Emilio del Río, profesor de oratoria clásica: “¿El mejor orador? Rufián es bueno: clava los mensajes”
El experto defiende la importancia de saber hablar en público para formar ciudadanos críticos. Y critica el pobre discurso político actual


Las citas de clásicos que Emilio del Río salpica en la conversación son tan apabullantes que no caben en esta entrevista, pero sí en sus libros y en los cursos de oratoria como el que acaba de impartir en la UIMP en Santander, donde le pillamos entre clase y clase. Nacido en Logroño en 1963, este doctor en Filología Clásica, profesor en la Complutense y director de Bibliotecas Públicas del Ayuntamiento de Madrid lamenta el simplismo del discurso político actual.
Pregunta. ¿Qué aprendemos de los clásicos?
Respuesta. Que comunicar no es un don, sino una técnica que se puede aprender. Y que es un elemento de formación de ciudadanos críticos y libros. Hace 2.400 años que Aristóteles escribió la Retórica, todo un manual de comunicación. Por eso deberíamos estudiar en la ESO o Bachillerato oratoria clásica. ¿Para qué está el sistema educativo si no?
P. Pero eso no ocurre.
R. No ocurre en España, en otros países europeos sí. El cerebro humano comienza a funcionar cuando nacemos y se para cuando nos toca hablar en público, como decía aquel. Y eso se estudia, se entrena.
P. ¿La confianza y el carisma también?
R. El carisma es interior, pero si aprendes a dominar la técnica lograrás persuadir, ser más eficaz y tener más confianza y autoestima. Los clásicos nos enseñaron que lo más importante es la comunicación no verbal: mover las manos, modular la voz, la mirada… y eso lo hicieron sin televisión ni redes sociales.
P. ¿Y cómo se aprende?
R. Algo clave es saber escuchar, conectar con el otro, nos lo enseñan los clásicos. Y también son muy importantes los silencios. El secreto para ser aburrido es querer contarlo todo. Y el otro peligro es el populismo. Tucídides o Cicerón nos avisaron sobre esos peligros. Y aún no existía Trump.
P. ¿Qué consejos da para ganar esa confianza en público? ¿Ir al psicólogo?
R. Les digo: no pierdas nunca la oportunidad de hablar en público. Hay que practicar mucho, es fundamental, sea atendiendo a un cliente en una tienda, dando un diagnóstico a un paciente o en una reunión de vecinos. Si no practicas no lo harás bien. Componer una pieza musical o pintar un cuadro bello es un don para crear, pero comunicar es una técnica y se puede estudiar.
P. ¿Cómo evalúa la oratoria de nuestros políticos?
R. Mejorable. Dicho esto, siempre pensamos que cualquier tiempo pasado fue mejor y no es así. Leen todo y es importante tener memoria. Es muy importante la argumentación y ahora vamos a mensajes muy simples, sin respeto a quien no piensa como tú, desarrolla tu idea. Esta era Trump de frases simplonas es un cambio absoluto de época. Durante miles de años el fin no justificaba los medios, pero ahora sí, con Trump ya no hace falta razonar.
P. ¿Está el discurso de los políticos demasiado marcado por las redes?
R. Sí, se ha perdido parte del contenido y del pensamiento por ir al titular. Además, todo hoy en España pasa por el tamiz partidista.

P. ¿Quién es el mejor orador entre nuestros políticos?
R. Desde el punto de vista de la oratoria es muy bueno Gabriel Rufián. Desarrolla sus ideas y no estoy de acuerdo con ellas, pero eso es lo de menos. Los clásicos hablan de buscar siempre un punto de humor, figuras retóricas que embellecen el discurso y él lo hace. Clava los mensajes. Tú tienes que decidir siempre qué quieres trasladar y hay algunos que, al escucharlos, me digo: ¿Pero qué me ha querido contar? No lo sé.
P. ¿Qué nos perdemos con tanto insulto?
R. Estamos en un momento de polarización, de poca argumentación y de simplismo en la comunicación.
P. ¿La IA también está moldeando el discurso?
R. Hay un antes y un después de la IA. No sé muy bien cómo lo va a moldear, pero nada va a ser igual. La IA quita espontaneidad y la oratoria tiene que ser fresca, aunque esté preparada. Espontaneidad no quiere decir improvisación. Churchill era el mejor.
P. ¿Cómo ve la exigencia a los famosos de que se pronuncien, como a Rosalía en el tema de Gaza?
R. Estoy con Borges, que decía que en política hay que hacer el mismo caso a un intelectual que a un cantante de tangos.
P. ¿Y el peligro de cancelación?
R. Es una nueva forma de Inquisición. Estamos viviendo la autocensura en la comunicación y esto no es nuevo. A lo largo de la historia siempre se ha vivido esa pulsión en la lucha por la libertad, hemos ido de un extremo u otro. Pero al final triunfa la bondad, que es mi lema de WhatsApp. Por supuesto que existe el mal, ahí están Netanyahu y Putin, pero existe la bondad. Si no, no estaríamos aquí, ya nos habríamos extinguido. La humanidad tardó miles de años en volver a hablar en público con libertad desde Grecia y Roma y los clásicos nos enseñan qué frágil es la libertad y la democracia. ¿Y cómo la protegemos? Cuidando la comunicación, que es una obligación ciudadana para formar ciudadanos críticos y libres. Quién nos iba a decir que iban a asaltar el Capitalio o militarizar las ciudades en EEUU en nuestros días. Hay que proteger esa libertad.
P. ¿Ve un gran peligro de contaminación del discurso trumpista?
R. Sí, está claro. Y de Putin. Esto ya pasó en Grecia: cuando Filipo conquista Atenas y acaba con la democracia, dentro ya estaban sus partidarios, pagados por él. Los de Putin ya están aquí, la ultraderecha está dentro, la contaminación ya está aquí y es palpable en el discurso. La libertad es una forma de vida y hay que cuidarla y protegerla. Es un cambio de era y hay que estar muy alerta.
P. Usted fue senador y diputado del PP. ¿Lo echa de menos?
R. Nadie es perfecto (ríe). Yo soy ante todo filólogo, profesor de universidad, pero tengo el sentido de los clásicos de que lo público es de todos y todos se tienen que implicar en la cosa pública. La política es una cosa demasiado importante para dejarla solo en manos de los políticos. En griego hay una palabra, idiotés, es la misma raíz que idioma e idiosincrasia. De ahí viene idiota. En griego es el que no se implica en las cosas comunes cuando hay reunión en la polis, sea para hacer una calle o una guerra. Si no te implicas, lo dejas en manos de los demás.
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