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Locura en los conciertos de Blackpink y Stray Kids: por qué el k-pop arrasa entre los jóvenes

Redes sociales, mensajes de empoderamiento y conexión emocional son las claves de un género que trasciende lo musical y cala entre sus seguidores

Concierto del grupo de K-pop Blackpink, en París el 4 de agosto.
Ramón Pacheco Pardo

Una calurosa noche de agosto en el Estadio Olímpico de Barcelona. Más de 50.000 personas venidas de todas partes de España, Latinoamérica y muchos otros países del mundo gritan enfervorecidas al ver a sus ídolos entrar en escena. Van a presenciar un evento único. Al terminar, el estadio está en éxtasis. Nadie se atreve a moverse de su asiento, consciente de que acaban de presenciar uno de los mayores espectáculos que se pueden vivir hoy día.

Veintitrés años después de que Fermín Cacho o Carl Lewis encendieran el Olímpico barcelonés, la banda de pop coreana Blackpink repitió hazaña el pasado sábado. Y aunque un concierto de k-pop no se puede comparar en importancia con unos Juegos, lo cierto es que las componentes de Blackpink se encuentran entre las mayores estrellas del mundo. Forman el grupo musical con el mayor número de seguidores en YouTube y Spotify, y su número de seguidores en Instagram es solo comparable al de deportistas, actores y músicos de fama mundial. Ante todo, son famosas entre jóvenes de todos los rincones del planeta.

Porque el éxito del k-pop entre la gente joven se extiende por todo el mundo. El KBS Music Bank, el programa de música más icónico del sector televisivo surcoreano, ha visitado Ciudad de México, Santiago de Chile, Río de Janeiro, Rivas Vaciamadrid y Viña del Mar a lo largo de los años. En el concierto de Blackpink se escuchaba a gente hablando en español con acento de todas partes de España y Latinoamérica, así como francés, inglés, chino, japonés y, sí, también coreano, entre otros muchos idiomas. Hace tres semanas se vivieron las mismas escenas durante el concierto en Madrid del grupo Stray Kids, otro de los grandes exponentes del género, que llenó el estadio Metropolitano de la capital. La expansión global del k-pop también la corrobora un informe de la Fundación Coreana, que señala que hay más de 225 millones de fans de la ola repartidos por todo el mundo.

Los jóvenes absorben la cultura surcoreana como un producto de masas, no como algo exótico que le pueda llamar la atención a una minoría y tal vez atraer a un mayor número de gente en casos puntuales. Pero, ¿por qué sienten tal atracción por una cultura que hasta hace pocos años era muy poco conocida más allá de Asia Oriental? El embajador surcoreano en España, Lim Soosuk, tiene su propia teoría: “Les gusta intercambiar y aprender historias impulsados por su corazón. Eso lleva a que se sientan atraídos por el k-pop, los k-dramas o las k-películas, con sus historias sobre la autoestima, la superación personal y la conexión emocional".

Es algo con lo que coinciden Laia Casas y Adrián Torrés, los managers de Blackpink España, el mayor grupo de blinks, como se llama a los seguidores del grupo. Consideran que sus componentes transmiten un mensaje de empoderamiento y autoestima que cala profundamente entre sus seguidores.

Un grupo de jóvenes portuguesas antes del concierto de Stray Kids, otra de las bandas más populares de k-pop, el 22 de julio en el estadio Metropolitano de Madrid.

Son temas que preocupan a los jóvenes de todo el mundo. Las nuevas generaciones se toman muy en serio tanto su autoestima como su salud física y mental, según la iniciativa HAT, un programa de medidas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef para ayudar a los adolescentes a prosperar. Unicef y las Naciones Unidas en general tienen a BTS, probablemente el grupo de k-pop más conocido en el mundo, como socio preferente para promover el cuidado de la salud mental entre los jóvenes.

Los canales de comunicación utilizados por los artistas y las empresas surcoreanas del mundo de la cultura también son fundamentales para entender su éxito entre la gente joven. Se centran, sobre todo, en plataformas digitales de fácil acceso en cualquier rincón del planeta. Una portavoz del departamento de relaciones públicas de YG Entertainment, la empresa de entretenimiento surcoreana que lleva a Blackpink, entre otros artistas, explica que realizan un seguimiento exhaustivo de plataformas como YouTube o Instagram para poder entender cómo los fans del grupo interactúan con la banda. Toda la estrategia de marketing se organiza según esos parámetros, hasta el punto de que podría decirse, según asegura la portavoz, que no fue la empresa la que decidió organizar un concierto en España, sino que es más adecuado señalar que fueron los fans españoles los que eligieron a Blackpink. Esto se puede extrapolar al resto de su gira mundial, que va a llevar al grupo por Asia Oriental, Europa y Norteamérica.

Lo corrobora Áurea Adame, ganadora del decimotercer concurso de k-pop organizado por el Centro Cultural Coreano de Madrid en la categoría de canto y rap. En su caso, su pasión por el k-pop comenzó en 2009 con grupos como MBLAQ, Girls Generation o Super Junior. Descubrió a estas bandas a través de YouTube, una plataforma que las empresas de entretenimiento surcoreanas comenzaron a explotar prácticamente desde su lanzamiento para alcanzar a una audiencia global.

Pero la cultura surcoreana también atrae por su estética. Sin ella, no habría canal de comunicación alguno capaz de llevarla a su cota de popularidad actual. Los productos culturales surcoreanos están muy cuidados, en gran medida porque hay una gran inversión tanto pública como privada en la educación artística. Visualmente, la serie El juego del calamar es muy atractiva, independientemente del mensaje que quiera transmitir. Este es también el caso de Las guerreras k-pop, la película de animación estadounidense que está batiendo récords de audiencia este verano en Netflix (ya es la cuarta película más vista de la historia de la plataforma), cuya estética se inspiró sobre todo en vídeos musicales y k-dramas, según sus directores.

Ciertamente, los bailes de los grupos de k-pop entran fácilmente por los ojos. Y la gente joven, que ha crecido en un mundo eminentemente audiovisual, se siente estimulada por su estética. Lo explica Íker Navarrete, ganador del mencionado concurso de k-pop organizado por el Centro Cultural Coreano, en su caso en la categoría de baile: “El k-pop es un tipo de baile muy performance, que se centra en captar la atención del público a través del movimiento, la mirada o el canto, y no solo el baile en sí“.

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