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Edad Media
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las incógnitas del gran relato medieval del Tapiz de Bayeux

La tela bordada del siglo XI, que saldrá por primera vez en mil años de Francia, relata la conquista normanda de Inglaterra a través de 626 personajes, 202 caballos, 55 perros, 37 edificios y más de 40 embarcaciones

Detalle de Tapiz de Bayeux.

En su reciente visita a Reino Unido, el presidente de Francia Emmanuel Macron compareció con el primer ministro británico Keir Starmer en la sala central del Museo Británico para anunciar que un extraordinario tejido medieval, el Tapiz de Bayeux, sería expuesto allí temporalmente a partir de septiembre de 2026 gracias al generoso préstamo del Estado francés de una pieza que nunca había salido de su territorio desde que se tienen noticias de ella. La capacidad simbólica y memorial de un objeto de hace casi mil años se evocó en los discursos que apelaban al legado común de Francia e Inglaterra y al desembarco de Normandía a escasos kilómetros de la ciudad de Bayeux que salvó el tapiz de los nazis.

Su préstamo ha suscitado reticencias de quienes consideran que ensalza una conquista agresiva, la única invasión duradera de la isla, que significó un cambio irreversible en su identidad e impuso la lengua de la nueva clase dirigente, el anglonormando, frente al inglés antiguo. A todo ello se añade la controversia por el estado de conservación de un tejido extremadamente frágil de valor incalculable.

No se han preservado muchos de estos tejidos suntuarios y ornamentales, que en su mayoría vistieron los muros de iglesias y palacios. Hay testimonios escritos, pero como suele suceder en la Edad Media, difícilmente se corresponden con el registro material conservado. La larga y viajera vida social de estos objetos ha dejado, no obstante, un rastro desperdigado por museos e instituciones de todo el mundo. Se han preservado una treintena de cronología altomedieval, elaborados en tierras británicas e irlandesas, probablemente comandados o tejidos por mujeres de la nobleza anglosajona. Algunos se referían a acontecimientos trascendentes y a sus participantes. El Liber Eliensis escrito en el siglo XII confirma la existencia de un tapiz encargado por la viuda de un noble muerto en la batalla de Maldon en 991 para recordar sus hazañas contra los vikingos. Las mujeres estaban implicadas en la producción de estos tapices y eran ellas quienes los bordaban, “porque la mujer que borda consigue incluso más beneficios que las reinas”, según una sentencia judicial irlandesa sobre el valor de una aguja entregada como prenda en un litigio.

El Tapiz de Bayeux en el museo que lo alberga, en la ciudad francesa que lleva su nombre.

El conocido como Tapiz de Bayeux es un ejemplo singular del poder de la conmemoración en la Edad Media, de la conjunción entre la relevancia de un momento concreto, el deseo de mantener vivo su recuerdo y cierta dosis de azar que permiten, en escasas ocasiones la fijación de un acontecimiento fundacional. Sobre un entramado de lino de casi 70 metros de largo, medio metro de alto y 350 kilos de peso, bordado con hilos de lana de distinto color y grosor, se despliega el más imponente relato visual de la traumática llegada de la dinastía normanda a Inglaterra. Representa la visión de los vencedores, la de Guillermo el Conquistador —hijo natural del duque Roberto de Normandía— y su triunfo en la batalla campal de Hastings en octubre de 1066.

Se trata del más espléndido y el de mayor tamaño de los textiles que han sobrevivido de los siglos centrales de la Edad Media. La originalidad de su estructura narrativa ha hecho correr ríos de tinta. Las especulaciones sobre su procedencia —una u otra orilla del Canal de la Mancha—, su encargo —¿fue el arzobispo Odo de Bayeux, hermanastro de Guillermo, para que colgara en la catedral tras su consagración en 1077?, ¿fue la reina Matilde, quien según la leyenda lo bordó esperando noticias de batalla?— y la confección de un objeto delicado que requería una pericia técnica no al alcance de cualquiera, suscitan aún debate entre los especialistas.

La realidad es que del tapiz no hay indicio alguno hasta un inventario del tesoro de la catedral de Bayeux fechado en 1476, más de 400 años después de Hastings. Puestos a suponer, quizás a él se refiriera el abad Baudri de Bourgeuil en un poema que compuso en 1130 en honor de la condesa Adela de Blois, una de las hijas de Guillermo el Conquistador, cuyas habitaciones describía. El techo se decoraba con estrellas, planetas y signos del zodiaco y los muros con cuatro tapices. Dos de ellos representaban pasajes bíblicos; otro, escenas de la mitología griega. El cuarto, la victoria de su padre en Hastings.

Detalle del Tapiz de Bayeux.

Es esa victoria, la invasión normanda de Inglaterra y la implantación duradera de una dinastía continental, la que se representa en el Tapiz de Bayeux. El relato se inicia cuando el anciano rey anglosajón Eduardo el Confesor, al final de su vida y sin hijos, envía a Francia a uno de sus nobles, Harold, para ofrecer la corona inglesa a Guillermo de Normandía. A pesar del juramento de fidelidad a Guillermo —que es clave en la legitimidad de la nueva dinastía y que está ausente de las crónicas contemporáneas inglesas—, Harold se corona rey de Inglaterra a la muerte de Eduardo en enero de 1066. Guillermo prepara durante varios meses un gran ejército, construye una flota, negocia con los nobles normandos, organiza banquetes y, por último, desembarca en la isla con sus tropas, acabando con el rey Harold —cuyo ojo es atravesado por una flecha— en Hastings.

Como si se tratara de una novela gráfica, algunas inscripciones explican las imágenes bordadas. La preparación de la armada normanda es un documento técnico sin par. El equipamiento de las tropas constituye la mejor ilustración contemporánea de las armaduras que usaban las élites inglesa y normanda; el ejército normando está representado por caballeros con cascos, escudos y lanzas; en el inglés predomina la infantería.

Esta historia se contó en 58 escenas desplegadas en un inmenso bordado —se ha perdido la sección final, sin duda la coronación del Guillermo en la abadía de Westminster— por el que desfilan 626 personajes, solo tres mujeres entre ellos, más de 500 animales y bestias, además de 202 caballos y mulas, 55 perros, 37 edificios, más de 40 embarcaciones, 93 penes —89 equinos y cuatro humanos, todos eliminados en la pacata réplica victoriana de fines del siglo XIX—, y el cometa Halley (isti mirant stella, dice la inscripción, mientras quienes miran la estrella la señalan con el dedo), que pudo verse en el cielo inglés en la primavera de 1066, y que aparece aquí en una de sus primeras representaciones conocidas.

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