mujeres; y el 15% son familias. Nos distancia mucho de la propuesta tradicional. Nosotros, además, tenemos 9 de 14 eventos fuera de Estados Unidos y es increíble ver cómo los mercados están encantados de traer a algunas de las estrellas del deporte”.

Pero O’Neil no renuncia a Estados Unidos y por eso llegó a un acuerdo con Fox Sports para brindar una mejor cobertura de la gira en el país, poco seguidas las retransmisiones pasadas en CW Network. “Queremos dejar también nuestra huella. Pero, repito, somos globales. Estamos en 125 países, tenemos presencia en 900 millones de hogares del mundo”, explica orgulloso, al tiempo que remarca la corta vida del circuito.

Aunque este año el LIV no fichó a ningún ganador de major como hizo antaño para sacudir el status quo del golf. “Un paso atrás. Yo no estaba, pero les diría que se abrochen el cinturón. Josele Ballester es probablemente el mejor ejemplo de un campeón amateur estadounidense, como Tom McKibbin; son jugadores extraordinariamente talentosos. Y estamos teniendo conversaciones reales con otros. Estén atentos”, proclama. Mientras tanto, hoy se juega en Valderrama el LIV Andalucía.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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